Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]     

Tengo 80 años y desde los 16 me ha interesado la política. En la preparatoria éramos tres amigos: Alfredo del Mazo González, hijo de político; Alfonso Orozco Lomelín, sobrino de obispo, y el que esto escribe, hijo de médico del servicio público en el IMSS.

Nuestra conversación cotidiana se refería a la información de los periódicos y relativa a los acontecimientos políticos (también éramos muy aficionados a los toros). 

Desde entonces he tratado de seguir con mirada crítica los acontecimientos y, en particular, los ejercicios presidenciales y nunca había visto tanta productividad como en el sexenio en curso; no hay semana que pase sin sucesos venturosos o noticias significativas. 

Se da una virtuosa combinación de ejecución e información (mañaneras) que muestran la hiperactividad del Presidente y, para mi punto de vista, su exitosa administración. Organiza, delega y supervisa, sin esperar a que las cosas sucedan sino provocándolas, con éxitos y fracasos, con todo el abecedario de planes alternativos de darse el segundo de los resultados.

Plan J

Por ejemplo, la compra de las instalaciones de Iberdrola fue, a lo mejor, el plan J de la recuperación energética, pero el objetivo de recuperación de la Comisión Federal de Electricidad, tan obstaculizado por la oposición, pudo lograrse. 

Otro ejemplo: la ofensiva de legisladores derechistas gringos por el caso del fentanilo, que no es hueso fácil de roer, lleva a solicitar el apoyo del Presidente de China en la trazabilidad aduanera de su comercio y, en respuesta, obtiene el compromiso afirmativo aderezado con una inusual manifestación de respaldo a la soberanía mexicana. Al siguiente día, el Presidente encabeza una cumbre virtual con varios de sus pares latinoamericanos convocados a emprender una lucha colectiva para reducir la inflación. 

De ahí se va a supervisar los avances de la obra del Tren Maya y de la puesta en operación de la Refinería Olmeca en Dos Bocas, y se toma cuatro venturosos días de asueto por Semana Santa en su quinta de Palenque, Chiapas. 

Antes giró por el país inaugurando sucursales del Banco del Bienestar y supervisando los trabajos de los Servidores de la Nación, responsables de la aplicación de los programas de bienestar.

Toda la actividad desarrollada en medio de las tormentas políticas y mediáticas enderezadas por una oposición afanada en pararlo y hacerlo fracasar por recetario y que pierde como necesario.

A la propuesta de una virtuosa reforma electoral recibe por respuesta la obstinada negación y la consigna “el INE no se toca” y solamente propone un plan B con modificaciones administrativas que un ministro, en solitario, cancela. 

Pero en el camino y acatando las reglas establecidas por la propia oposición, se eligen cuatro Consejeros Electorales, entre ellos la Consejera Presidente, sin cuotas partidistas y de manera impoluta, con lo que se logra una parte importante de los objetivos originales de la reforma propuesta; ahora es la oposición la que quiere tocar al nuevo INE.

No se van a aburrir

Así han transcurrido más de cuatro años de gobierno, sin oportunidad de aburrirse. Me parece  de un alto valor la posibilidad de estar permanentemente informados, aún de las controversias con quienes difieren del punto de vista del Presidente. 

Las diferencias y controversias que antes se procesaban por debajo de la mesa, hoy son ventiladas a los ojos y oídos de todo el pueblo, lo que significa un paso gigantesco hacia la democracia, sin importar de qué lado se coloque cada quien. La duda  ha sido la madre de todos los avances de la ciencia, la política incluida. 

De nada nos sirve la comodidad de ignorar la realidad: la confrontación de visiones diferentes nos aporta la información necesaria para formar el criterio personal. Es un ingrediente indispensable para la cultura política, de la que tanto hemos adolecido y, por lo menos, nos incita a la búsqueda de la verdad y así seremos más libres.

El instrumento excelente en este proceso ha sido la conferencia de prensa matutina del Presidente (“mañaneras”), sede de la mayor confrontación, por cierto a muy bajo costo presupuestal. 

Por tal carácter, la famosa mañanera es objeto de los más furibundos ataques por quienes prefirieran una visión única, la suya, dominando todos, o casi, los medios de comunicación (que no de información) en la prensa escrita o telemática. 

Sus detractores hablan de asimetría: el Presidente, por un lado y, por el otro,  casi todos los periódicos y programas de radio y televisión; en todo caso la asimetría sería a favor de los medios y en contra del Presidente pero, aún así, se quejan y exigen su eliminación. 

Quieren encadenar a Prometeo e invalidarlo totalmente. Para equilibrar la asimetría el pueblo pesa y cuenta.

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