Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
El rodaje de la película sigue el guión a pie juntillas, no se cambia una sola de las secuencias ni aunque resulten anacrónicas.
Ya la artillería ha sido emplazada y sus proyectiles solamente rasguñan el baluarte atacado, el cerco no ha sido posible de cerrar, habrá que buscar misiles de mayor potencia y precisión para lograr el objetivo.
El vecino poderoso es el que siempre los ha puesto a disposición, es momento de lanzar un SOS e implorar su intervención.
La película es un rollo gastado de tantas veces que ha sido rodada en diferentes escenarios pero con el mismo libreto.
Guatemala, Dominicana, Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Bolivia y otros más que se me escapan, pero hay una pequeña franja de público que la quiere ver de nuevo en el escenario mexicano, se están cumpliendo cien años de su primera versión.
No creo que haya productores interesados en invertir con tan escaso rendimiento de utilidades, aunque también hay locos que lo hacen a fondo perdido.
El ilustrísimo intelectual e historiador mexicano (¿?) Enrique Krauze escribió un artículo para el New York Times que no tiene desperdicio como actor de la película descrita:
“Te voy a acusar con mi papá que no quieres devolverme la pelota con la que siempre he jugado y ganado” –dice el guion– “castígalo por favor”.
Reconoce el protagonista que con toda su artillería mediática y de guerra legal no lograrán ganar las elecciones del presente año, no obstante la aberrante alianza opositora ni los garrafales errores del partido del Presidente, con lo que tendrán que verse más sumidos en el basurero de la historia.
Carente de la más mínima dignidad ruega al presidente Biden ejerza su capacidad de presión para pedirle al presidente de México que se autoinmole en un fraude electoral contra sí mismo, de manera que el pueblo no imponga su voluntad de continuar con el proceso de transformación.
Los que en el siglo XIX acudieron a Napoleón III y a Maximiliano de Habsburgo fueron menos indignos.
Ellos por lo menos engañaron con el garlito de que el pueblo reclamaba y apoyaba su intervención. Mucha sangre costó su ambición y su engaño.
Parece que monseñor Krauze es un historiador ignorante de la historia. El ignorante del siglo antepasado fue fusilado en el cerro de las Campanas en Querétaro, el de hoy sabe que no corre ese riesgo, aunque lo mereciera.
Ni la pena de muerte ni la represión son monedas de cuño corriente en el México que estamos construyendo.
La libertad es parte de lo que les molesta y es lo que les salva de acabar tañendo las campanas del cerro de Querétaro.
El “autoritario y dictatorial” presidente López Obrador ha resistido, como el baluarte de la película, miles de obuses de artillería legal y mediática, y no deja de avanzar en la desarticulación de las minas que quedaron sembradas en casi todo el campo.
Sus pasos son lentos pero seguros, la aventura que ponga en riesgo a la nación no está en su agenda.
El aeropuerto, las excepciones fiscales para los influyentes, los contratos de gas, la planta de polietileno de Odebrecht, los fideicomisos, y muchas más que sería prolijo enumerar, son acciones reivindicatorias de los derechos de la nación y del pueblo.
En la canasta actual está el régimen de la industria eléctrica, para cuya corrección se envió una iniciativa preferente al Congreso para dar vigencia a la función del Estado como garante de un servicio público extremadamente sensible y que los tecnócratas neoliberales pretendieron cancelar.
No pasaron dos días de aprobada la ley para que la guerra legal se desatara.
El Poder Judicial tiene un juez explícitamente destinado a la vigilancia de los postulados del neoliberalismo en materia de libre competencia.
Obviamente concede el amparo de la “justicia” a quienes se ven afectados en sus intereses por la cancelación del régimen que les garantizaba todas las ganancias, a cargo de las pérdidas de la Comisión Federal de Electricidad.
La confabulación, construida por debajo de la mesa, queda expuesta a la luz pública y quien realmente juzgue no serán los jueces a modo sino el pueblo soberano.
El rey de España ahora sí que tendrá que disculparse, no ante el pueblo mexicano, sino ante sus empresas protegidas ante las que sólo podrá decirles: ni modo.
Esto es lo que está en juego el próximo 6 de junio. Démosle la razón a Krauze e impongamos una nueva zapatiza a los añorantes de los privilegios del pasado. Traidores.
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M21