Por César Montes / Desde la cárcel de Guatemala*
Se ha dicho que en política hay momentos. Los tomas o los dejas pasar. Pierdes, si esto último haces. Este es el momento de recordarle a mis lectores la forma en que fui despojado del asilo como perseguido político que ya había tramitado en México.
Como antecedente quiero dejar constancia que mi padre era muy mexicano. Tengo dos hijos varones y una hembra mexicanos, debido a lo cual tengo derecho a la nacionalidad mexicana.
También debo dejar sentado, en primer lugar, que cualquier detención que sea ilegal determina que todo lo actuado a partir de ella es en consecuencia ilegal.
No tiene validez alguna. Cualquier acusación, enjuiciamiento o condena no tiene valor jurídico legal.
Mi primera entrevista fue con quien dirigía la oficina de derechos humanos del Ministerio de Gobernación, Alejandro Encinas, a quien ya conocía y luego de una cordial bienvenida me refirió a Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). En donde fue bien recibido, realizando la primera entrevista obligatoria, ellos se comprometieron a obtener la documentación del nacimiento de mi padre a principios del siglo XX.
Se retrasó por razones de burocracia lenta y engorrosa finalmente me apoye con un amigo que se dedicó a buscar en los archivos y localizar el certificado de nacimiento de mi difunto señor padre.
Había empezado a escribir la autobiografía novelada por solicitud del Fondo de Cultura Económico en donde mi amigo del alma Paco Taibo se dignó a darme su oficina en el edificio Rosario Castellanos a donde a diario me dirigía a escribir en la Mac que me brindó.
Algunas veces sentí que me seguían y me detuve a tratar de encarar e identificar a quienes eso hacían, pero los sicarios son siempre cobardes que atacan a personas confiadas. Al no poder identificar si eran mis instintos de conservación o algo real lo descarté.
Me pareció imposible que los tentáculos del pacto de corruptos de Guatemala llegaran hasta la Ciudad de México.
Viajé a Acapulco, Guerrero a atender la solicitud de la Presidenta Municipal de ese puerto para contratarme en asesoría de aspectos de seguridad para combatir la delincuencia común que afectaba el turismo y los pequeños empresarios de aquel puerto.
Me alojé en el hotel junto a la playa que me había reservado. Muy de madrugada caminé en la playa para ver el amanecer con una salida de sol espectacular. Al volver al hotel desayunamos buffet substancioso, abundante y nos dirigimos a la entrevista con un amigo cercano, ex diputado federal del congreso mexicano con quien compartí en la Comisión de Concordia y Pacificación de México para evitar más enfrentamientos con los zapatistas. Salimos del hotel y nos saludamos.
En ese momento un único, solitario empleado del Instituto Mexicano de Migración (INM) me pidió le comprobara mi situación migratoria en el estacionamiento, sitio que me pareció poco apropiado y le dije: “Con todo gusto, pero vamos a su oficina” a lo que accedió y me invitó a subir con él a su vehículo.
Me pareció raro que al momento de arrancar aparecieron tres vehículos de la Marina de México con 5 efectivos cada uno que nos siguieron. Me calmé recordando que frente al cuartel de la Marina quedaba Migración. De manera que nunca supe que fuera una detención, no fue ingenuidad, era imposible imaginar que aún existiera ese grado de corrupción en México.
Eran edificios y empleados gubernamentales. Todo debía ser absolutamente legal. Acredité mi condición de refugiado político ampliamente, dijeron que debían verificar la autenticidad de esos documentos y dije que lo hicieran.
Argumentaron que eso sólo podían hacerlo en la ciudad de México y que además era indispensable que viajáramos allí porque había una restricción para los refugiados que no debían viajar al interior de la república y por lo tanto debían llevarme a COMAR en la ciudad capital de la república.
Retrasaron deliberadamente mi salida del puerto para que en la noche viajaríamos. Estaba con calzoneta de baño y tenis de agua. Me atendieron con agua y alimentos, incluso uno de ellos se apiadó de mí, me facilitó pants y unos guantes para el frío de la Ciudad de México.
Al salir me di cuenta de que los 15 marinos fuertemente armados seguían custodiándome y sobre todo que el vehículo en que me introdujeron era enrejado.
Aún me negaba a creer que fuera un acto delincuencial. Imaginé una confusión que en la ciudad se aclararía. Mi familia enterada de la situación pensó que siendo viernes en la noche que salimos de Acapulco, que el lunes podrían verme y conseguir mi libertad.
En realidad, fui llevado al Aeropuerto Benito Juárez donde me internaron en una habitación cerrada junto a varias colombianas, detenidas por presunción de dedicarse a lo que todos imaginan de los ciudadanos de ese país, algún ecuatoriano y par de venezolanas y todos serían deportados. Allí empecé a exigir que no fuera deportado por correr peligro mi vida y porque presumiblemente sería encarcelado.
No me podía acercar a los marinos que ya no se despegaban de mi persona y al acercarme a ellos me encañonaban y retrocedían manteniendo distancia. Alguno de ellos me confesó que les habían advertido que era capaz de arrancarles con los dedos la tráquea.
Tamaña mentira me hizo reír a carcajadas. No cambiaron de actitud. Me negué a subir a un avión comercial a patadas y enredando las esposas que me habían puesto en uno de los pasamanos. Optaron por regresarme al separo y prepararon otra forma de mi expulsión ilegal. Exigí me enseñaran la orden de deportación y me ordenaron que me callara.
Que debían llevarme a Tapachula y entregarme al INM allí para reiniciar mi trámite de asilo. Falsedad que les dije era imposible, no podían hacer eso.
Me condujeron por la calle Hangares, fuera, pero paralela a la pista para entrar de nuevo al sector de aviones privados donde me metieron a la fuerza a un avión jet ejecutivo de la PGN (Procuraduría General de la Nación). Me opuse a patadas y me tundieron a golpes metiéndome cargado al avión y levantaron vuelo rumbo a Tapachula.
De allí me cruzaron el puente internacional y me entregaron a las autoridades del Ministerio de Gobernación de Guatemala. En ningún momento hubo nadie de INTERPOL como se ha dicho falsamente. Nunca hubo solicitud de extradición ni aceptación de esa inexistente solicitud.
Pero me acusaron falsamente y me han tenido preso injustamente durante 3 años de mi vida a pesar de ser inocente y una persona de la tercera edad. En este momento tengo 82 años a cumplir el 20 de marzo de este año.
Soy el preso político de más edad privado de mi libertad en el centro penal de detención para hombres y mujeres del cuartel militar Mariscal Zavala.
Estoy preso por voluntad política y capricho del expresidente Giammattei que ha sido condenado internacional y nacionalmente por su insultante corrupción y violación de todas las leyes, por no tener independencia de poderes sino sujeción a sus órdenes y caprichos.
No hay razón alguna para que esa voluntad política, esa obstinación, esa venganza política contra mi persona la mantenga el actual presidente Bernardo Arévalo que substituyó al más corrupto y nefasto expresidente de la historia.
EXIJO MI LIBERTAD INMEDIATA PORQUE FUÍ SECUESTRADO POR UNA BANDA DE DELINCUENTES MEXICANOS PAGADOS POR LOS NARCO GOBERNANTES DELINCUENTES DE GUATEMALA BURLÁNDOSE DE LAS AUTORIDADES MEXICANAS Y DEL DERECHO DE ASILO QUE YA TENÍA.
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*César Montes es uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) de Guatemala, la primera organización guerrillera. Fue el líder en 1966 de esta organización, pero después se desvinculó de la guerrilla. Actualmente se encuentra detenido en Guatemala por su presunta participación en el asesinato de tres soldados del Ejército guatemalteco, ocurridos en 2019. Está condenado a más de 100 años de prisión. El presidente López Obrador ha reclamado el indulto.
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[…] partir de la muerte de tres marinos, heridos otros tres en Semuy 2, El Estor Izabal, Guatemala, se declaró el estado de sitio durante […]
[…] César Montes es uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) de Guatemala, la primera organización guerrillera. Fue el líder en 1966 de esta organización, pero después se desvinculó de la guerrilla. Actualmente se encuentra detenido en Guatemala por su presunta participación en el asesinato de tres soldados del Ejército guatemalteco, ocurridos en 2019. Está condenado a más de 100 años de prisión. El presidente López Obrador ha reclamado el indulto. […]
[…] *César Montes es uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) de Guatemala, la primera organización guerrillera. Fue el líder en 1966 de esta organización, pero después se desvinculó de la guerrilla. Actualmente se encuentra detenido en Guatemala por su presunta participación en el asesinato de tres soldados del Ejército guatemalteco, ocurridos en 2019. Está condenado a más de 100 años de prisión. El presidente López Obrador ha reclamado el indulto. […]