A Estados Unidos le interesa alejar a México del recuerdo de cómo era nuestro país antes de 1848. Aunque la historia inaugure recuerdos
A Estados Unidos le interesa alejar a México del recuerdo de cómo era nuestro país antes de 1848. Aunque la memoria no alcance, la historia inaugura recuerdos que nunca vivimos.
Surge un temor oculto en Estados Unidos que tendría que ver con una posible revuelta en el sur de su país, por lo menos en los estados del sur, que pertenecen, hoy por hoy, a México.
El actual gobierno mexicano descubre y difunde, desde hace casi siete años, una serie de intereses ocultos en los grupos fácticos y sus lideres, prácticamente todos conservadores y con una tibia manera de expresar abiertamente su descontento.
Estados Unidos observa nervioso y actúa violentamente al respecto, porque considera que, si la oligarquía mexicana siempre dio por sentado que la mitad del territorio secuestrado por ellos era un suceso normal, cotidiano, natural y hasta justo, el desenmascaramiento de las verdaderas intenciones de los conservadores, que muestra una complicidad legitimadora de un despojo está bajo la lupa.
El descontrol de la frontera es, para el gobierno de la Casa Blanca, es el inicio de ir perdiendo territorio, metro por metro. Los recursos humanos y económicos, destinados a la retención de personas, pueden evitarse, pero es necesario decirle al mundo que los mexicanos no van a sus antiguas tierras sino a espacios que no le son propios, de ahí la violencia desatada.
No pueden detener con aranceles a las remesas lo que otorga la historia y la legalidad.
Al tomar Estados Unidos estos territorios para saldar una deuda, al mismo tiempo, se desplazó a empresas europeas que se habían asentado en esos estados. Debían sustituirlas de inmediato por empresas con su anuencia y condiciones
Según el tratado les daban garantías al señalar que se conservaban los derechos de permanencia y garantía de tierras en los territorios ocupados, y se les permite elegir la nacionalidad, cosa que nunca se cumplió.
El trato del ICE hacia los mexicanos no puede dejar de asociarse con el que los israelíes tratan a los palestinos en un territorio que por derecho les corresponde.
El tratado de Guadalupe Hidalgo, se firmó el 2 de febrero de 1848.
La última modificación del Tratado ocurrió el 30 de diciembre de 1853. El levantamiento armado revolucionarios alejó a los mexicanos del triste recuerdo del despojo de tierras de 1848, en cuyo logro tuvieron que ver empresarios y hacendados amedrentados por la revolución mexicana, que tenían ahora más cerca la frontera que antes. Las armas prácticamente se las regalaban a los rebeldes. Era necesario que nuestro país tuviera sus propios problemas antes de ver hacia el norte y al pasado, para considerar un robo la expansión territorial.
Es decir, la violencia, provocada directa o indirectamente desde Estados Unidos, no daba tiempo a los mexicanos a pensar en el desalojo de tierras ocurrido tiempo atrás y los poderosos pueden saltar la frontera sin problemas para proteger sus intereses.
Con la apertura comercial y la obsesión por la inversión extranjera de Miguel Alemán Valdés, muchos de esos capitales regresaron a México, aprovechando los beneficios fiscales que esto implicaba.
Quienes consolidaron el robo de la mitad del territorio mexicano fueron los viejos caciques, hacendados, empresarios clérigos y políticos mexicanos, quienes veían un puente hacia la impunidad luego de ser descubiertos en sus corruptelas.
A Estados Unidos le interesa legitimar al México actual, quieren un país que haya surgido recientemente, que olvide su historia, que carezca de raíces y con ciudadanos con identidad extraviada como le sucede a Trump.
Por eso las actividades del nuevo embajador, Ronald Johnson, ex agente de la CIA, y ex espía en El Salvador, están encaminadas a marcar límites, fortalecer fronteras, desaparecer identidades. Debe medir el descontento en México y los peligros que pudieran desmoronar su poderío.
El embajador Johnson, condenó las manifestaciones en Los Ángeles ordenadas por Trump. Nadie debe olvidar que una de sus primeras órdenes como presidente fue el indulto a los líderes de los grupos ultraderechistas que tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021, como es el caso de Enrique Tarrio, condenado a 22 años de cárcel.
La administración Trump considera que si el actual gobierno termina por desacreditar y desnudar completamente a la oligarquía mexicana y denunciar su apoyó a su supuesta hegemonía por más de siglo y medio, todas las decisiones y contubernios de esa minoría pudieran ser colocadas en el banquillo de la historia, entre ellos considerar un hurto con fecha 2 de febrero de 1848.
Desde el momento en que se desacreditan acciones y declaraciones de una derecha pueblerina que todavía acude a territorio estadounidense para acusar a su gobierno, en busca de la tutoría perdida, se descubre el ilícito internacional que le costaría posibles revueltas, rebeliones empresariales, enemistades dentro y fuera de su país, y hasta un posible dictamen de algún tribunal internacional.
A Estados Unidos le interesa legitimar a México, al México actual, alejarlo del recuerdo de cómo era nuestro país antes de 1848. Aunque la memoria no alcance, la historia inaugura recuerdos que nunca vivimos.