Por César Montes, desde la cárcel en Guatemala*
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Amanece neblina que al salir el sol se disipa lentamente y hace brillar las gotas de rocío que cada mañana perlan las flores, las hojas del maíz que crece en abundancia, las hortalizas e incluso la lana de los carneros que por cientos blanquean los prados verdes que desde antes de la conquista española se encontraban sembrados por sus laboriosas manos.
Por su lejana ubicación y escabroso camino para llegar a esos sitios la conquista de los Ixiles tardó. Tuvieron que enviar por delante a los curas católicos que les predicaron la existencia de un Dios de barbas rubias, ojos azules, que según los curas era superior a sus dioses morenos como ellos. Pero lo más significativo es que ese nuevo y superior Dios exigía mansedumbre, paz y mucha obediencia.
Los ixiles en cambio, recibieron la biblia, pero abrieron bien sus ojos para que no les robaran sus tierras. De tal manera que nunca perdieron el dominio ni la propiedad de sus tierras que las consideraban dones de la naturaleza que debían conservar para sus hijos y nietos.
Debido a su carácter levantisco, como lo llamaron los conquistadores y sus descendientes, se les exigió que sus ropas fueran rojas y blancas para que no pudieran confundirse con la maleza verde que en todas partes del área ixil dominaban.
Aceptaron esos colores, pero los adornaron con grecas y bordados que daban fe de la gran capacidad en sus telares para ir contando los hilos de un color y otro para dar finalmente una identidad propia a lo que se les había impuesto.
Sus coloridos trajes típicos son apreciados y envidiados. A finales del siglo XX se llegaron a copiar sus creaciones artesanas para confeccionar telas impresas con esas creaciones propias de su arte y capacidad creadora.
La iglesia se convirtió en instrumento de dominación de las conciencias, con la llegada de algunos ladinos tuvieron que aceptar a regañadientes que compraran tierras vecinas en sus municipios. Mantuvieron resistencia y persistieron en sus costumbres profundamente arraigadas.
Se diseñaron distintas formas de influenciar y aceptar la religión, aunque con un sincretismo que dejaba intactos algunas de sus prácticas rituales.
Quién más pudo influirlos fue lo que llamaban “Acción Católica” que permitía iniciativas a los practicantes de ella. Al saber de nuestra presencia guerrillera en la zona del Ixcán que llegaba a extenderse en extensas planicies similares al departamento de Petén, un grupo se reunió y decidieron enviar a dos de ellos simulando que eran comerciantes que bajaban a vender mercaderías que cargaban a sus espaldas, para contactar con nosotros.
Lograron hacerlo y nos pidieron que subiéramos a sus municipios donde había mucha pobreza y aislamiento del resto del país. Nos guiaron para subir por escabrosos caminos. de manera que nuestra llegada se ignoró por los organismos de control del gobierno y ejército.
Eso nos dio amplio margen para reunirnos con pequeños grupos que quisieran escuchar nuestros sueños y lo que para ellos significaría el triunfo de una revolución que ya estaba formando un Ejército Guerrillero de los Pobres como era el nombre de nuestra organización.
Recorrimos aldeas de los tres municipios logrando organizar muchas células clandestinas en cada localidad. Les enseñamos que era la guerra de todo el pueblo en contra de quienes los tenían abandonados y querían despojarlos de sus terrenos convirtiéndolos en peones en sus propias tierras. Logramos crecer en amplias zonas y numerosas personas.
Caminábamos por las noches de una aldea a otra para preservarlos de cualquier represión que sabíamos podría darse. Así aprendimos a comer el box bol una pelotita de masa con salsa picante que se cocía envueltos en hojas del maíz para darles sabor.
Como era natural se filtró la información de nuestra presencia y establecieron un pequeño destacamento militar en Nebaj.
Cuando los militares, en uno de sus múltiples Golpes de Estado que le dieron al presidente de la República General Romeo Lucas García, decidieron reforzar su presencia en la zona Ixil, enviando como castigo a quien se hacía llamar el Mayor Tito, que no era otro que Otto Pérez Molina que nunca había tenido experiencia de combate y que al llegar no salía del puesto de mando de su campamento más que a la letrina.
El ejército cuando se movía a alguna de las aldeas siempre sufría bajas por las trampas que se habían instalado previamente a su llegada por los comités locales de resistencia.
En los enfrentamientos armados los pobladores hacían bajas mortales entre los militares sin ellos sufrirlas. Se les estaba escapando de las manos el control del territorio que dominaban las organizaciones clandestinas de las localidades.
Puede encontrarse fácilmente en YouTube un video donde los soldaditos rasos le informan a un periodista norteamericano que le habían entregado vivos a varios guerrilleros para que los interrogara el Mayor Tito y que amanecieron muertos, pudiéndose observar ya muertos a quienes ellos mencionaban.
Se modificó la doctrina del ejército definiendo a las comunidades originarias, a los llamados indígenas, como El Enemigo Interno. A los ixiles se les consideró como los mas importantes miembros de ese enemigo interno a destruir, a eliminarlos aún estando en el vientre de las madres.
De esa manera justificaron las masacres de aldeas enteras en lo que denominaban Tácticas de Tierra Arrasada con la que borraran del mapa aldeas enteras hasta sus cimientos, quemando incluso los árboles de raíz de los frutales además de los sembradíos de frijol, maíz y hortalizas.
Muchas comunidades ante la cercanía de las tropas del gobierno huyeron todos los miembros de aldeas enteras llevando en sus espaldas las pocas pertenencias y alimentos que pudieron cargar, se refugiaron entre los montes y los declararon guerrilleros y no aldeanos desarmados huyendo. Fueron bombardeados por aviones y ametrallados por helicópteros.
Las madres e hijos rezagados y capturados fueron asesinados sin piedad estrellando a los niños contra piedras o árboles para partirles el cráneo. Se justificaban diciendo: Cuando sean grandes serán guerrilleros, mejor matarlos pequeños. A las madres las violaban múltiples veces antes de mutilarle los pechos y asesinarlas. Se trataba de aniquilar a todo Ixil que se capturaba.
Nunca se entregaron prisioneros a las cárceles lo cual es matemáticamente imposible. Algunos, quizá muchos deben haber sido capturados enfermos o cansados, todos indudablemente les quitaron la vida en los caminos o los cerros donde eran capturados y asesinados sin juicio alguno. Entre las practicas más conocidas fue la de sacarles el corazón o el hígado y comerlo crudo en un acto de antropofagia que se les enseñaban en el entrenamiento llamado de Kaibiles.
La estrategia era acabar físicamente con todos lo Ixiles, convirtiendo su tierra en un infierno donde ardían sus viviendas de techo de paja o pasto, levantando gruesas columnas de humo que advertían el destino de todas las viviendas de sus aldeas.
Se supo de un oficial que aseguró que una vez terminada la población, aquellos verdes pastos, lagunas encantadoras, valles fértiles, paisajes que recordaban las imágenes de la campiña suiza, serían repartidos a los oficiales al igual que se habían repartido las tierras del departamento del Petén.
Fue el área que más muertos civiles sufrió durante el feroz enfrentamiento armado interno.
También fueron los Ixiles los que acusaron al dictador Efraín Ríos Montt en las cortes exigiendo justicia y sobre todo las mujeres sobrevivientes lo encararon durante el juicio que lo condenó por genocidio convirtiéndolo en un caso paradigmático.
Un ex presidente de facto era condenado en su propio país gracias a la valiente y decidida participación de las mujeres ixiles que han parido mártires y héroes de la lucha popular en defensa de la vida, de su tierra, de sus derechos humanos conculcados. No buscaban quién era guerrillero, sino quién era Ixil para robarles su paraíso, para convertirlo en un infierno. Fin
*César Montes, de 82 años de edad, está injustamente detenido en el Penal de Hombres y Mujeres de la zona 17 de Guatemala, con una condena de 175 años. Montes es el último guerrillero revolucionario del siglo veinte.