Todos somos Fidel. Las condiciones económicas del pueblo cubano han sido sumamente adversas. Desde que el fiscal general estadounidense Robert Kennedy, hermano del presidente en turno, solicitó detener la colaboración de la entonces Unión Soviética y Cuba.
Esto, por la amenaza que, supuestamente, significaba una base militar rusa en el país de Fidel Castro. Además, no iban a permitir, entre otras cosas, el avance del comunismo en América.
Satanizar la forma diferente de vivir por la vía socialista marcó la política exterior estadounidense. Basada, en el hostigamiento, la amenaza arancelaria, la invasión y la extorsión.
Los principios fundamentales que tienen los países socialistas. Como la riqueza equitativamente distribuida y la búsqueda del bienestar de toda la población, son para Estados Unidos una idea falsa. Una amenaza política, bélica y comercial.
De esta manera, gobierno que no haya coincidido con la cultura del libre mercado. Así como la defensa de la democracia al estilo yanqui y el derecho a intervenir en cualquier territorio ajeno, es como un enemigo en potencia.
El argumento que esgrimen con vehemencia republicanos o demócratas -no importa cuál- fue, y lo es hasta hoy, el derecho a defender la libertad. Así como la democracia y la paz social del pueblo gobernado por un traidor, o un dictador. Aunque éste no existiera sólo es mencionado como pretexto.
Así empieza el hostigamiento. Y, desde ese momento, el país en la mira se habrá convertido en enemigo. A partir del 7 de febrero de 1962, la resistencia histórica del pueblo y gobierno de Cuba se enfrentarían a cientos de sanciones. De todo tipo, pero lo más grave fue la condena prolongada por décadas.
Desde aquella fecha ha sido sorprendente el avance cubano en rubros casi imposibles de llevar a cabo con tales sanciones económicas y financieras. Por ejemplo, tienen un mayor desarrollo educacional comparado con el de Estados Unidos.
En cuanto a la atención médica universal, imposible no sorprenderse por el sistema de atención a la población. Pese a la escasez de equipos y medicamentos.
En Estados Unidos, recuperar la salud cuesta una fortuna. La atención privada es un negocio millonario y gigante. En ese país, lo mejor es no enfermarse y mucho menos si se es inmigrante; tanto peor si la permanencia es ilegal.
Respecto a las ciencias, no se pueden ocultar los logros en áreas como la medicina preventiva y en especialidades como la cardiología, genética y otras. Imaginemos el enorme desarrollo con mayor y suficiente apoyo económico.
Estamos hablando de sanciones económicas fascistoides que se prolongan sin motivo legítimo alguno. La medida que, para la comunidad internacional es inhumana, incongruente, rupestre y que, año con año, la repudian en la ONU, pero no podido revertirla.
Increíblemente, la negativa de tres miembros obstruyen la decisión de 185. ¿A eso le llaman democracia?
Lo anterior nos demuestra que la directiva de la Asamblea General de la ONU. No cuenta con creatividad y talento para generar condiciones que permitan cancelar definitivamente todas las sanciones contra Cuba.
No obstante el rechazo mundial a dicha ilegal medida. Se propuso de nueva cuenta, por los consejeros políticos estúpidos y criminales supinos de los periodos presidenciales de 1993 a 2001. Y no sólo eso, sino que la apoyó el expresidente William Clinton, quien supo que la controvertida medida no tenía lógica ni utilidad.
El tiempo le dio la razón. Después de 60 años, lejos de destruir la vía socialista que pueblo y gobierno cubanos adoptaron, la sobrevivencia en Cuba ha sido posible.
A lo largo de tantas décadas han demostrado la gran capacidad de resistencia y resiliencia de varias generaciones. Es admirable la conciencia social y política que sigue predominando en la colectividad de ese país.
Clinton priorizó el crecimiento económico. Así como la creación de fuentes laborales, propuso desarrollo educacional, disminuyó las contribuciones a los medicamentos para beneficio de la población de la tercera edad.
Mejoras que fueron tomadas del Programa de Salud cubano. Pero el expresidente, prohibió a empresas estadounidenses la comercialización con el gobierno de Castro por más de 700 millones de dólares al año.
Así nació la primera ley comercial trasnacional. Lo que no queda claro es que si por una menor cantidad anual podría existir algún convenio con Cuba.
La amenaza sigue presente, pero muy pronto la pesadilla debe terminar para el pueblo cubano. Continuemos exigiendo alto definitivo a las sanciones.
Coincidimos con la declaración del presidente Miguel Díaz-Canel. Durante la apertura de la Cumbre de los Pueblos: Manifestamos la convicción de que no bajaremos los brazos ni nos pondremos de rodillas para pedir perdón por defender el derecho a la diferencia.
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*Catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, analista político, promotor del Comité de Intelectuales en Defensa del Petróleo. Es colaborador de Prensa Latina
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