Comer sano, sabroso y sin ostentación es motivo para presumir y el presidente López Obrador no se hace del rogar cuando de probar la comida tradicional mexicana, se trata.
“Recorrer el país por años, en cumplimiento del deber, me ha permitido conocer pueblos, desiertos, valles, costas, historias y los sitios donde se come sabroso, sano y sin ostentación”, dijo en sus redes sociales.
Al hacer una parada en “La Cabaña”, un local cerca del aeropuerto de Guadalajara, donde comió un par de gorditas, el mandatario nuevamente abre una página de la gastronomía mexicana, tan mestiza y por lo mismo tan diversa y vasta.
Ejemplo del sincretismo está en la “gordita de chicharrón”, maíz y cerdo, dos sabores, dos culturas, dos historias en un apetitoso bocado, que lo mismo es antojito callejero que una comida completa.
El menú presidencial dejó los manteles largos, los salones afrancesados y los platos gourmet para situarse en un local a pie de carretera, una fonda o un popular restaurante en cualquier punto de la geografía mexicana.
Y es que a diferencia de otros mandatarios, el presidente López Obrador ha recorrido palmo a palmo el país y ha degustado los sabores de cada lugar: un puchero tabasqueño, la barbacoa hidalguense, los tamales chiapanecos, la cecina morelense, las tlayudas oaxaqueñas, el frijol con puerco yucateco,
Así como el sabor casero de una buena sopa de fideos o un plato de albóndigas o arroz, con sus tortillas de maíz calientitas y una buena jarra de agua fresca (de jamaica, por favor).
Sano, saludable, con sabor de hogar y la más de las veces, económico. Comida mexicana en todo lugar y en todo momento.
Esos sabores que nos remiten a nuestra historia, a nuestros pueblos, a las cocinas o los fogones, el entorno donde hemos sazonado una cultura.
El presidente López Obrador no escatima nunca en reconocer ese legado ni en presumir y compartirlo, porque ese también es parte del legado: dar, compartir, convidar a la mesa a los amigos, a la familia e incluso dirimir diferencias con los no tan amigos.
Y ese festín que representan los sabores de la comida mexicana, lo han vivido personajes de otras latitudes degustándolos en los salones de Palacio Nacional, ese recinto histórico que pasó de la opulencia y el rancio abolengo, a ser hoy en la casa del pueblo donde el menú presidencial donde se comen tamalitos de chipilín y se toma agua de jamaica.
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M21