Sheinbaum-Gálvez, una de ellas será la presidenta de México en el periodo 2023-2030.
El 1 de marzo en México, fecha para que los candidatos en las elecciones del 2 de junio iniciaran su campaña proselitista, marcó la contrastante impronta que distingue a los grupos políticos en pugna.
Las líneas de todas las candidaturas -pues están en juego más de 20 mil cargos en las 32 entidades federales- las marcaron dos mujeres. Una de las cuales será la presidenta de México en el período 2024-2030: Claudia Sheinbaum, por la coalición oficialista Sigamos haciendo historia, y Xóchitl Gálvez, de la alianza derechista Fuerza y Corazón por México.
Sheinbaum -para quien el amplio Zócalo capitalino quedó pequeño y las calles laterales también se desbordaron de paisanos seguidores de la exjefa de gobierno capitalino- decidió por un discurso programático en correspondencia con el nombre y contenido de la coalición y el propósito principal de seguir haciendo historia.
La base de su discurso fueron las realizaciones del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en los marcos de la Cuarta Transformación.
El título hace mención a una continuidad histórica e independentista desde el cura Miguel Hidalgo hasta la Revolución mexicana de Francisco I Madero, Francisco Villa y Emiliano Zapata, pasando por Benito Juárez, y a la institucionalidad del pensamiento político que la sustenta.
En ese sentido, Sheinbaum hizo un alegato por el México histórico y combatiente con una puntualización muy específica del pueblo como protagonista principal y, tomando como base esa realidad insoslayable, presentó un programa de gobierno de un centenar de compromisos.
Así lo hizo en su momento López Obrador, pero ahora con la variante de una proyección estratégica que garantice permanencia en tiempo y forma a la Cuarta Transformación.
Fue un proyecto de nación bajo un juramento de fidelidad cuyo centro develó en palabras muy simples y sentidas: “voy a estar a la altura de las circunstancias y vamos a seguir haciendo de México el mejor país del mundo. Tengo claro que no llego yo, llegamos todos, con nuestros ancestros y con nuestras hijas”.
Asumió que su obligación será “llevar a México por la paz, la seguridad, la democracia y dar continuidad a la austeridad republicana y cero corrupción”.
Y a renglón seguido explicó cómo iniciarlo con los cien compromisos puntualizados en los que hace suyas las reformas constitucionales del presidente, el plan para consolidar y ampliar los proyectos del Ejecutivo, los nuevos programas sociales para el pueblo que componen el cuerpo de proyecto de nación si gana el 2 de junio.
El discurso de su rival fue completamente opuesto al de ella. Gálvez optó por el tradicional populismo de derecha de su promotor, el conservador Partido Acción Nacional, conocido por sus posiciones extremas en favor de la privatización con las cuales surgió, para enfrentar la nacionalización del petróleo del presidente Lázaro Cárdenas en 1838
Luego fue la industria eléctrica mexicanizada por Adolfo López Mateos. La presencia de los partidos otrora de izquierda, como el Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), tienen la intencionalidad de hacer creer en la existencia de un cierto ablandamiento en la dura costra ideológica del conservadurismo tradicional mexicano.
El discurso de Gálvez estuvo precedido de una gran campaña contra el presidente López Obrador, a quien llamaron “narco presidente”, y por extensión a Claudia y a Morena, tomando como eje una inusitada intensidad de la violencia del crimen organizado con asesinatos de candidatos electorales -incluso de filas del conservadurismo.
Como denunciaron fuentes de Morena, ese parece ser el real telón de fondo de que Gálvez escogiera Fresnillo en el estado de Zacatecas, de tan poco significado en el panorama comicial, para su lanzamiento de campaña, pero, según las estadísticas, el lugar en estos momentos de mayor índice de criminalidad.
Sin sugerir un programa de gobierno en regla, Gálvez llegó al extremo populista y con lenguaje muy alejado propio de una estadista, se pinchó un dedo para garantizar con su sangre el compromiso de acabar a lo Bukele con los criminales y la construcción de grandes cárceles.
Cuál de estos dos discursos habrá sido más escuchado, mejor atendido, más creído por los mexicanos, se sabrá el 2 de junio próximo cuando sepamos quién de las dos mujeres será la que se instalará en el despacho presidencial del Palacio Nacional con el retrato de Benito Juárez a sus espaldas como vigilando su quehacer.
Prensa Latina/rgh/lma