Por César Montes / Desde la cárcel en Guatemala*
La izquierda electoral no tiene vocación de poder. Y una izquierda deja de serlo si no lo tiene. La perdió en el camino, al conformarse con las migajas que caen de la mesa de los grupos de poder, los de la clase dominante.
No se concibe una izquierda que no construya un proceso para llegar al poder. Por las buenas, pacíficamente o por procesos violentos, armados o de insurrección. Por el uso de las armas o por procesos pacíficos y electorales.
¿Para qué otra cosa se constituye un movimiento o un partido revolucionario si no es para la toma del poder?
La izquierda electorera se conforma contando cuantos diputados se consiguieron en la última elección, cuantos en la anterior y aspirar a uno o dos diputados más en la que viene.
Se han convertido en izquierda testimonial. Todos se dicen herederos de las generaciones combativas precedentes porque ellos ya no lo son. Este señalamiento crítico es como un aporte a la reflexión y para retomar el camino perdido.
Se trata de seguir difundiendo las ideas y los ideales que nos llevaron a dedicar nuestras vidas en búsqueda de un mejor destino para la parte más desamparada de nuestros pueblos. No es seguir junto a los viejos militantes mientras se mueren uno tras otro.
Los verdaderos militantes de la izquierda en estos momentos no deben ni pueden estar lamiéndose las heridas como los bueyes viejos. Deben estar programando acciones en favor de los luchadores sociales perseguidos, detenidos, desaparecidos o exilados de sus países.
Deben los militantes de izquierda estar atentos al resurgimiento de la derecha y ultraderecha en el panorama nacional e internacional.
No se concibe un revolucionario sin un proceso de cambio del estado de cosas en manos de las llamadas “democracias occidentales” que ya fracasaron en manos del neoliberalismo que profundizó las disparidades económicas insultantes.
El militante de izquierda es un organizador y transformador social. No alguien que se organiza solo para lograr algunos peldaños en los congresos nacionales llenos de personajes corruptos y politiqueros, para compartir con ellos las migajas de cuotas de poder de los partidos electoreros usados para ascensos personales y no para transformaciones sociales o desarrollo de las economías de los países donde militan.
El militante de izquierda no puede llegar a un cargo nombrado por un gobernante para darle participación a las minorías, que siempre representan las izquierdas electoreras y no entender que está sirviendo al statu quo. O lo que es peor, caiga en la tentación de hacer lo que hacen todos los que llegan a funciones gubernamentales y caen en los mismos métodos de corrupción de la mayoría de los funcionarios.
Es mucho más grave que existan partidos de izquierda o militantes de izquierda que llegan por elección popular y repiten el ciclo de los partidos comunes y silvestres, la mayoría de ellos: hacer campaña prometiendo mucho y luego gobernar incumpliendo muchas o todas sus promesas electorales.
Hay militantes y gobernantes de izquierda, que han vivido o gobernado según sea el caso, nombrando al pueblo, en nombre del pueblo y a espaldas al mismo. De pronto al mencionar su gobierno se refiere al mismo como si realmente fuera el gobierno de todo el pueblo, cuando en realidad sustituyen a todo el pueblo por su partido y a su partido por el comité central del mismo y a ese por él mismo.
Se trata de democracia participativa y no sólo que su partido, comité central y por último el mismo sea la democracia representativa. No se trata de representar o sustituir a nadie y mucho menos a todo el pueblo por sí mismo. La conciencia colectivista debe ser una de las características de la izquierda. Siento que ha perdido esa premisa cuando eran minoría o esfuerzo inicial para crecer y buscar el poder del conjunto de la sociedad.
Siento que ha pasado la época de los grandes dirigentes de izquierda y de derecha. Con sus luces y opacidades. Virtudes y defectos. Nos referimos al papel de estadistas que cumplieron papeles dirigentes como Lenin, de Gaulle, incluso Stalin, Churchill, Lumumba, Ben Bella, Fidel Castro, Salvador Allende, Ernesto “el Che” Guevara, Hugo Chávez Frías, para sólo mencionar algunos.
Si la izquierda y sus militantes no hacen nada, están haciendo todo. Es decir que se convierten en culpables por omisión, o cómplices por que dejan hacer a la derecha lo que quiera o pueda contra los intereses de sus naciones.
Con la irrupción sorpresiva del Partido Semilla y sus candidatos Bernardo Arévalo y Karin Herrera, en el escenario político guatemalteco, se demostró que la acumulación de insatisfacciones de la nación tuvo su respuesta en las urnas electorales al dejar fuera de la contienda a 11 partidos que perdieron su registro y sepultar a la derecha corrupta en una ignominiosa derrota.
Nueva forma de hacer política derroto a las tradicionales practicas clientelares condenables como la de entregar despensas alimentarias, fertilizantes, rifas de motos, electrodomésticos, televisores. Grandes reuniones con conjuntos musicales e incluso con mujeres explotadas por sus cuerpos exuberantes y sus concesiones afectivas. Tampoco podían faltar los mariachis y almuerzos opíparos.
Este nuevo sujeto político también tiró por la borda las tesis que afirmaban: NO HAY LÍDERES EN ESTE PAÍS. SOMOS UN PAÍS ALETARGADO DE AGACHONES Y SUMISOS. Y otras sandeces que los sectores de poder acumularon en la mente de la población desde 1954 a la fecha. Nos querían divididos, calladitos, con la espina dorsal de gelatina, genuflexos, dóciles, con el opio del pueblo de iglesias religiosas al servicio de las minorías dominantes.
Pocos militantes de izquierda estuvieron encabezando la resistencia a los que pretendían impedir la toma del poder por el vencedor en las urnas. Las elecciones se convirtieron en batalla judicial que impidiera el resultado obtenido en las urnas. Finalmente, el tribunal supremo electoral confirmó que quien había ganado en las urnas debía asumir la presidencia de la república. Sin embargo, el Ministerio Público como entidad con autonomía se ha convertido en la trinchera del pacto de corruptos que le compite al Poder Ejecutivo sin que este pueda impedirlo por su excesiva conducta diplomática muy conservadora.
La izquierda electorera está dividida, muy dividida en fracciones que no son determinantes, que en cada elección pierden votantes. El deber de la izquierda en este contexto es recuperar la vocación de poder que han perdido. Recuperar la unidad de izquierda es tarea urgente. Vincularse a los nuevos sujetos políticos es otra. Y cómo lo he dicho reiteradas veces: no se concibe una izquierda que no luche por hacer la revolución que es el deber de todo revolucionario.
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*El 12 de octubre de 2020 César Montes fue detenido ilegalmente en México y trasladado bajo secuestro a Guatemala. Injustamente detenido, preso y condenado a 175 años de cárcel, es el último guerrillero revolucionario del siglo veinte. Desde distintos países del mundo llegan firmas para que la justicia guatemalteca revea su situación y lo libere. Mientras tanto escribe desde su encierro. Publica sus recuerdos y reflexiones que interpelan críticamente a una sociedad que no atina a reaccionar frente a la embestida de la derecha. Este artículo se publicó en el Semanario PREGUNTAS y se reproduce con permiso del autor.