A lo largo de estos meses he escuchado a familiares, amigos y completos desconocidos hacer un llamado al grito de guerra para no vacunarse contra el virus SARS-COV-2.
Normalmente, cuando me encuentro con este tipo de personalidades, de corazón le recomiendo a sus familiares buscar un tanatólogo y alistarse para la muerte.
Sin duda, la lógica de los antivacunas les da menos posibilidades de sobrevivir a este mortal virus, en particular si no están vacunados.
Hace algunos años me enteré de un movimiento en los Estados Unidos llamado “Los antivacunas” son una especie de culto que se niega a vacunar a sus hijos desde que nacen.
Yo me imagino que esas personas no tienen mucho apego a sus hijos, pues en cualquier momento los pueden perder de una poliomelitis o sarampión.
Sin embargo, cuando el llamado a la no vacunación viene de un político, o de todo un grupo político como los legisladores del PAN, es notorio que no solo no tienen ningún tipo de apego al pueblo que quieren representar, sino que de manera frenética, buscan cómo hacernos daño.
Me doy cuenta, con mucha pena, que nuestra clase política, en especial la de oposición tienen un alto distintivo de ignorancia. Una vacuna -cualquier vacuna- tarda al menos diez años en desarrollarse.
El virus del VIH se descubrió en 1986 – hace 25 años- y hasta el día de hoy no hay vacuna.
No obstante, durante los últimos doce meses las mentes más instruidas de la ciencia junto a las naciones más poderosas, desarrollaron vacunas y tratamientos diversos contra el virus SARS-CoV-2 en una hazaña de la ciencia sin precedentes.
Hasta el momento, China, Rusia y Estados Unidos de Norteamérica han desarrollado vacunas que de acuerdo a sus datos, son 90% eficientes para combatir las cepas del virus que causa la enfermedad COVID-19.
Los datos son públicos y están en las páginas web de los centros nacionales de investigación de esos cuatro países -obviamente en chino, ruso e inglés- El tema de que no existen datos publicados y corroborados por la comunidad internacional es falso. La revista The Lancet, publicó a mediados del año pasado los resultados de las dos primeras etapas en los ensayos de las vacunas Sputnik V de Rusia, y la Ad5-nCoV de CanSino Biologics de China.
Debemos de estar conscientes que todas las vacunas que hoy en día se están aplicando, sólo han presentado resultados contundentes de las dos primeras fases.
La vacuna de Astrazeneca es un enorme logro de la ciencia, aún así desarrolló la fase III de forma apresurada y poco ortodoxa, esto fue a causa de la emergencia sanitaria.
La falta de procedimientos a largo plazo y algunas dudas sobre las reacciones alérgicas graves que produce, no la hace ni patito, ni gansito.
Al igual que las otras vacunas pasará por un proceso largo y complicado para garantizar la mejora, constantemente.
Pero en este momento, las vacunas que superaron las fases I y II, y que están en fase III, son la mayor esperanza que tenemos para sobrevivir a este despiadado virus. Hay que vacunarnos, ni siquiera lo dudemos.
La ciencia tardará, por lo menos una década, en desarrollar una vacuna enteramente eficiente y óptima.
Eso significa que pasarán 10 años o más en afinar los procedimientos de producción de vacunas contra el COVID-19 y efectivamente erradicar este maldito virus.
Para entonces nadie se acordará de la infodemióloga Lilly.
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M21