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octubre 27, 2025Incel, la palabra que los padres deben conocer antes de que sea tarde
Incel: lo que comenzó como un foro de apoyo emocional se transformó en una subcultura donde la frustración se vuelve identidad y la tristeza, bandera. Los jóvenes Incel no odian a las mujeres; se odian a sí mismos por sentirse invisibles.
Incel: lo que comenzó como un foro de apoyo emocional se transformó en una subcultura donde la frustración se vuelve identidad y la tristeza, bandera. Los jóvenes Incel no odian a las mujeres; se odian a sí mismos por sentirse invisibles.
Ingeniería Política. Por: Aldo San Pedro / X: @a_snpedro
Vivimos en una época en la que los jóvenes se comunican más que nunca, pero se escuchan menos que antes. Entre pantallas, algoritmos y foros anónimos, la soledad se ha convertido en una enfermedad silenciosa que ya no se combate con compañía, sino con conexión. En ese vacío digital ha surgido una palabra que parece ajena, pero que describe a miles de jóvenes en México y el mundo: incel, abreviatura de involuntary celibate o “célibe involuntario”. Lo que comenzó como un foro de apoyo emocional se transformó en una subcultura donde la frustración se vuelve identidad y la tristeza, bandera. Entenderlo no es un acto de miedo, sino de prevención.
¿Cómo surgió?
El término nació en 1997, creado por una joven canadiense que buscaba un espacio seguro para quienes se sentían rechazados o sin pareja. Sin embargo, con el tiempo, los foros abiertos en plataformas como Reddit o 4chan fueron apropiados por hombres jóvenes que encontraron en el anonimato un refugio ante la vergüenza, pero también una caja de resonancia para el enojo.
La evolución fue clara: del acompañamiento al resentimiento. Las investigaciones de Current Psychiatry Reports y de la UNAM señalan que esta mutación coincide con el aumento de la depresión y la ansiedad entre varones jóvenes. La falta de educación emocional y de referentes masculinos positivos permitió que el dolor se convirtiera en ideología.
Asesinato en la UNAM
En México, el fenómeno salió del anonimato tras casos trágicos como el ocurrido en el CCH Sur de la UNAM, donde un estudiante de 19 años asesinó a un compañero de 16. Las investigaciones periodísticas de El País y los estudios universitarios sobre el “fenómeno incel” coinciden en algo inquietante: el discurso del odio no nace de la maldad, sino del abandono. Muchos de estos jóvenes no odian a las mujeres; se odian a sí mismos por sentirse invisibles. Cuando la frustración no encuentra escucha, se convierte en comunidad; cuando la comunidad se valida en la tristeza, la tristeza se vuelve doctrina.
Las plataformas digitales han sido el terreno fértil para esa transformación. Los algoritmos no juzgan: solo amplifican. Un video sobre consejos amorosos puede llevar, en cuestión de clics, a discursos misóginos o fatalistas. La black pill —la “píldora negra”— representa esa rendición simbólica ante el fracaso, la idea de que nada puede cambiar porque “el mundo está hecho para otros”. Ese determinismo emocional tiene efectos devastadores: el joven deja de intentar, y la sociedad deja de buscarlo. Por eso, la UNAM advierte que el fenómeno incel debe tratarse como un problema de salud pública, no de criminalidad.
Hablar con los hijos sobre esto no es invadir su intimidad digital, sino acompañar su vida emocional. Los expertos coinciden en que el antídoto no está en la censura ni en la vigilancia, sino en la conversación. Preguntar qué sienten, qué ven y qué los motiva a pasar horas conectados es más útil que prohibirles un teléfono. La familia sigue siendo la primera red social, y su algoritmo es la empatía. Si los jóvenes encontraran en casa la validación que buscan en foros anónimos, muchos jamás llegarían a identificarse como incels.
Señales de alerta
Las señales de alerta son sutiles: el aislamiento progresivo, el lenguaje autodespectivo, la pérdida de interés por el estudio o el cuidado personal. No requieren castigo, sino comprensión. La UNAM propone una ruta clara: educación emocional en las escuelas, atención psicológica accesible y alfabetización digital para madres, padres y docentes.
Porque este fenómeno no es exclusivo de la juventud ni del entorno universitario. Es un síntoma del tiempo: una sociedad hiperconectada y emocionalmente desconectada. Si los adultos no aprendemos a escuchar, los jóvenes buscarán su lenguaje en la red. Y si la red les responde con odio, ese odio terminará hablándonos de vuelta.
El fenómeno incel no es una moda ni una amenaza abstracta: es el reflejo más crudo de una generación que vive acompañada por pantallas, pero huérfana de escucha. Detrás del término hay jóvenes que no encontraron lenguaje para nombrar su soledad y terminaron hallando refugio en comunidades donde el dolor se replica hasta volverse ideología. Comprenderlos no significa justificar, sino prevenir.
La verdadera respuesta no está en la censura ni en el miedo, sino en reconstruir los vínculos que la era digital debilitó: enseñar a sentir, a perder y a hablar sin vergüenza. Si las familias, las escuelas y la sociedad aprenden a escuchar antes de que el silencio se vuelva odio, todavía estaremos a tiempo.
* [email protected] / Instagram: aldospm / Facebook: Aldo San Pedro


