Con Gateway Process la CIA evaluó un protocolo para inducir estados mentales capaces de trascender el tiempo y el espacio
Bajo el nombre Analysis and Assessment of Gateway Process, la CIA evaluó un protocolo que combinaba neurociencia, física cuántica y acústica cerebral para inducir estados mentales capaces de trascender el tiempo y el espacio.
En junio de 1983, mientras el mundo observaba las tensiones nucleares y los movimientos de la Guerra Fría, el Ejército de Estados Unidos entregaba un informe secreto que, décadas más tarde, seguiría desconcertando. No se trataba de misiles ni de espionaje convencional, sino de algo más audaz: un modelo operativo para expandir la conciencia humana.
Bajo el nombre Analysis and Assessment of Gateway Process, la CIA evaluó un protocolo que combinaba neurociencia, física cuántica y acústica cerebral para inducir estados mentales capaces —según sus propios términos— de trascender el tiempo y el espacio.
A cuarenta años de distancia, este documento sigue representando una hipótesis estratégica: que la conciencia humana podría ser, en esencia, una interfaz de lectura y escritura del universo.
El corazón del proceso Gateway es una técnica llamada Hemi-Sync (sincronización hemisférica), que utiliza sonidos especiales para lograr que ambos hemisferios cerebrales trabajen de forma armónica. Estos tonos, conocidos como binaurales, inducen frecuencias cerebrales específicas —como las ondas alfa o theta, vinculadas con la meditación profunda— mediante la diferencia sutil entre los sonidos emitidos en cada oído.
Cuando esta sincronía ocurre, la mente entra en un estado de coherencia que el informe compara con el funcionamiento de un láser: una energía altamente concentrada y ordenada, capaz de interactuar con patrones complejos del entorno. Es decir, una mente entrenada podría pasar de funcionar como una lámpara dispersa a operar como un haz coherente y poderoso.
Pero la clave del método no está solo en el cerebro. El informe sostiene que al reducir el eco interno generado por el latido cardíaco —mediante respiración controlada y relajación profunda—, el cuerpo entero puede vibrar en una frecuencia cercana a los 7 hertz, la misma que la resonancia electromagnética natural de la Tierra, conocida como resonancia Schumann.
Esta coincidencia permitiría, en teoría, que el cuerpo humano entrara en sincronía con el campo terrestre, funcionando como un oscilador coherente. Bajo estas condiciones, el cerebro no solo amplificaría su energía, sino que comenzaría a percibir información que normalmente está fuera del alcance de los sentidos.
A partir de aquí, el documento introduce uno de sus conceptos más provocadores: que la realidad no es una secuencia de objetos sólidos, sino un holograma energético. Según el físico David Bohm y el neurocientífico Karl Pribram —citados por el informe—, la mente humana funciona como un receptor holográfico. Capta patrones de energía que ya existen en el universo y los interpreta mediante comparación con su memoria interna.
Esto implica que el tiempo, el espacio y la percepción no son constantes absolutas, sino resultados de cómo nuestra conciencia sintoniza y organiza lo que percibe.
El informe profundiza: cada onda cerebral, al oscilar, atraviesa microinstantes de reposo absoluto. En esos momentos —que la física cuántica conoce como distancia de Planck—, la energía “sale” del espacio-tiempo. Si estos instantes se vuelven suficientemente frecuentes, la conciencia podría “saltar” a otros planos. A este fenómeno lo llaman click-out.
De ahí la hipótesis operativa: una conciencia altamente sincronizada podría acceder a dimensiones donde el pasado y el futuro no están separados, sino presentes en un solo patrón energético. Bajo esta lógica, percibir el futuro no sería predecirlo, sino leerlo en el holograma universal.
El entrenamiento Gateway plantea cuatro niveles o estados mentales —denominados Focus 10, 12, 15 y 21— a los que se accede mediante audio guiado. Cada uno permite avanzar en la disociación del cuerpo y la expansión de la percepción. Por ejemplo, Focus 10 se describe como “mente despierta, cuerpo dormido”, mientras que Focus 15 permite explorar el pasado y Focus 21 acceder a proyecciones futuras. Estos no son viajes físicos, sino proyecciones mentales estructuradas, en las que la conciencia se entrena para visualizar, percibir y codificar información simbólica.
Entre las herramientas más destacadas del método se encuentran la “caja de conversión de energía” (para liberar preocupaciones), la “barra de energía” (una visualización de luz para proyectar intención) y la técnica de patterning, que consiste en imaginar un objetivo cumplido y enviarlo al universo como una instrucción vibratoria. También se exploran el “mapa corporal viviente” (para sanar zonas específicas del cuerpo) y el “vórtice”, una imagen mental de giro energético que permite la percepción remota o remote viewing, es decir, la captación intuitiva de lugares o eventos sin contacto físico.
Sin embargo, el aspecto más controversial es el estado extracorpóreo, o out-of-bodyexperience. Aunque el informe no lo garantiza, describe casos donde participantes lograron “salir” de su cuerpo físico con plena conciencia, accediendo a planos no físicos de existencia. Incluso se menciona un experimento donde personas entrenadas intentaron leer, desde otra ciudad, una serie de dígitos generados por computadora. Aunque no lo lograron completamente, captaron varios números con precisión parcial. El resultado sugiere que la conciencia puede expandirse, aunque su precisión aún no es controlable.
El informe no evade sus límites: reconoce la distorsión perceptiva, la interferencia de creencias personales y los riesgos psicológicos en individuos no preparados. También advierte sobre el uso ético de estas técnicas, que podrían —en manos equivocadas— usarse para manipulación mental o alteración de la voluntad. Por ello, recomienda formar equipos especializados, promover el autoconocimiento de cada practicante y establecer mecanismos de protección energética colectiva.
Cuarenta años después de su redacción, el informe Gateway sigue siendo un artefacto único en los archivos desclasificados de inteligencia: una intersección entre ciencia experimental, exploración interior y potencial humano. No es un manual de nueva era, ni un proyecto abandonado. Es una hipótesis operativa elaborada por una institución estatal, que sugiere que la conciencia humana podría ser, en esencia, una interfaz de lectura y escritura del universo mismo. Si esto es así, entonces la clave no está en desarrollar nuevas máquinas, sino en aprender a calibrar la propia mente. En ese escenario, la realidad no sería un hecho, sino una frecuencia. Y la conciencia humana, un instrumento de afinación universal.
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