Por Luis Manuel Arce Isaac / Prensa Latina, corresponsal jefe en México
Ciudad de México (Prensa Latina) Para el periodista, escritor y analista Ignacio Ramonet no hay dudas. Estamos ante un mundo nuevo, cambiante. sus características son las crisis.
Para Ramonet, el análisis del tema necesita una óptica de ahora, 2023. No del año pasado ni la década anterior o el siglo XX con la caída de la URSS y el campo socialista europeo o el muro de Berlín. Y cree básico entenderlo así para saber qué hay que cambiar.
Ramonet pronunció una conferencia magistral en el XXVII Seminario Internacional del Partido del Trabajo de México. Efectuada del 5 al 7 de octubre en esta capital, en el que participan unos 400 delegados de 31 países. Además de decenas de organizaciones políticas de izquierda.
No hizo definiciones, pero comenzó precisamente con una crítica a la izquierda: ha producido poca teoría en los últimos años cuando son momentos para agarrar el mundo y virarlo al revés. Como los bolsillos de un pantalón, y escudriñarlo para ver cómo está.
Su tesis principal es que el mundo de hoy se caracteriza por una multicrisis. Está articulado al menos a tres muy importantes que explican por qué se ha vuelto tan difícil de leer y se pregunta, como todos, ¿qué está pasando?
Los hechos lo conducen a ese panorama enigmático. Para que gane las primarias de Argentina alguien como Javier Milei es que está pasando algo. Que Donald Trump esté a punto de regresar es porque algo está pasando, o igual que Jair Bolsonaro haya sido presidente de Brasil.
Consideró que en estos momentos el mundo está bajo el impacto de tres crisis: la sanitaria con la Covid-19, la climática la estamos viviendo, y la geopolítica. De la cual la guerra en Ucrania es una expresión; todas ellas dibujan un mundo nuevo, aunque el cambio venga de lejos.
Está entre quienes consideran que el neoliberalismo se terminó. Aunque aún gobierne, pero como un zombi pues ya murió, no tiene perspectiva y nadie puede reivindicarlo, ni el capitalismo. Ocasionó brutales estragos en 40 años, el peor desastre conocido por la humanidad.
Pero ya no funciona técnicamente ni produce riquezas. Sino crisis como la de 2008 de la que no ha salido y le tiene fracturada la columna vertebral al sistema precisamente por no haberla superado todavía.
Puso como ejemplo al Reino Unido con Boris Johnson, ex primer ministro y líder del Partido Conservador derrotado por sus propios amigos. Y la sucesora Liz Truss, conservadora neoliberal que iba a aplicar esa doctrina a fondo. Pero todo el mundo, incluido el sector financiero y empresarial, la eliminó en previsión de mayores daños.
El neoliberalismo, en consecuencia, no funciona técnicamente y desde el año pasado tampoco políticamente. Cualquier programa hoy por revivirlo no tiene perspectiva, el enemigo se ha debilitado y la izquierda debe analizar y proponer otras cosas. No enfrentarlo, sino contraponerle otro modelo, aconsejó.
Alertó sobre uno de los grandes desastres de la globalización neoliberal que tampoco funciona: la destrucción de la clase media que está desapareciendo. Sobre todo en Estados Unidos y en la Unión Europea.
La gente de ese sector se está tirando por un tobogán. Y una de las razones por las que se siente desplazada y vota por partidos antisistema como en el caso de Trump. Es porque se ve acorralada por la nueva sociedad que no le ofrece recursos porque la alta concentración de capitales se los quitó. El problema, advirtió, es que la izquierda tampoco se los da.
¿Por qué resurge el fascismo en Italia después de tanto tiempo de Mussolini? Porque esa clase media se niega a desaparecer, y todo eso lo evidenció también la crisis sanitaria, la Covid-19.
Esa es una de las razones por la que las extremas derechas están subiendo en el mundo de hoy, donde la pandemia produjo un millón de muertos y mil millones de enfermos, y reveló que nada del sistema funcionó, ni la Cruz Roja, ni la OMS, ni tampoco a nivel local porque los gobiernos no podían tomar medidas, todo estaba privatizado. Solo unos pocos lo hicieron, como Cuba.
«La ciudanía entró en pánico, los gobiernos se contradecían cuando la enfermedad mataba, unos cerraban las fronteras, los egoísmos nacionales regresaron y aún están, y seguimos traumatizados por la Covid-19 al pensar que dependimos de un virus que invadió el planeta entero y eso puede repetirse con cualquier otro».
Otras expresiones del cambio para Ramonet: Naciones Unidas no funciona, la arquitectura creada al término de la Segunda Guerra Mundial ya no es operacional, y si fuera necesario demostrarlo, qué mejor ejemplo que el conflicto en Ucrania, el cual dividió al mundo en dos.
Por eso no puede funcionar tampoco la globalización que agrava las medidas contra el comercio en las fronteras, las cuales se han multiplicado por 100 en un mundo fraccionado. Y se pregunta, ¿entonces cómo puede ser que el Consejo Seguridad siga siendo el mismo, y actúe igual que siempre como lo hemos visto en todo este tiempo?
De ahí que el Sur global ponga en causa a la ONU, dominada por cinco países entre los que no están naciones de la envergadura de India, Brasil, Nigeria o Egipto.
A la crisis sanitaria se une la climática con un verano infernal para todo el mundo; “hemos visto por primera vez una gran ciudad quedarse sin agua, como Montevideo, y todo provocado por el modelo capitalista de producción que el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, denunció en 1992, en la cumbre de Río de Janeiro, recordó Ramonet.
Hizo énfasis en la tercera crisis por su intensidad y actualidad: la geopolítica, con los efectos no controlados de la nueva tecnología. Internet transforma de tal manera nuestra relación con la información, la cultura, el vínculo social, que estamos en una atmósfera totalmente diferente a cualquier época.
Heráclito de Efeso decía que el mundo estaba formado por cuatro elementos básicos: el fuego, el agua, la tierra, el aire, pero hoy existe un quinto, el ciberespacio donde circula toda la información que recibe nuestro cerebro.
A su juicio, lo que caracteriza a este tipo de comunicación es que no es fiable y revela una crisis de la verdad, de los hechos y de la propia información.
Nadie cree en los hechos, para personas racionales es un triunfo de la irracionalidad. En las redes sociales el contenido tiene muy poca importancia, la forma tiene más porque la gente prefiere creer y no saber, una religiosidad irracional, en la que cualquier culto es posible aunque parezcan absurdos y bufones, indicó.
Y surgen otras preguntas: ¿nosotros sabemos informar, transmitir algo, socializar con las generaciones de 25 años formadas en ese contexto, en ese ecosistema del quinto elemento? ¿Cómo transmitimos esas visiones del mundo en la era del conspiracionismo, cuando la gente prefiere creer más en historias fantasiosas y no en un proyecto creíble?
Esas son algunas preguntas que Ramonet estima la izquierda debe plantearse y avanzar en un nuevo análisis y una mirada nueva, de lo que pasó y está pasando en la sociedad de hoy.
Prensa Latina /arb/lma