Por César Montes
Estoy seguro de que pocas personas llegan a los 82 años en las condiciones físicas favorables como lo he podido lograr.
Indudablemente porque mantengo mi salud psicológica, desarrollo una alimentación sana, leo, escribo, escucho música des estresante con imágenes de la naturaleza. Madrugo todos los días a las 5 a.m., hago caminatas diarias de media hora o mínimo 15 minutos.
Hago pesas con muchas repeticiones y poco peso. Duermo diariamente desde las 10 p.m. bebo mucho líquido, evito conflictos con mis compañeros de detención. Ayudo a todo el que puedo sin cobrar un solo centavo.
Sin embargo, sufro del deterioro de la vista con cataratas y glaucoma incipientes, síndrome de ojo seco. Los cartílagos de las rodillas están desgastados y me duelen al subir gradas. Son deterioros propios de la edad. Soy el prisionero más longevo de todo el penal.
Estoy aquí como una venganza por mi actividad revolucionaria de toda la vida. Inicié mi militancia apenas a los 18 años, me convertí en guerrillero en las montañas de mi país a los 20 años.
Durante 36 años de mi vida he sido dirigente revolucionario armado para defender mis ideales. Y poder hacer la propaganda y organización política con las armas en la mano. Pertenezco a toda una generación que entregó su juventud y madurez a la lucha revolucionaria. En un periodo histórico en el que tener ideas revolucionarias era ser perseguido hasta la muerte.
En la década del 60 imperaban dictaduras en casi todo el continente. Desde las viejas de (Rafael Leónidas) Trujillo en República Dominicana. (Anastasio) Somoza en Nicaragua. (Alfredo) Stroessner en Paraguay. (Gustavo) Rojas Pinilla en Colombia. (Marcos) Pérez Giménez en Venezuela. (Francois) Duvalier en Haití. (Fulgencio) Batista en Cuba. El coronel Carlos Castillo Armas y luego el General Miguel Ydigoras Fuentes y el coronel Peralta Azurdia en Guatemala.
En 1962 fui a Cuba becado, a estudiar medicina. Pero en octubre se produjo la crisis de los misiles, se interrumpieron los estudios y a principios de noviembre viajé a Guatemala por las vacaciones. Al llegar al aeropuerto de esta ciudad, fui secuestrado, llevado a una cárcel clandestina donde funcionaba la Editorial del Ejército. Me torturaron interrogándome.
Me acusaban de haber ido a recibir entrenamiento militar y en explosivos en la Isla de Cuba. En dos semanas, salí libre con la decisión de integrarme al grupo de exmilitares. El 13 de noviembre de 1960 se habían rebelado contra la corrupción el Ejército y el gobierno del anciano general.
Mientras esperaba el contacto con los ex militares, tomé parte de un comando armado con el que el 25 noviembre de 1962. Desarmamos a varios policías (a 17 de ellos les quitamos fusiles y pistolas). Estaban en las calles desorientados porque la aviación militar se rebeló contra el gobierno y ametralló el cuartel de la Policía Nacional. Nuestra acción llamó la atención de los exmilitares que me recibieron con gusto. El ex teniente Luis Turcios Lima me entrevistó.
Estuvimos juntos hasta su muerte accidental en 1966. Me había convertido en el segundo al mando de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes). Por lo que me tocó continuar la lucha que finalmente duró 36 años.
Por invitación hecha al comandante Turcios Lima viajé a la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Una de sus últimas indicaciones fue que viajara a conversar con los vietnamitas, que me invitaron a su país a recibir Lecciones de la Guerra de todo el Pueblo en la derrota de los franceses y las Primeras Lecciones en la Guerra de Salvación Nacional de la Península Indochina en la lucha Anti Yanki. Así estuve presente en la gran ofensiva del Tet o año nuevo lunar en todo el sur de Vietnam.
Volví a Cuba solo para estar junto a Fidel en el homenaje al comandante Ernesto Che Guevara en octubre de 1967. Eso modificó la percepción de la dirección cubana. Sobre todo del comandante en jefe Fidel Castro y del comandante Piñeiro encargado del Departamento de América. Su conclusión es que con el Che había caducado la posibilidad del triunfo por medio de la guerra de guerrillas en Latinoamérica.
Me mantuve firme. Logré que como último apoyo nos documentaran con pasaportes falsos. Y garantizaran llegar a México y que librábamos de toda responsabilidad a los cubanos por lo que pudiera pasarnos.
Llegamos unos 50 hombres como avanzada de otro contingente que había quedado en la isla. Otros que se entrenaban en otros países solidarios con nuestra lucha. Encabecé las exploraciones por la extensa selva de los lacandones, en la Zona del Marqués de Comillas, recorriendo sin guías territorios vírgenes. Ubicamos el río Ixcán y el Xalbal que entran a territorio mexicano.
En medio de ambos penetramos 15 hombres sin apoyo en el territorio guatemalteco. Decisión tomada en emergencia porque habían descubierto nuestros primeros pasos de penetración secreta. Nuestros propios compañeros en México condenaron nuestra entrada calificándola de un suicidio colectivo. Sobrevivimos a la persecución de dos ejércitos el mexicano y el guatemalteco informado de nuestra penetración a territorio nacional. El propio presidente general (Eugenio) Laugerud en un sobrevuelo le dijo a Mario Solorzano, otro rebelde. Allí se morirán de malaria comiendo monos y desaparece el peligro.
Solos, nosotros con 15 hombres perdidos en una selva deshabitada y extensa hablábamos de crecer y refundar la segunda ola guerrillera del continente. Repartiendo pequeñas porciones de sal, de leche condensada y de sueños que hicimos realidad.
El Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) se convirtió en la más grande e influyente organización guerrillera del país. Refundamos el movimiento guerrillero guatemalteco e impulsamos el resurgimiento del movimiento guerrillero en Nicaragua y El Salvador.
En 1979 viajé a Nicaragua a luchar contra la dictadura de Somoza junto a los sandinistas. Algunos de los cuales había entrenado en la Sierra de las Minas en el año 1966. En 1981 me integré al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Llegué a ser comandante del Frente Guerrillero del Frente de Guazapa, sitio donde se inició la guerra civil. Y finalmente se desmovilizaron los batallones del FMLN.
Viajé a Nicaragua de nuevo para integrarme a las Fuerzas Especiales del Ministerio del Interior del gobierno sandinista junto al comandante Tomás Borge. Estuve allí combatiendo a la contrarrevolución, hasta la firma de los Acuerdos de Paz de Sapoa entre los sandinistas y la Contra o Resistencia nicaragüense.
Me reintegré al apoyo al FMLN para obtención de logística (armas y municiones) para la lucha en El Salvador durante la ofensiva final. Regresé de México a San Salvador con la Comandancia del FMLN. Me integré a la reconstrucción del país para lograr la reinserción de los guerrilleros y su conversión en partido político que llegó al poder.
Cuando se firmaron los Acuerdos de Paz volví a Guatemala en 1996. Me integré a diferentes esfuerzos legales para buscar llegar a tomar el poder por medio de elecciones.
Al presenciar la atomización de los partidos de izquierda me dediqué a construir la Fundación Luis Augusto Turcios Lima. A trabajar como constructor de la paz en el Fondo de Tierras en la secretaria de Asuntos Agrarios de la Presidencia y en el Ministerio de Agricultura como Asesor del Despacho Superior.
La Fundación Turcios Lima derivó en una organización muy numerosa de campesinos sin tierra. Con mucha disciplina desarrollaron proyectos productivos de agroexportación rentables. Salieron de la pobreza en cada uno de los núcleos organizados en Batallones de la Paz, la Producción y la Dignidad de los indígenas.
El crecimiento exponencial de esa novedosa forma de organización, llamó la atención de otras organizaciones campesinas que envidiaban nuestros éxitos y crecimiento. E iniciaron una competencia por el control de los campesinos.
También llamó la atención de los terratenientes fascistas y de la Fundación Contra el Terrorismo, una organización de ultraderecha fascista que ha cobrado influencia nacional con el anterior y actual gobierno.
*Este testimonio, publicado por el Semanario Preguntas, se reproduce con permiso del autor.