Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected] Nosotros, el pueblo raso de México, en ejercicio pleno de nuestras facultades y derechos constitucionales, nos dirigimos al pueblo raso de México, para manifestar enérgicamente nuestro reclamo al Sr. Andrés Manuel López Obrador por hacernos responsables de nuestro propio destino, mientras que él se retira a su quinta a escribir y desentenderse del honroso papel de constructor que por muchos años jugó, descargando en nosotros el rol protagónico de su continuidad.
Antes de que lo hiciéramos presidente de México nos vendía sueños y esperanza y. con alegría y entusiasmo se los compramos y le dimos nuestro voto arrollador. Tengan para que aprendan le recetamos a los conservadores que sólo miseria y agravios nos recetaban en cada uno de sus sexenios, años y días. Nos colmaron y los mandamos al carajo. Siempre bajo su liderazgo y conducción.
A partir de entonces, México entró en una vorágine transformadora que sacudió nuestros cansados huesos y a ese son bailamos. De lunes a viernes nos encerró en el aula mañanera y nos inoculó el vicio de aprender historia y ciencia política; supimos de mentiras y verdades.
Nos desperezó del letargo en que nos tenían sumidos los medios desinformadores y manipuladores; conocimos la acción de gobierno y comprendimos la furibunda reacción conservadora de privilegios y robos.
El consenso de Washington, decálogo de los pecados capitales en el mundo globalizado, fija su punto nodal en la disolución del estado y la entronización del mercado como rector natural de la economía. Usted se obstina y peca inmisericordemente colocando al estado como el motor principal de la economía y como responsable del bienestar social.
¡Comunismo! Vociferan los corifeos del conservadurismo y nos ponen a temblar porque perderíamos las casas (que no tenemos) y se desayunarían con nuestros hijos, como aseveró el cura el domingo pasado. Y dale con la mañaneras para desmentir tanta simulación y manipulación. Mientras, la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles, con los ingenieros militares, daba muestras de gran eficiencia.
Vino la pandemia del covid-19 y el mundo se puso de cabeza. La recomendación internacional insistía en endeudarse para rescatar a las empresas y usted, terco como es, hizo las cosas a su manera; amplió la capacidad hospitalaria. Se lanzó al mundo a conseguir vacunas y las aplicó ordenadamente a toda la población; no encerró a la gente que vive al día sin abandonar las medidas preventivas; mantuvo informada a la población cotidianamente y se salvaron un montón de vidas.
Salvada la pandemia se impulsó el rápido crecimiento de la economía, redoblando los programas sociales de bienestar y fortaleciendo el mercado interno. El mundo entero reconoció el mérito de la manera mexicana de afrontar la crisis salvo, claro está, de las momias de la derecha mexicana.
Se construyeron presas y distritos de riego en más de cien mil hectáreas, carreteras, sucursales del Banco del Bienestar, cuarteles para la Guardia Nacional que reclutó a más de cien mil elementos, caminos y carreteras, obras hidráulicas y culturales, entre un largo etcétera de obras públicas que derramaron empleos y salarios.
Se aumentaron los salarios y se generó empleo sin provocar inflación. La inversión foránea creció como nunca antes y desmintió a los agoreros del desastre. Todo lo anterior sucedió en el foco de una guerra mediática falaz y perversa, con la Suprema Corte de Justicia como aliada infalible.
Aceptamos, sin duda, que su legado lo entrega a una mujer excepcional que, según parece tiene los tamaños para continuar y profundizar su obra. Le ofrecemos apoyarla con toda nuestra energía para seguir transformando a México.
Pero nada nos quita la desazón de su ausencia. Le damos las gracias por su entrega absoluta y le entregamos nuestro cariño agradecido. ¡Tenga usted larga vida, querido presidente López Obrador!
FIRMAS: NOSOTROS MISMOS, EL PUEBLO RASO DE MÉXICO.
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