Bernardo Arévalo juró como presidente de Guatemala en los primeros minutos del 15 de enero. El acto de asunción debió ser la tarde del día anterior, sin embargo, el Congreso conservador retrasó el protocolo en una intentona de golpe.
Más de ocho horas de retraso, vinculadas a maniobras dilatorias del llamado “pacto de corruptos” en el Congreso saliente, desencadenaron protestas en las calles y una declaración conjunta de jefes de Estado y altas autoridades de otros países presentes para el acto de asunción de Arévalo.
No obstante, Arévalo, de 65 años, juramentó como presidente a las 0:20 horas para el periodo 2024-2028, después de meses de una ofensiva judicial atribuida a su promesa de combatir a los corruptos en la élite política y económica de Guatemala. La ceremonia, seguida por una nutrida ovación, también presenció la juramentación de Karin Larisa Herrera Aguilar como vicepresidenta.
El Congreso saliente, dominado por conservadores, aprobó que los 23 diputados del Movimiento Semilla, al cual pertenece Arévalo, asumieran como independientes, privándolos de ciertos derechos en la cámara. La tensión llegó a su punto máximo durante la integración de la Junta Directiva, donde los diputados de Semilla fueron inicialmente excluidos.
A pesar de ásperos debates y una cascada de impugnaciones, la planilla encabezada por Samuel Pérez, de Semilla, ganó la presidencia del Legislativo por 92 votos. Posteriormente, el Congreso aprobó una moción para reconocer al Movimiento Semilla como bloque legislativo, allanando el camino para la juramentación de Arévalo.
La parálisis legislativa generó protestas en las calles, con manifestantes denunciando un intento de golpe de Estado. La multitud, en su mayoría campesinos, se enfrentó a la policía, y la situación se tornó aún más tensa cuando el Congreso finalmente reconoció al Movimiento Semilla como bloque legislativo.
Ante la andanada conservadora invitados internacionales que acudieron al país centroamericano a la ceremonia de asunción, manifestaron su respaldo al presidente electo de Guatemala.
El respaldo internacional no se hizo esperar. Luis Almagro, secretario general de la OEA, leyó una declaración conjunta de jefes de Estado y altos funcionarios presentes en la investidura, instando al Congreso a cumplir con su mandato constitucional y respetar la voluntad popular expresada en las elecciones justas.
Más de 60 delegaciones internacionales, incluyendo presidentes como Gustavo Petro de Colombia, Gabriel Boric de Chile, Rodrigo Chaves de Costa Rica y representantes de Estados Unidos, la ONU y la UE, expresaron su respaldo a la legitimidad del proceso electoral guatemalteco.
Las tensiones y controversias también se reflejaron en la postura de algunos líderes internacionales. Mientras Petro denunció un presunto golpe de Estado orquestado por la Fiscalía, Boric, tras abandonar la capital, expresó confianza en que Arévalo asumirá la presidencia a pesar de los obstáculos.
A pesar de los desafíos, Arévalo, respaldado por un amplio apoyo popular en las urnas y el fervor de las protestas indígenas y campesinas, finalmente asumió la presidencia. Su gobierno se plantea como un nuevo capítulo en la historia de Guatemala, con la promesa de abordar la corrupción y continuar el legado de los gobiernos revolucionarios de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz.