Después de días de protestas frente al Palacio Nacional, los estudiantes y padres de los normalistas de Ayotzinapa retiraron su plantón con un mensaje claro: la insatisfacción con el presidente López Obrador por su aparente falta de atención a su causa.
Este movimiento culminó en un acto de fuerza al derribar una puerta del recinto, lo que desencadenó una reacción contundente del mandatario.
López Obrador, en su conferencia matutina, acusó a los manifestantes de ser “provocadores” y de estar bajo la influencia de terceros interesados en desestabilizar al gobierno.
En un tono firme, declaró: “Yo estoy conduciendo todo, porque lo que me importa es encontrar a los jóvenes y ya la actitud, no de los padres, sino de los asesores y de las organizaciones que supuestamente defienden los Derechos Humanos, tienen una actitud de confrontación en contra nuestra”.
El presidente mencionó la presencia de organismos internacionales, como la Organización de Estados Americanos (OEA), así como la participación del senador panista Emilio Alvarez Icaza, sugiriendo una agenda oculta detrás de las protestas.
A pesar de su negativa de recibir directamente a los padres de los desaparecidos, López Obrador aseguró que serán atendidos por la subsecretaría de Gobernación.
Reiteró su compromiso con la investigación y arremetió contra lo que llamó “grupos de derecha” y “gobiernos extranjeros” que buscan aprovechar las protestas para dañar su administración.
Este incidente marca un punto álgido en la relación entre el gobierno y los manifestantes, dejando en evidencia la profunda división y desconfianza que persiste en torno al caso Ayotzinapa, que sigue siendo un símbolo de la lucha por la justicia y la verdad en México.
“Yo estoy conduciendo todo, porque lo que me importa es encontrar a los jóvenes y ya la actitud, no de los padres, sino de los asesores y de las organizaciones que supuestamente defienden los Derechos Humanos, tienen una actitud de confrontación en contra nuestra”.