Trump cumple amenaza: impone 25% de aranceles a México. Este 1 de febrero, la amenaza que Donald Trump había lanzado durante meses se convirtió en realidad. Estados Unidos impondrá un arancel del 25% a las exportaciones mexicanas a partir del martes 4 de febrero. Así lo confirmó Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, desmintiendo rumores sobre una posible prórroga.
La presidenta Claudia Sheinbaum, había descartado recientemente esta medida, confiando en las negociaciones bilaterales sostenidas a través de una mesa de diálogo.
“Tenemos acuerdos diarios con Estados Unidos en temas como migración, soberanía y derechos humanos”, aseguró en conferencia de prensa. No obstante, esta decisión de Washington demuestra que las conversaciones no lograron frenar la imposición arancelaria.
Vaya pues. No hay plazo que no se cumpla, reza el dicho. Y a la fecha el pueblo de México sigue sin conocer de qué van los planes del gobierno de Sheinbaum para hacer frente a la imposición del 25% de aranceles por Trump.
El anuncio de Trump obedece, según él, a tres razones fundamentales: el aumento de la migración ilegal hacia Estados Unidos, el tráfico de fentanilo y otros narcóticos desde México, y el desequilibrio comercial en la región. “Estamos inundados de drogas como el fentanilo, enfrentamos un déficit comercial enorme y tenemos miles de personas cruzando ilegalmente. Esto debe detenerse”, afirmó el mandatario estadounidense desde la Casa Blanca.
La respuesta del gobierno mexicano ante la imposición de los aranceles ha generado incertidumbre. A pesar de que Sheinbaum había mencionado la existencia de un “plan B” e incluso un “plan C” para proteger la economía nacional, aún no se han presentado estrategias concretas.
La imposición de los aranceles podría tener un impacto significativo en sectores clave como el automotriz y el agrícola, pilares del comercio entre ambos países.
El desafío ahora radica en cómo México enfrentará este nuevo capítulo de tensiones comerciales, signado por la imposición del 25% de aranceles, mientras crece la presión para actuar con rapidez y mitigar los efectos de una decisión que ya es oficial.
La relación entre ambos países entra, una vez más, en una etapa de pruebas y retos que pondrán a prueba la diplomacia mexicana y su capacidad de respuesta.