El 19 de septiembre es una herida abierta en México, por el recuerdo que dejaron dos tremendos sismos ocurridos en la misma fecha: uno en 1985 y otro en 2017.
México, un país rico en cultura y geografía, también se encuentra en una región propensa a la actividad sísmica. Los sismos han sido una parte integral de la historia de México, moldeando su paisaje a lo largo de los siglos. Un paisaje que también se delinea por las emociones heredadas por aquellas tragedias de fechas como el 19 de septiembre.
Y es que los sismos en México tienen un largo historial que se remonta a la era precolombina. Las civilizaciones indígenas, como los aztecas y los mayas, experimentaron y documentaron la actividad sísmica.
Se tiene registro de un manuscrito azteca del siglo XVI, conocido como el Códice Telleriano-Remensis, que presenta la primera evidencia gráfica de terremotos en América.
Este antiguo documento, adornado con pictogramas realizados por especialistas llamados tlacuilos, destaca un total de 12 eventos sísmicos. Aunque los símbolos proporcionan poca información sobre la magnitud, ubicación y daños de cada terremoto, los relatos históricos hallados en anales posteriores a la conquista española han permitido a los investigadores fechar estos sismos entre los años 1460 y 1542, ofreciendo una valiosa ventana al pasado sísmico de la región.
Uno de los eventos más devastadores en la historia sísmica de México fue el terremoto del 19 de septiembre de 1985. Con una magnitud de 8.1 en la escala de Richter, este terremoto provocó la destrucción de importantes zonas de la Ciudad de México y cobró miles de vidas. Este desastre llevó a un cambio significativo en la preparación y la respuesta a los sismos en el país.
Tras el terremoto de 1985, el gobierno mexicano creó el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED). Esta institución se dedica a monitorear la actividad sísmica e informar al público sobre posibles riesgos. Además, se han implementado regulaciones más estrictas en la construcción de edificios para hacer frente a la amenaza sísmica.
México ha logrado avances significativos en la mitigación de riesgos sísmicos. La implementación de sistemas de alerta temprana, como el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), ha permitido que la población tenga tiempo para tomar precauciones antes de que llegue un sismo. Asimismo se han desarrollado estrategias, como los simulacros periódicos, para que la población tenga presente qué hacer en ocasión de un sismo.
El 19 de septiembre de 2017, México revivió un oscuro capítulo en su historia sísmica cuando un terremoto de magnitud 7.1 sacudió la Ciudad de México y los estados de México, Puebla, Morelos, Oaxaca, Guerrero
Este desastre se produjo exactamente 32 años después del devastador terremoto de 1985 y, aunque su magnitud fue menor, sus efectos fueron significativos. Edificios colapsaron, escuelas se derrumbaron y calles enteras quedaron bloqueadas por escombros. La Ciudad de México sufrió pérdidas humanas y materiales, lo que revivió los traumáticos recuerdos del pasado.
Sin embargo, este sismo también mostró la resiliencia y la solidaridad del pueblo mexicano, que se unió en un esfuerzo sobresaliente de búsqueda y rescate, proporcionando un rayo de esperanza en medio de la tragedia.
La historia sísmica de México es un recordatorio constante de la necesidad de estar preparados y de invertir en la investigación y la infraestructura para mitigar los riesgos. A medida que México avanza en el siglo XXI, continúa trabajando en la reducción de la vulnerabilidad ante los sismos y en la protección de su población.