El 6 de junio se inscribe en el calendario político de México como la fecha de las elecciones intermedias donde más cargos de elección popular se disputaron: 15 gubernaturas, 30 congresos, 19 mil alcaldías y regidurías.
Pero según los opositores, fue la fecha en que el proyecto de nación del Presidente López Obrador, se midió en las urnas. Un referéndum a medio camino sobre la continuidad del proyecto de transformación, dijeron los opositores.
Y se frotaron las manos, y compraron almas y alquilaron medios. Y en su falta de liderazgo y oficio político les alcanzó apenas para hacer una alianza tan natural como ellos mismos que solo saben unirse por su estrecha afinidad a la ambición.
Entonces en su declaración de principios expresaron que lo único que buscaban era ganar el Congreso y con ello administrar el presupuesto.
Un presupuesto que, ahora todo mundo sabe, alcanza para todos cuando se gobierna con honestidad y con principios como lo ha demostrado el proyecto de la Cuarta Transformación.
La noche del 6 de junio los opositores al pueblo ondeaban la bandera de la victoria y en ánimo triunfalista contaron a su favor una conquista que es del pueblo: la democracia.
Porque en el largo camino para llegar a la copiosa votación del 6 de junio, pasó mucho tiempo, costó muchas vidas y transitamos por caminos sinuosos, pero como proclamó Salvador Allende: “la historia es nuestra y la hacen los pueblos” y así quedó signado en los resultados del 6 de junio.
El presupuesto que antes fue botín para repartirse entre unos cuantos durante la larga noche neoliberal, sigue en manos del pueblo porque lo defendió con su voto.
Y eso es lo que no entienden los opositores a la Cuarta Transformación, el pueblo de México ha tenido que defender con garras y dientes su dignidad, por eso hoy goza de madurez política y no permite que sus derechos sean cambiados por migajas.
Pero esa dignificación como seres humanos no se había expresado ni defendido desde la tribuna de los poderes Ejecutivo y Legislativo, por eso se sorprenden y hasta se espantan, porque las y los ciudadanos eran sólo aquella masa votante, susceptible de ser comprada, manipulada y vilipendiada.
Hoy la oposición se sorprende por la existencia del pueblo, pues para ese pequeño grupo privilegiado, el pueblo no pasaba de ser una mera designación, un algo puesto ahí para tomarse la foto.
Por eso les sorprende que esa masa votante tenga voz, se haga escuchar y ejerza el derecho a ser libre y feliz en el México que les fue arrebatado y ahora están recuperando.
El pueblo manda, que quede claro. Así, los opositores podrán decirse a sí mismos que el movimiento transformación perdió en las urnas, podrán gritarlo a los cuatro vientos, porque no solo mentir es su religión sino porque en su tozudez se han quedado sordos y el pueblo los dejará a solos, gritando solos, mintiéndose solos. Solos, porque no tienen la mayor riqueza de México: el pueblo.
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M21