A 106 años de su asesinato, Emiliano Zapata sigue cabalgando en la historia y en cada lucha por la justicia.
A 106 años de su asesinato, Emiliano Zapata sigue cabalgando en la historia y en cada lucha por la justicia.
Como caudillo de la Revolución, desde 1911 hasta 1919, Zapata luchó por los derechos de quienes padecían los estragos de la pobreza en los estados del sur de México. Entre 1915 y 1916, los seguidores de Zapata implementaron en Morelos una serie de cambios políticos, económicos y sociales en línea con el Plan de Ayala.
El 10 de abril de 1919, en Chinameca, Morelos, cayó abatido Emiliano Zapata Salazar, el Caudillo del Sur. Líder del Ejército Libertador del Sur y símbolo eterno de la resistencia campesina, a Zapata lo traicionó el coronel Jesús Guajardo, un militar del Ejército Constitucionalista que, bajo órdenes del general Pablo González, fingió un desacuerdo con su superior para tenderle una trampa al revolucionario.
Guajardo y sus tropas ocuparon el casco de la hacienda de Chinameca; Zapata, desde una altura cercana, aceptó reunirse con él creyendo en su supuesta adhesión al zapatismo. Lo recibió una supuesta guardia de honor. Sin embargo, apenas descendió de su caballo, una lluvia de balas lo fulminó. El asesinato fue una emboscada planeada desde el más alto nivel del gobierno carrancista: un crimen de Estado.
Zapata no murió por ambición de poder. Su lucha se forjó bajo la consigna “Tierra y Libertad”, en defensa de los derechos de los más pobres. Entre 1915 y 1916, en Morelos, sus seguidores impulsaron transformaciones sociales inspiradas en el Plan de Ayala, a favor del reparto agrario, el derecho a la huelga y la emancipación de la mujer.
Con la llegada de los carrancistas al poder, su ejército fue replegado, pero la llama zapatista nunca se extinguió. Tras el asesinato de Venustiano Carranza, sus tropas se unieron a los líderes sonorenses de la rebelión de Agua Prieta.
Hoy, a 106 años de su muerte, Emiliano Zapata sigue siendo un faro para los pueblos que luchan por la justicia, la dignidad y la tierra. Su legado vive en las causas justas, en las comunidades que resisten, y en la memoria colectiva del México profundo. Zapata cabalga aún.