Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Pareciera que hace mucho tiempo el Presidente clamaba por ayuda para echar a andar al elefante reumático de la estructura gubernamental.
Hoy nos quedamos como trompo chillador. Hoy giramos como trompo chillador tratando de seguirle el paso al elefante convertido en correcaminos imparable.
También parece que la dictadura lleva tres sexenios sin haberse realizado reelecciones; así de hiperactivo nos resultó aquel a quien han querido descalificar como “incapaz para gobernar”. Vaya despropósito.
El Presidente dice que la política, entre otras cosas, es tiempo. Renato Leduc rimaba la “sabia virtud de conocer el tiempo”.
Sin coincidir en el tiempo, el uno en la política y el otro en el amor, ambos lo valoran en su justa dimensión. Tiempo, tiempo y sólo tiempo; que de oposición y traición alivia el tiempo.
La ruta de gobierno nunca ignoró que todo cambio profundo provoca una reacción contraria: de ahí que se diseñó para administrarlo en el tiempo.
Se priorizaron dos elementos: consolidar el respaldo popular y configurar el apoyo del ejército o, por lo menos, neutralizarlo. Sin ellos la tarea de la transformación llevaría al fracaso inmediato.
El primero contaba con la frescura de la elección abrumadora; el segundo ocupó una mayor inteligencia y riesgo, pero ambos se fueron combinando con eficacia. La primera gran confrontación fue la cancelación del aeropuerto en el Lago de Texcoco, que recibió amplio respaldo popular, pero que consolidó su relación con el ejército al encomendar la construcción del Felipe Ángeles.
Cabe agregar que antes se había tomado el riesgo de designar al General Secretario sin tomar en cuenta la propuesta de la estructura jerárquica del ejército, sino como una decisión de poder presidencial y personal.
El tema del aeropuerto desató la primera guerra opositora; se enfrentaron amparos contra decisión política y respaldo técnico y político.
Perdieron los amparos, incluida Amparo Casar y los corifeos de Claudio X. González.
Pero el tiempo daba margen de maniobra y se lograron cambios constitucionales importantes, como es la creación de la Guardia Nacional y la legalización de la intervención de las fuerzas armadas en asuntos de seguridad pública, antes anticonstitucionalmente practicada.
La prohibición de las exenciones fiscales; la clasificación como delitos graves la corrupción y la defraudación fiscal, así como la elevación a rango constitucional de varios apoyos sociales a los más desprotegidos.
El conflicto ya estaba vigente, como también cobró vigencia la conferencia matutina del Presidente.
El instrumento manipulador de la prensa comercial fue contrarrestado por la voz presidencial en directo, con un éxito inusitado.
El gobierno todo, pero especialmente sus grandes obras de infraestructura, fueron blanco de acérrimos ataques desde todos los ángulos posibles buscando truncarlos.
Todo resultó infructuoso y, por el contrario, fueron engrosando el respaldo popular a niveles nunca vistos, no obstante que en las elecciones intermedias de 2021 su partido no reflejó el mismo nivel de apoyo, aunque mantuvo la mayoría simple.
Hoy, en los prolegómenos de la sucesión presidencial, el Presidente alcanza los mayores niveles de popularidad y la oposición radicalizada logra unificar a quienes fueron históricamente antagonistas a muerte, sacrificando con ello un importante grado de aceptación popular.
Hoy se pierden votaciones de mayoría calificada en las cámaras y se registra una brutal confrontación con el Poder Judicial, pero cada golpe dado multiplica el respaldo popular.
El tiempo se administró para que las elecciones de 2024 otorguen suficiencia política para efectuar los cambios pendientes.