A propósito de las arengas propias del mes patrio, y ya que la vocera de los conservadores, Denisse Dresser, quiere traer al ruedo el tema del aeropuerto; hay algunas precisiones que hacer.
En primer lugar, nunca me ha quedado claro si el presidente Peña tenía la auténtica intención de que el aeropuerto NAICM se construyera.
Es decir, era un hecho que lo empezó, pero, al igual que con sus obras monumentales “el tren de Toluca” o “la carretera a Pachuca”, nunca las acabó.
La enseñanza que nos dejó el peñanietismo es que una cosa es empezar, y otra muy diferente terminar.
El NAICM de Texcoco fue sospechoso de todo tipo de delitos desde su inicio.
Se hablaba de un diseño del afamado Arquitecto Norman Foster, aunque realmente era el primer proyecto de su aprendiz, el Arquitecto y “Filántropo” Fernando Romero, yerno de Carlos Slim.
El Proyecto ejecutivo presumía ser un edificio con estándares LEED. Tenía muchísimas características que hacían pensar en lo caro que iba a costar tremendo altar al neoliberalismo. Una obra monumental que, en definitiva, estaba destinada a nunca terminarse.
Llama la atención, el silencio cómplice de los conservadores. Nadie, salvo José Luis Luege, entonces encargado de Conagua, notó un pequeño detalle: la orientación de las pistas. Parece insignificante.
No obstante, basta con mirar en un navegador de esos que todos tenemos en nuestros teléfonos, para observar la orientación del actual aeropuerto de la Ciudad de México y mirar la dirección de las pistas del proyecto del aeropuerto neoliberal.
El lector que acceda al reto de verificarlo en su teléfono móvil podrá darse cuenta de que las pistas tienen una orientación perpendicular.
El aeropuerto actual de la Ciudad de México tiene esa dirección porque está alineado a la dirección del viento, pero el NAICM neoliberal tenía proyectadas sus pistas a 90 grados.
No es problema menor, ya que, a pesar de los grandes avances en la tecnología aérea, un viento cruzado o viento cortante es la condición más peligrosa que existe para una aeronave.
De manera que era inviable en el sentido de la seguridad aérea.
Bajo este enfoque, resulta indiscutible que nadie tenía la intención de terminar la obra de Texcoco.
El modelo de negocios del NAICM fue asignar todo tipo de contratos a los amigos del presidente Peña, emprender una obra colosal y pequeñas obras marginales, pero no para terminarse, sino para proveer de las arcas nacionales a ese circuito de ricos que se creen la cúspide de la competitividad mexicana.
Cuando nuestro gobierno llegó a salvar a México, una de las acciones más importantes fue la cancelación de esos contratos.
Consecuentemente, desató la ira de esa oligarquía en decadencia que hoy patrocina a voces como la señora Denisse Dresser o el aprendiz de psicomagia Carlos Alazraki -entre muchos otros infodemiólogos-.
En cuanto al tema de la Infodemia es importante resaltar, que los organismos que emiten opiniones técnicas como la Asociación de Ingenieros Aeronáuticos AIA, han realizado estudios diversos sobre el NAICM.
Sin embargo, nadie del bloque conservador (ex legisladores o ex funcionarios) se acercó en su debido momento para consultarlos. Sólo se concentran en la grilla.
Hace unos días la señora Denise Dresser dijo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador obliga a las aerolíneas a operar en Santa Lucia. Sin lugar a duda ese dicho es absolutamente falso.
Las afirmaciones de la señora Dresser, reflejan que desconoce el pulso de la aviación en México, ya sea porque no le interesa, o solo es un afán de usar al sector aeronáutico porque suena sofisticado.
Tras la quiebra de Mexicana de Aviación, Aeroméxico se dio a la tarea de conquistar todos los “slots” (espacios de embarque y desembarque de pasajeros) que dejó Mexicana.
Con esta estrategia, amplió sus frecuencias de vuelo, impidiendo la entrada de nuevos competidores.
El problema es que desde entonces, no hay pasajeros suficientes para atiborrar el actual aeropuerto en CDMX.
No los hay, aunque quienes viajen en avión tengan la percepción de que está saturado: no está saturado, es el mal manejo del flujo de tráfico.
Quienes han viajado en avión me dirán, eso es falso, la mayoría de vuelos parece que van “llenos”.
La razón es la siguiente: Aeroméxico cambió su flota de Boeing 737 que transporta hasta 200 pasajeros, por aviones Embraer que tienen capacidad máxima de 50 pasajeros.
De manera que antes de la quiebra de Mexicana de Aviación en un slot había un flujo de 200 pasajeros por minuto.
Hoy, el flujo es de 50 pasajeros cada 10 minutos. Lo mismo ocurre con los hangares, donde antes había un avión de mayor capacidad, ahora hay cuatro de menor capacidad y flujo…
Obviamente, el retraso del Aeropuerto Benito Juárez ocasiona una cola de retrasos en el resto de los aeropuertos del país.
Entre mayor sea la cantidad de horas que los pasajeros están en las salas; aumenta la probabilidad de consumo al interior de las terminales.
Cuando gobernó el expresidente Peña, quienes viajan en avión tenían la percepción de saturación. La cual es una condición real producto de la manipulación del flujo de tránsito. Además, fue la principal excusa para demoler el Aeropuerto Benito Juárez.
En 2021 Aeroméxico quebró. Se declaró en bancarrota desde Estados Unidos, invocando al Capítulo 11.
Me gustaría preguntarle a los sabios conocetodo, ¿qué pasaría si Aeroméxico no logra negociar su enorme deuda y finalmente cierra?
Para un ingeniero que conoce de dinámica de sistemas está simple la respuesta: No habrá aerolíneas suficientes, ni siquiera para llenar el actual aeropuerto de la Ciudad de México.
A lo mejor entonces, hasta nos conviene mudarnos definitivamente a Santa Lucía. El tiempo lo dirá.
Sin embargo, apelando a mi enorme consideración y amor por el conocimiento, le recomiendo a la oposición -y a los opinadores en general- primero enterarse del tema, o tomarse la molestia de investigar antes de hacer el ridículo, tal como lo recomendó esta mañana nuestro Presidente.
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M21