Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Las elecciones del pasado 6 de junio constituyeron un importante impulso a la democracia y un vigoroso aval a la Cuarta Transformación y a su dirigente, el Presidente López Obrador. Se mantuvo una holgada mayoría en la Cámara de Diputados, ganaron 12 de las 15 gubernaturas en juego y la mayoría de los congresos estatales.
Con esto se consigue la capacidad de aprobar el presupuesto de egresos de la federación, la posibilidad de entablar negociaciones para la aprobación de reformas constitucionales y, en lo territorial, una muy significativa expansión de la lucha contra el crimen y la procuración de la paz con estructuras que integren cabalmente a policías municipales, estatales y federales en el esfuerzo común.
Todo lo anterior fue significativo de la derrota de los afanes opositores por detener el avance regenerador.
El frente coaligado de los partidos del viejo régimen que se vieron frenados por la decisión popular de regenerar la vida pública del país.
No fueron suficientes los enormes recursos financieros y mediáticos para hacer crecer a la reacción oligárquica; no funcionaron la parcialidad del instituto electoral ni la maraña de triquiñuelas orquestada por los personeros del gran capital nacional e internacional.
Hay mucho pueblo en pie de lucha y el domingo se hizo presente en las urnas.
No se ignora el revés sufrido en la Ciudad de México y su zona conurbada, muy poblada por la clase media, donde se registraron triunfos opositores en alcaldías, presidencias municipales y diputaciones.
Se perdió en zonas tradicionalmente progresistas y con cuadros de alta calidad de representación. Venturosamente, se mantuvo la mayoría en la legislatura local.
Se registró una importante participación del electorado, superior al 50%, magnitud inusual en comicios de mitad de sexenio presidencial, lo que confirió al proceso un carácter de referéndum de aprobación o rechazo al Presidente de la República, siendo claro el sentido afirmativo a la gestión de AMLO y su proyecto transformador, lo que le otorga nuevos bríos para su profundización.
Hay un mundo de rubros en los que la transformación debe lograr mayor énfasis: la reforma política electoral, la fiscal, la sanitaria, la educativa, la energética y la judicial.
Los próximos tres años serán intensos en cambios de que deberán ser de fondo, los que se prefirió diferir para constatar la vigencia de la voluntad del pueblo para tomar las riendas de su destino. Hay respaldo y vamos por más.
El proceso electoral vivido muestra los defectos de una normatividad barroca, la que se fue construyendo para contrarrestar la fraudulencia del partido hegemónico, hecha a base de pegotes frecuentemente contradictorios.
Pero que hoy ya no es funcional a una realidad democrática de competencia y participación ciudadana. El Instituto Nacional Electoral se convirtió en un aparato ineficaz y oneroso.
En lo fiscal el nuevo régimen ha demostrado capacidad excelente de recaudación y de uso honesto de los recursos públicos.
El presupuesto beneficia al pueblo en la base y es promotor eficaz del desarrollo, aunque mantiene el déficit en la redistribución de la riqueza.
En estas condiciones es apremiante fortalecer las finanzas públicas para avanzar a mayor velocidad en la procuración del crecimiento y el bienestar.
Los derechos sociales a la salud y a la educación demandan mayores recursos para dar garantías de mayor democracia en el acceso a los factores que proveen a la felicidad del pueblo, no solo por humanismo, sino también como factor de fortalecimiento del mercado interno en beneficio de todo el aparato productivo nacional.
En lo energético resulta indispensable romper los candados por los que los recursos naturales quedan supeditados a las condiciones del mercado, generalmente injustas.
Y lo judicial. No es aceptable continuar sometidos a un régimen de vulneración del estado de derecho y de que este se refleje en justicia. Jueces para quienes el otorgamiento de amparos constituye un deporte de grandes utilidades.
Juicios en que lo que impera es la capacidad del dinero corruptor en detrimento de la justicia para todos.
En fin. Enhorabuena al triunfo del afán transformador. Es hora de que entre todos lo convirtamos en realidad.
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