Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
En diciembre del 2004 la fortuna me llevó a Caracas a participar en el II Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, convocado por don Pablo González Casanova y con el apoyo total del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.
Un acontecimiento de enorme trascendencia, tanto por la oportunidad de conocer desde dentro y a profundidad los grandes valores de la Revolución Bolivariana y a su gran líder, el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, como por los resultados de las deliberaciones ahí registradas, entre ellas la propuesta para crear una agencia de noticias latinoamericana.
Tal propuesta cobró vida pocos meses después con el concurso de Venezuela, Cuba, Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia y Ecuador bajo el nombre de TeleSur e incluyó un canal de televisión regional.
Estaba en todo su esplendor la primera ola de gobiernos progresistas en el sur del continente, todos ellos severamente atacados por los medios de comunicación hegemónicos en cada país y los del ámbito internacional.
La circunstancia entonces era que los latinoamericanos nos enterábamos de los sucesos latinoamericanos, de manera abrumadora, a través de la Associated Press, CNN en Español, Reuters y varias otras, cuya visión era la del poder de los Estados Unidos, con toda su carga ideológica y de dominación.
No tardó mucho para que esa ola progresista se desinflara, en mucho por la guerra sucia propiciada y ejecutada por esos medios de comunicación y solamente Venezuela pudo sostenerse y sostener el esfuerzo de TeleSur, muy mermado y boicoteado desde luego, pero vigente y de gran utilidad.
Viene a cuento el tema hoy que se registra el conflicto en Ucrania, respecto del cual estamos atiborrados de la información de las agencias de noticias proyanquis y la censura a los medios rusos.
En los noticieros vemos las hileras de gente que huye a refugiarse en Polonia, incluso a una madre con el rostro del terror cargando a su hija en brazos, que es recibida con alegría y cariño por voluntarios polacos muy acomedidos.
Junto a ello aparecen las escenas de bombardeos horripilantes adjudicados al ejército ruso, algunas de ellas como montajes al estilo Loret con vistas de países y fechas diferentes ya muy manoseadas.
Es obvio que lo que se logra ver en Russia Today, es casi todo lo contrario. No sé cuál sea la verdad pero son nítidos los intereses detrás de ambas posturas.
En las guerras la primera víctima es la verdad y todo se convierte en propaganda disfrazada de información.
Las redes sociales de internet contribuyen en alguna medida a ofrecer información de mayor veracidad, pero les resulta muy difícil pasar de la información puntual y de coyuntura a la contextualización y ampliación del foco de atención.
En estas reflexiones me brinca el caso de México en que vivimos una tremenda guerra informativa.
De un lado la casi totalidad de la prensa tradicional, volcada contra el Presidente López Obrador siguiendo una matriz claramente golpista, y del otro el propio Presidente enfrentándose cotidianamente en sus conferencias matutinas, con mucho respaldo en redes sociales auténticas e independientes, aunque plagada de reproductores de fake news y ejércitos de robots.
No puedo dar crédito al hecho de que los medios públicos estén tan limitados a la repetición de la información oficial y no se acerquen a ofrecer un periodismo de investigación y un debate de profundidad.
Me parece fuera de comprensión que la agencia de noticias del Estado mexicano lleve dos años silenciada por una estúpida huelga mal procesada; necesitamos enviar al mundo la información oficial mexicana.
Veo el noticiero del Canal Once, que con gran esfuerzo envía corresponsales a la zona de conflicto en Ucrania para repetir la información de refritos de las agencias internacionales “occidentales”.
Aunque sea le dieran una barnizada con información de la contraparte. Las bondades de la conferencia mañanera se ven aminoradas por la mediocridad de la información del Estado.
Ya es hora de revivir el proyecto original de TeleSUR, en esta segunda ola de progresismo, con una vigorosa participación mexicana y, desde luego, disponer de Notimex o de un sucedáneo emergente y urgente.
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M21