Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Con toda sinceridad: Estoy hasta la madre de estar hasta la madre. Ya me cansé, pero también ya me convencí de que no tiene caso darle puñaladas al propio hígado y a otras partes del cuerpo, por atender a los desfiguros de quienes, afectados por el cambio de régimen, lanzan su coraje y su veneno a los cuatro vientos.
La tormenta que derramó el vaso es la nueva campaña contra el Tren Maya, después de haber sido plenamente apabullados por la entrega del Aeropuerto Felipe Ángeles.
He tenido y tengo miles de razones para, sin ambages, sentirme honrado por “estar con Obrador”. Hoy agrego una más que no es nueva, por cierto, pero que no había yo asumido a cabalidad: el placer de gobernar y lograr resultados.
En efecto, qué rostro de satisfacción mostró el Presidente en el acto de entrega del aeropuerto; no fue necesario que hiciera uso de la palabra.
El lenguaje corporal transmitió más que un buen discurso; ya sólo faltaba que los del INE le censuraran por sonreír y hacer gala de su alegría por la consumación de una hazaña de su gobierno.
No hubo la mezquindad de la burla frente a quienes tanto se esforzaron por destroncarlo. No, era el rostro de la felicidad compartida con el país entero por un compromiso cumplido, el que tuvo que brincar barreras y aguantar majaderías, pero que salió airoso y triunfante.
La oposición está brindando una enorme contribución al desarrollo democrático del país, aunque sea involuntariamente. Ya son menos necesarias las lecciones de civismo y conciencia política; basta con la simple atención a la machacona propaganda del conservadurismo para entender exactamente lo contrario de lo que gritan; ellos solitos se muestran como lo que son y que las y los mexicanos no queremos.
Si ellos dicen no, significa que sí para quienes anhelamos que el país cambie para bien. Por cada millón de pesos invertidos para contrariar al nuevo régimen, hay un millón adicional de ciudadanos convencidos por la transformación, incluidos anteriores detractores.
Los periódicos y las estaciones de radio están cavando su tumba por la pérdida de credibilidad y de audiencia; esa es mi apreciación, sin duda cargada de simpatías personales, pero también cargada de la sensibilidad en el muy elevado nivel del pueblo.
Por ejemplo: les parece que la nueva campaña contra el Tren Maya convenza a 10 millones de personas, bien; pero son 25 millones de habitantes del sureste del país que lo anhelan con todas sus fuerzas; resulta un muy mal negocio ¿No?
El tema de la autosuficiencia energética ha sido severamente atacado por la oposición y muchos les dieron crédito a sus aseveraciones catastrofistas.
Hoy que el mundo está en una grave crisis, con los precios por las nubes, los que saben, agradecen la búsqueda de la autosuficiencia y los que no lo saben, lo intuyen por la confianza en su Presidente, ganada a pulso, por cierto.
Viene la fecha para decidir sobre la revocación del mandato; un derecho ciudadano fundamental, atacado y vilipendiado por la oposición conservadora, un reverendo despropósito (por no aplicar el merecido adjetivo de pendejada).
Cómo es que los que tanto despotrican contra AMLO se oponen a que se le revoque el mandato e, incluso, están convocando a marchas de rechazo. Si tal derecho lo hubiésemos tenido con Calderón o con Peña, muchos y yo hubiésemos salido a las calles a convencer al pueblo de aprovecharla para mandarlos a donde ustedes ya saben.
Así lo podremos hacer hoy y en adelante (es derecho constitucional) con cualquier mandatario que incumpla con el mandato.
El INE está jugando a las contras, incumpliendo con su deber de ser el principal promotor de la democracia; sólo instalará la tercera parte de casillas para votar.
No debe importarnos, es importante organizarnos para acudir a votar cotizando para el transporte, ofreciéndonos para llevar gente, como sea, pero debemos dejar constancia de que le tenemos toda la confianza a Andrés Manuel López Obrador y le pedimos que termine su mandato en 2024.
Además con la sonrisa en la boca porque vamos bien y de buenas.
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M21