La Habana, (Prensa Latina) Muertes, huérfanos, viudas, dolor y mucha crisis, es el saldo de los enfrentamientos iniciados hace hoy un año entre Rusia y Ucrania, mientras la economía de Estados Unidos aprovecha el vendaval y gana nuevos clientes.
Kiev ha tratado de demostrar que defiende al país con las uñas, pero también con el dinero, la maquinaria militar y la manipulación mediática montada por sus aliados occidentales, deseosos de acabar con Moscú.
En cualquier caso, Europa no aprendió de las enseñanzas de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, y una vez más se dejó influenciar por Washington que puso a funcionar, como no lograba en mucho tiempo, su industria de guerra.
Los magnates de Wall Street y las grandes empresas, cual buenos jugadores de Monopolio, comenzaron a apoderarse de los mercados de petróleo y gas antes rusos, mientras muchos de los integrantes de la Unión Europea (UE) deben pagar ahora precios más altos por los combustibles.
Cuando empezó el conflicto, la UE importaba de Rusia 41 por ciento de gas natural y 27 de petróleo, por lo que el embargo a las compras al gigante euroasiático, causaron subidas del precio de la gasolina y de la electricidad.
A diferencia de los países comunitarios, Estados Unidos tiene capacidad para cubrir con fuentes propias gran parte de su consumo de gas y petróleo, aunque requiere de importaciones porque su consumo doméstico es mucho mayor que la producción interna.
El 24 de febrero de 2022, Rusia lanzó la operación militar especial contra Ucrania en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk (RPD) y Lugansk (RPL), reconocidas por Moscú, con el objetivo de defender a la población de Donbass.
Zona castigada desde 2014, sus habitantes no aceptaron entonces el derrocamiento de manera violenta del ejecutivo ucraniano elegido en democracia, el conocido Maidán, que se convirtió en la justificación perfecta para atacar a manifestaciones pacíficas y reprimir a quienes se opusieran a ese golpe de Estado.
Hasta 2020, Naciones Unidas calculó que habían muerto unas 15 mil personas a manos de los ultraderechistas ucranianos que para los habitantes del sureste de ese país resultó un genocidio étnico y cultural, en el cual también intentaron eliminar todo lo relacionado con el pasado común con Rusia.
Hace un año, el presidente ruso, Vladimir Putin, apuntó que con la operación especial, Moscú pretendía «desmilitarizar” Ucrania, instó a deponer las armas y advirtió sobre la posibilidad de una respuesta inmediata en caso de intentos de intervención externa.
El Ministerio ruso de Defensa aseguró entonces que las Fuerzas Armadas no lanzarían ataques sobre las ciudades, sino contra infraestructuras, instalaciones de defensa aérea, aeródromos y aeronaves con alta precisión.
Subrayó que la población civil de Ucrania no estaría amenazada, sin embargo, la promesa fue imposible de cumplir, por la manera en que ocurrieron los acontecimientos, la prolongación del conflicto y su inevitable traslado al interior de las ciudades, poblados y barrios, donde también se han refugiado y combaten las fuerzas del régimen de Kiev.
Según Putin, el ataque pretendió “proteger a las personas que han sido sometidas a abusos y genocidio por el régimen del presidente Vladimir Zelensky durante ocho años”, y llevar ante la justicia a quienes cometieron crímenes contra civiles, incluidos ciudadanos rusos o ucranianos prorrusos.
El jefe de Estado enfatizó entonces que, con la operación militar, Moscú no planea ocupar territorios de esa nación eslava, a la vez que reiteró la decisión de impedir la compra de armas nucleares por Kiev y subrayó que la expansión de la OTAN hacia el este es inaceptable.
“Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”, reza un viejo refrán español, muy a tono con los eventos desencadenados entre ambos países, que tomaron a pocos por sorpresa por la escalada de hostilidad hacia Moscú, alentada por Washington.
Pasaron años desde la aprobación de los acuerdos de Minsk en 2014 y 2015 para una solución pacífica del problema entre Kiev y el territorio rebelde del Donbass, pero luego de muchas dilaciones, quedó claro que el Gobierno ucraniano no iba a cumplirlos.
Por el contrario, aumentó como nunca antes su potencial militar con el apoyo de Occidente y el 17 de febrero de 2022 incrementaron el nivel de fuego en la línea de contacto con bombardeos de armas pesadas, lo que provocó la evacuación de sus habitantes hacia Rusia y la movilización general de los aptos para el combate.
Rusia reconoció la soberanía de la RPD y la RPL y firmó tratados de amistad, cooperación y asistencia mutua con sus jefes y llamó a establecer relaciones diplomáticas con las autoproclamadas repúblicas y a garantizar la paz en esos territorios que serían atacados por las fuerzas de Kiev el 8 de marzo de 2022.
Las ocho páginas de documentos secretos publicadas el 9 de marzo por el Ministerio ruso de Defensa demostraron que el plan de ataque, denunciado por Moscú desde el 24 de febrero, era real y que la Guardia Nacional ucraniana había incorporado a ese plan gran parte de sus efectivos.
Cinco días antes del inicio de la operación militar rusa, el Kremlin respondió a la Casa Blanca que consideraba inaceptable que Occidente ignorara sus intereses fundamentales de seguridad y negara su derecho inalienable a protegerlos.
El reclamo de Moscú, tema de continuos intercambios telefónicos y presenciales de las máximas autoridades rusas con representantes de diversos países, evidenció que Washington ignoró “líneas rojas” de seguridad.
Rusia no encontró en la respuesta de Washington confirmación alguna de compromiso de respeto al principio de indivisibilidad de la seguridad ni tampoco recibió propuestas concretas de la OTAN sobre las formas de asegurar legalmente la renuncia a la expansión del bloque militar hacia el este.
En diciembre de 2021, Moscú envió a Washington y Bruselas un documento de 11 páginas en el que solicitó la retirada de todas las fuerzas y armas de Estados Unidos desplegadas en Europa centro-oriental y suroriental y en los países bálticos.
Entre varios puntos, el legajo exigió además que la Casa Blanca y sus aliados abandonaran la política de tensión contra Rusia y adoptaran medidas para reducir la escalada de la situación político-militar.
Rusia propuso a Estados Unidos elaborar de manera conjunta una nueva “ecuación de seguridad” y planteó su interés de aplicar un enfoque integral a los temas vinculados con la estabilidad estratégica.
“Estados Unidos no reaccionó a la propuesta rusa de retirar las armas nucleares de Europa y no desplegarlas fuera de sus fronteras;(…) se limitó a proponer abordar el problema de las armas nucleares no estratégicas, sin tener en cuenta las peculiaridades de su localización”, aclaró el Kremlin.
Las autoridades rusas consideraron “imposible” discutir sobre armas nucleares no estratégicas sin resolver el problema de su despliegue en los Estados no nucleares de la OTAN en violación del Tratado de No Proliferación. En tal sentido, las iniciativas incluidas en el texto incluyeron la eliminación de la infraestructura para el despliegue rápido de este tipo de armas en Europa, así como el cese de la práctica de la OTAN de entrenamiento y ejercicios en el manejo de tal armamento en países no nucleares.
Rusia enfrenta más de 11 mil 300 medidas punitivas en este momento, la mayoría desde el inicio del conflicto con Ucrania; algo jamás visto en la historia, según el director del departamento América Latina del Ministerio de Asuntos Exteriores de este país, Alexandr Schetinin.
Se trata de una guerra económica, humanitaria, sin reglas, en la que se violaron todas las normas de la economía de mercado, explicó el funcionario ruso al ser entrevistado por la agencia de noticias Prensa Latina y el canal Telesur, en junio de 2022.
Advirtió que no está dirigida solo contra Moscú, sino también contra el resto del planeta, “pero el mundo es muy diverso y complejo en la actualidad. Así que todo intento de dominación está condenado al fracaso”, apuntó.
El representante de la Cancillería rusa explicó que en respuesta a las sanciones, el país adoptó medidas para proteger la estabilidad socioeconómica, sobre todo en la regulación de las exportaciones y el manejo de divisas, y señaló que la economía rusa se adapta a la nueva situación y consolida su independencia y autonomía.
Agregó que la respuesta del Kremlin está enfilada, en primer término, hacia quienes mostraron una actitud inamistosa, una lista de naciones en la que, aclaró, no aparece ninguna latinoamericana.
Acerca del posible final de la operación militar rusa, Schetinin acotó que las condiciones para lograrlo fueron entregadas a Kiev, y son públicas, y forman parte de las discusiones entre las delegaciones de ambos países.
Enumeró que están relacionadas con la desmilitarización y desnazificación de Ucrania, la inclusión de su estatuto de estado neutral en la Constitución, el reconocimiento de Crimea como parte de Rusia, así como de la independencia de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
“En ese caso la operación militar puede concluir en cualquier momento”, recalcó, a la vez que puntualizó que la solución de la crisis ucraniana tiene como premisa la necesidad de eliminar las bases que la provocaron.
“Hace falta establecer una estructura balanceada, eficaz y estable que favorezca la seguridad europea, a través de negociaciones equitativas, basadas en el respeto mutuo, en el principio de la indivisibilidad de la seguridad y no echar más leña al fuego”, sentenció.
arc/mml
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