“La mujer que se atreve a escribir, a pensar, a ser ella misma, es siempre una disidente…” afirmaba Castellanos en 1973. Manifiesto 21 recuerda a la escritora en el 50 aniversario de su muerte.
El 7 de agosto de 1974, México perdió a una de sus voces más influyentes y poderosas: Rosario Castellanos. A medio siglo de su fallecimiento, su legado como escritora, periodista, diplomática y pionera del feminismo sigue tan vigente como en sus años de mayor actividad literaria y política.
Su obra, que explora temas de identidad, género, y la lucha por los derechos de las mujeres, continúa resonando en la memoria colectiva de las y los mexicanos, consolidándola como una figura imprescindible en la literatura y el pensamiento crítico de nuestro país.
Nacida en Ciudad de México en 1925, Castellanos se distinguió desde joven por su intelecto y sensibilidad hacia las problemáticas sociales, especialmente aquellas que afectaban a las mujeres y a las comunidades indígenas. Su obra literaria y ensayística refleja un profundo compromiso con la justicia social y la equidad de género.
En su libro Mujer que sabe latín (1973), Castellanos expresa: “La mujer que se atreve a escribir, a pensar, a ser ella misma, es siempre una disidente, una traidora a las normas y a las expectativas de su tiempo” (p. 45). Esta reflexión no solo encapsula su visión sobre el rol de la mujer en la sociedad, sino que también resuena con la vigencia de su pensamiento en las luchas feministas actuales.
La obra de Castellanos abarcó diversos géneros, desde la poesía hasta la novela, pasando por el ensayo y el teatro. En cada uno de estos espacios, su voz se levantó en defensa de aquellos que históricamente han sido silenciados.
En su novela más conocida, Balún Canán (1957), Castellanos explora la compleja relación entre los indígenas y los mestizos en Chiapas, revelando las profundas desigualdades y tensiones raciales que persistían (y persisten) en la región.
Al describir la resistencia de la comunidad indígena frente a la opresión de los terratenientes, Castellanos escribe: “¿Quién va a contar su historia si ellos mismos no la cuentan? […] Las palabras se las lleva el viento, pero si alguien las fija en un libro, ya no se las lleva nadie” (p. 192). Esta obra no solo es un retrato de las injusticias del pasado, sino también una advertencia sobre la necesidad de preservar y escuchar las voces marginadas.
Además de su labor literaria, Castellanos también desempeñó un papel crucial en el ámbito diplomático, sirviendo como embajadora de México en Israel entre 1971 y 1974. Durante su estancia en ese país, continuó escribiendo y reflexionando sobre temas de género y cultura, consolidando su posición como una de las intelectuales más destacadas de su tiempo.
En su ensayo Lecciones de tinieblas (1962), Castellanos reflexiona sobre su experiencia en el extranjero: “Viajé para encontrarme, y al hacerlo, descubrí que el exilio no es solo físico, sino también espiritual. Mi patria no es un lugar, sino un espacio de reflexión y creación” (p. 83).
A lo largo de su vida, Castellanos utilizó su pluma como una herramienta para cuestionar y transformar la realidad que la rodeaba. Su legado, marcado por una profunda introspección y una constante búsqueda de justicia, sigue siendo una fuente de inspiración para nuevas generaciones de escritores, activistas y feministas.
A 50 años de su muerte, su obra sigue siendo un faro de luz en la lucha por la equidad y los derechos humanos, recordándonos la importancia de alzar la voz, de escribir y de no conformarnos con las narrativas impuestas.
Rosario Castellanos no sólo fue una escritora y pensadora; fue una visionaria cuya obra sigue hablando a las nuevas generaciones, desafiándolas a cuestionar, a resistir y a crear.
Su voz, lejos de apagarse, sigue resonando con fuerza en el México contemporáneo, recordándonos que la lucha por la justicia y la igualdad es un camino que aún debemos recorrer.
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