A veces me pregunto porque hay personas que se esmeran en ser involuntariamente grotescos.
La vida de un conservador ha de ser como el “día de la marmota” y siempre se despiertan el mismo día: esa tarde de verano en la que volaron las tiendas de campaña vacías sobre el zócalo y de forma espontánea la ultraderecha hizo algo bueno; nos hizo reír mucho.
Incluso hubo personas que de forma despectiva fueron a filmar en directo aquel plantón y evidenciaron el performance de casas huecas. Una y otra vez, repiten el mismo día.
Vivir la realidad es aplastante. Comportarse como adulto y emplear la mente, es irrevocable. No hace falta ser descendiente de Colón o su caballero, ni haber ido a una primaria con nombre extranjero para usar la racionalidad.
Cualquiera que haya hecho una vida religiosa en México debe tener la certeza que para ser católico no hace falta ir a la iglesia, porque el templo de dios es el mundo, y el cuerpo de cristo está en todo lo que tocó el hálito de dios.
Al menos eso dicen las escrituras. Pero eso lo sabrían, si hubieran leído con atención el hermoso libro bíblico en lugar de ir a misa a buscar pareja, un nuevo contrato, o hacer una alianza fascista para perseguir enemigos políticos.
La vida social sólo existe en la comunidad. La iglesia es un grupo de personas que nos reunimos rutinariamente o de vez en cuando, porque compartimos ideales, esperanzas y formas de ver el mundo. Lo mismo ocurre con los librepensadores, vivimos, desayunamos, comemos y cenamos la libertad de pensar libremente.
De ese modo es como se constituye el tejido social. Derecha, izquierda, ateos, librepensadores y católicos; todos compartimos un territorio y nacionalidad, una forma de organización política y social.
A eso le llamamos México. Regimos la vida cotidiana en civilidad dentro del pacto social consagrado en nuestra Constitución: somos un país democrático, laico, nacionalista y social.
De manera que la democracia no es un instituto autónomo, una unidad administrativa con grandes jardines, o un conjunto de burócratas que viven como pequeños empresarios. La democracia es el acto de elegir libremente a nuestros gobernantes bajo un sistema electoral que permite el voto libre y secreto. Sufragio efectivo y no reelección.
La democracia se fundamenta en que mujeres, hombres y toda persona mexicana por igual, tiene el derecho a votar y ser votada. La democracia establece la protección de los derechos humanos.
La marcha fascista del día de hoy denominada “el INE no se toca”, donde saldrán muchas personas a pedir que el Instituto Nacional Electoral continúe bajo la estructura presupuestaria y organizativa actual, no tiene nada que ver con la democracia.
Sin lugar a duda, la gente que saldrá a gritar consignas de odio contra nuestro gobierno está enojada. Pero no defienden la democracia. Saldrán a defender los abusos presupuestales de una burocracia dorada que se concentra en tribunales electorales que no ejercen la justicia; y en consejeros electorales que sirven a intereses creados.
Todos esos burócratas son una sólida comunidad que vive del erario, y se apoya en los círculos sociales a los que otorga excesivos contratos de seguros, jardinería y lavandería. El gasto operacional de tribunales locales y regionales se gasta en proveedores de spas, banquetes, aviones, turismo sindical, masajes, prestaciones de lujo, etc.
Algunos de los marchantes lo harán muy convencidos de que se está peleando contra un régimen criminal, esos son los que la evolución definitivamente no beneficio.
Otros lo harán porque así lo exige su círculo social y para pertenecer o seguir obteniendo beneficios económicos hay que seguir al rebaño.
Pero al final de la cadena están los que dirigen, los que firman los contratos y obtienen utilidades de esos más de cuarenta mil millones de pesos anuales para el sistema electoral (entre INE, tribunales, partidos y elecciones). Esos son los abusivos, los ridículos, los fantoches, los clasistas y racistas.
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M21