Por Norman F. Pearl @NormaFPearl
El poder político mexicano, no pudo, hasta ahora, sacudirse de costosas rémoras con las que estaban obligadas a compartir mucho más que el “pan y la sal”. Estas, surgieron, como la vida, de manera anárquica y espontánea.
La iglesia, uno de los socios originales, tenía como función básica, el control y la manipulación de las conciencias, basado en premios y castigos divinos.
La evolución cultural de nuestro pueblo, por fortuna, fue minando su poder e importancia hasta situarla en una influencia relativa cuyo patrimonio cultural se redujo a un discurso ineficaz, cursos intensivos de pederastia, y muchos, miles de “templos”, mayormente deshabitados a lo largo del país.
Sin embargo, la iglesia no era suficiente para tener un control absoluto de la sociedad, era necesario inventar figuras terrenales exitosas que estuvieran por encima de la población.
No bastaban los campesinos, artesanos, comerciantes y profesionales diversos, vamos ni siquiera millones de empresarios honestos. Ninguno daba certidumbre en la complicidad urdida.
Serían seleccionados unos cuantos “varones del dinero”, con recursos mayormente ilegales, que entendieran de sociedades fáciles y lucrativas y pusieran su nombre en todos los negocios que les ofreciera el poder político.
Las sociedades no estarían limitadas a su experiencia o área de influencia, no era necesario, la eficiencia era irrelevante, lo importante, era compartir los beneficios de manera “equitativa” entre esos dos poderes reales.
A través del tiempo, y en congruencia con los periodos de gobierno, fuimos testigos de los bacanales sexenales -incluyendo los años de Hidalgo- que convertían a “cadáveres evidentes” en obesos beneficiarios de la “revolución”.
Claro, para que pudiera cumplirse la “dictadura perfecta” del novelista con afinidades “intelectuales”, sólo existía la condición de aceptar en los hechos que su periodo sexenal había terminado y retirarse a disfrutar sus fortunas a pesar del desprecio público.
Pero qué pasaba con ese grupúsculo de empresarios vividores del sistema.
Bueno, ellos prevalecían y cada período acrecentaban más su poder que ya no sólo se constreñía a la acumulación de dinero, su ambición crecía, querían el control total.
Vemos desde el gobierno de Salinas de Gortari, cómo fue creciendo la influencia de estos personajes hasta decidir abiertamente las candidaturas de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, con quienes cogobernaron siempre en su beneficio.
De la misma forma fuimos testigos de sus ataques y millonarias campañas en contra del candidato que NUNCA lograron conmover.
México ha podido constatar el trabajo sucio que estos sujetos han desarrollado en contra del Presidente con mayor legitimidad en su historia, pero -felizmente para la democracia- también hemos descubierto la abrumadora defensa que la ciudadanía hace de sus instituciones.
Es hasta 2021, cuando los jugadores de los dos equipos (presidentes PRI, PAN, PRD y varones del dinero) se quitan las máscaras, aceptando que forman un todo y que el equipo debe ser comandado por el pequeño grupo de empresarios apátridas.
Designan a Claudio X González, hijo de un asesor de Salinas del mismo nombre, y éste asume de facto el control de los tres partidos sin ser miembro de ninguno.
De la noche a la mañana, González ordena una acción de inconstitucionalidad en contra de la Revocación de Mandato, poniendo en evidencia a los tres partidos que previamente la habían votado sin condición semejante, e inicia una andanada usando al PAN para oponerse a la popular iniciativa de reforma eléctrica por parte del presidente López Obrador.
¡Hago un llamado a las militancias de los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y lo que queda del otro, para rescatar a sus organizaciones políticas que han sido entregadas por sus presidentes!