Con seguridad hoy encontraremos abundantes crónicas y reflexiones sobre la convocatoria de López Obrador a celebrar la Expropiación petrolera. Desde un zócalo congestionado por el júbilo y la solidaridad, dio un discurso que empezó como recordatorio de las gestas de nuestra historia más reciente, pero poco a poco la retórica fue volviéndose más contundente. “Nada de zigzaguear ni medias tintas”, “México no es un protectorado de EEUU”. “Habrá continuidad”. “Los oligarcas no regresarán al poder…”
Hace una semana hablábamos del tono ríspido y rasposo que ha ido tomando el discurso de AMLO y, también, esbozamos algunas posibilidades de qué lo provoca. El sábado lo confirmamos: nuestro presidente llama enfáticamente a los mexicanos a defender la continuidad de la 4ª Transformación.
Otro tema de forma, pero que conecta de inmediato con el fondo, es la actitud de la gente que acudió al Zócalo. Estaban felices de participar en ese momento histórico, se notaba su alegría por demostrar su apoyo a AMLO. No tenían que fingir, no hubo doble discurso para ocultar sus verdaderas motivaciones, no iban disfrazados de un color que los desmarcara de la deshonra que tiñe sus intereses. Desde la selva veracruzana no vi dobleces ni desinformación, por el contrario, todos lucían con orgullo su esencia, su origen, su verdad.
Y es que los mexicanos tenemos muchos motivos para sonreír, para el optimismo; como pocas veces, México tiene ante sí un panorama alentador, lleno de prosperidad y oportunidades.
Mientras nuestra semana discurre con serenidad, el despertar en Europa fue convulso y se ve amenazado por la crisis bancaria; revueltas sociales, disminución de los derechos ciudadanos, violencia policiaca, indiferencia política, terrorismo, crisis migratoria y una posibilidad real de que la Guerra en Ucrania la arrastre al campo de batalla. Sin más, en estos momentos los alemanes se encuentran en un doloroso proceso de pérdida de la inocencia, al descubrir un escuadrón de periodistas al servicio del gobierno, que ha mentido descaradamente y les ha maquillado la información que les hizo creer que estaban por encima de todos.
Alboroto y desasosiego ha provocado la migración de los grandes capitales asiáticos, que huyen de la crisis de la otrora reputada banca suiza, ahora tambaleante, gracias a un grave problema de regulación y a un rescate apresurado; aunado a las excéntricas medidas tomadas por las autoridades financieras de la UE. Y en EEUU, a un panorama similar pero no igual, se superpone la sombra de un escándalo mayúsculo, ya que están por publicarse los informes de actividades financieras sospechosas en los que ha incurrido la familia Biden.
Mientras el primer ministro de Israel llama a sus ciudadanos “los arquitectos del terror”, en Ucrania —por si hiciera falta—, le cortan un dedo a quien irrumpe en una iglesia ortodoxa. En México, tranquilamente, leemos larguísimas columnas de opinión donde se regatea el aforo en el zócalo.
Últimamente, entre los grandes fondos de inversión, una voz recurrente señala que el lugar para invertir de forma segura, a mediano y largo plazo, es México. Incluso se escucha en televisión abierta a los detractores repetir: “Parece mentira que López Obrador lo esté haciendo tan bien…”
La llegada de Tesla a nuestro país confirma esto último y se estima que generará cerca de 35 mil empleos. Sin embargo, los megaproyectos de AMLO generarán mucho más que eso, sólo la construcción del Tren Maya ha generado cerca de 80 mil empleos, la refinería Dos Bocas 34 mil y el corredor Interoceánico muy pronto reportará más de 550 mil empleos directos.
En México se construyen algunas de las obras de infraestructura más grandes del mundo —Tren Maya, Refinería de Dos Bocas, AIFA, Corredor Interoceánico, entre otras—; se rescataron a las empresas paraestatales más importantes —CFE y Pemex—, a fin de conseguir la autosuficiencia energética, pero que tiene repercusiones transversales; por ejemplo, en México hay más proveedores de internet que en algunos países de Europa, el precio de los energéticos está bajo control, 80 millones de mexicanos tenemos acceso a Internet, lo que nos sitúa en el 8º lugar mundial, con el 72% de la población.
Por otro lado, México ocupa el 7º lugar en el ranking mundial de productores de vehículo. Está en marcha el ambicioso plan de Salud gratuita para 126 millones de mexicanos, que ha tomado como modelo a los países nórdicos —entre los 5 países que conforman la región, apenas tienen 27.5 millones de habitantes. Y la lista puede seguir y seguir, o podríamos citar la crisis generada por la Covid-19 o los efectos de la Guerra.
Somos muchos los que vemos en estas multimillonarias inversiones del Estado, que se traducen en empleos, seguridad y bienestar para los mexicanos, en una trasposición inmediata y cuantitativa de todo lo que nos han robado los regímenes neoliberales, que sólo consiguieron enriquecimientos inexplicables de unos cuantos y encumbrar a pocos, muy muy pocos, al podio de los más ricos del mundo.
De hecho, que ciertos personajes persigan unicornios, es decir, que tengan tiempo, oportunidad y coraje de salir a medios a decir galimatías tan histriónicos como que “AMLO se expropia la Expropiación”, o que “El tren Maya va a cambiar el azul del mar Caribe”, sin sufrir ninguna represalia —además del desprestigio y la burla, por supuesto—, o que se atrevan con mentiras desproporcionadas que más tardan en confeccionar que en ser desmentidas, se debe en gran medida a esa firme gobernabilidad que, de la mano de AMLO, está cimentando a México.
Porque perseguir unicornios es una ocupación tan atrabiliaria como inútil; por ruidosa que sea, la contundencia de la realidad la nulifica. Y no cambiará el rumbo que la mayoría ha elegido para nuestro país, porque los mexicanos somos conscientes que todavía hay mucho por mejorar.
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