Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
El Presidente López Obrador designó a la Dra. Alicia Bárcena Ibarra como nueva Secretaria de Relaciones Exteriores, en reemplazo de Marcelo Ebrard que busca la candidatura presidencial.
Enhorabuena, es una gran fortuna contar con una mujer de experiencia internacionalista, fue Secretaria General Adjunta de la ONU pero, de manera especialmente venturosa, fue la cabeza de la Comisión Económica de la ONU para América Latina (CEPAL) y contribuyó a mantener y enriquecer el alto prestigio del organismo regional, distinguido por sus aportes al entendimiento y el desarrollo del sub continente.
Coincide este suceso con el avance de una renovada ola progresista en Nuestra América respecto del cual el régimen de la 4T no ha podido desempeñar el activismo que muchos quisiéramos, no obstante las oportunas muestras de solidaridad del Presidente López Obrador: el rescate de Evo Morales en condiciones casi heroicas;.
La solidaridad con los países excluidos de la Cumbre de las Américas convocada por Biden; el reclamo vigoroso por la terminación del embargo a Cuba por USA.
La exigencia de libertad al Presidente Castillo de Perú; la cooperación para el desarrollo en el triángulo norte de Centroamérica; el mantenimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en remplazo de la Organización de Estados Americanos, sometida a USA. Todas ellas como destellos de una diplomacia solidaria, pero nada más.
Hay voces que llaman a jugar un papel más decisivo en el liderazgo de la región por el Presidente de México que no son más que buenas intenciones.
Nuestra vecindad e imbricación económica con USA obligan a otorgar carácter prioritario a dicha relación extremadamente compleja y riesgosa.
AMLO se vio obligado a sacar de la chistera un proyecto de integración continental, incluyendo a USA y Canadá, exigiendo al imperio yanqui respeto a la soberanía de todos los pueblos de América (sueño imposible), cuyo único objetivo real consiste en dotar al país de un mínimo de grados de libertad para enfrentar los afanes imperiales de USA y para poder participar en la defensa del proceso emancipador latinoamericano y caribeño, con el señuelo de crear una zona económica de gran fortaleza ante el avasallador crecimiento de China.
Desde luego que nadie en Latinoamérica le dio crédito y los yanquis no dieron muestra de interesarse en abandonar su política imperial. Pero AMLO ha podido actuar con mayor libertad en la relación con el sur.
Lula da Silva asume el liderazgo en mejores condiciones y convoca a la reunión y la resurrección de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y al fortalecimiento de la alianza con China, Rusia, India y Sudáfrica (BRICS), más acorde con la procuración del nuevo orden mundial multipolar, campo imposibilitado para México.
También enhorabuena mis mejores deseos por su éxito.
Alicia Bárcena cuenta con un respetable prestigio en Nuestra América; ha sido una luchadora incansable por el desarrollo independiente de América Latina.
Su presencia podrá contribuir a la eficaz coexistencia de proyectos que pudieran ser excluyentes.
México necesita la base de sustentación política de la identidad de Nuestra América y puede seguir siendo útil en la procuración de la soberanía de los pueblos del sur, todos ellos sometidos al feroz embate de la derecha oligárquica y troglodita, incluyendo el posible retorno de la pesadilla trumpiana.
La solidez política del régimen mexicano le confiere una alta respetabilidad en el respaldo a los regímenes bajo asedio, el de Brasil incluido.
Hay una nueva geopolítica en el mundo y en el continente. Ojalá sepamos insertarnos de manera eficaz en la condición que a cada país le corresponda jugar y construir un mejor mundo para nuestros pueblos.
Bienvenida Alicia Bárcena.