Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Se dice que México está polarizado. Es mentira, estaría polarizado si entre las dos posiciones en conflicto se registrara un equilibrio; digamos que por mitades o cercanamente. No hay tal.
Es una realidad que el país está dividido entre una mayoría y unas minorías, posiciones entre las que media una significativa diferencia.
En una auténtica democracia se respeta a las minorías, pero las decisiones las toma la mayoría, punto.
La minoría política pretende llenar la diferencia artificialmente a base de mentiras, rumores y boicots, con la finalidad de aturdir al respetable público, como en los circos en los que los tiempos de preparación entre acto y acto se presenta a los payasos para ocupar la atención de los asistentes.
Me parece que la metáfora es aplicable para la realidad que estamos viviendo. Un payaso se presenta en la conferencia matutina y habla de la burbuja en que vive el Presidente, sin percatarse de que tal burbuja, de existir, sería un enorme domo cubriendo a casi todo el país, por la que se mueve el Presidente sin malla de protección ni guardias pretorianas que lo cuiden.
Hay payasos como el famoso Garrik del poema, que provocan la alegría del público mediante el ridículo histriónico, para en el camerino llorar sus terribles penas y conflictos.
Ni modo, de algo hay que comer. El caso es a la inversa, en tratándose de la oposición reaccionaria: en público intentan hacer llorar, para en el camerino desternillarse a carcajadas por su supuesta capacidad de engañar.
El caso en boga que ya cansa de tanto repetir el squetch, es el de los medicamentos para los niños con cáncer; tema por demás sensible.
Incapaces de detallar y documentar su reclamo, reemplazan información con estridencia.
Toman los accesos al aeropuerto con acarreados que confiesan que acuden sólo para apoyar, incluso con padres que declaran que no tienen problema y que la enfermedad de sus hijos está curándose.
Había más reporteros y camarógrafos que manifestantes y, contrario a lo buscado por los organizadores, no hubo desalojo ni represión.
Las redes independientes dieron la información en tiempo real y desbarataron la, esa sí, burbuja de la falacia.
Se ensañan con el tema de la pandemia y responsabilizan al Presidente de ser causante de los muertos registrados, ahí sí en una burbuja que ignora al mundo entero, como si sólo México hubiese sido afectado.
Pero también desconocen las cifras comparables que colocan al país entre los que mejor respuesta dieron al siniestro; la oportunidad diligente con que se procuró asegurar la dotación de vacunas en un mundo extremadamente cerrado y restrictivo.
La súbita ampliación de la capacidad hospitalaria para que nadie dejase de ser atendido, con la correspondiente ampliación de la contratación de médicos y compra de equipos indispensables.
Se necesita ser cínico para denostar al Dr. Hugo López Gatell que fue el responsable de la estrategia, de su ejecución y, además, el cotidiano informador oficial; merecedor de los reconocimientos que el pueblo le otorga con agradecimiento.
A la batería de misiles (viles, por cierto) se agrega la crisis económica, como si la pandemia no hubiese obligado a la paralización de muchas actividades productivas y de servicios.
Es obvio que se cayó la economía, pero se amainó el perjuicio a los más vulnerables, no sin reconocer el enorme alivio derivado de las remesas de los paisanos en el exterior mediante la aceleración de los programas para el bienestar y la dispersión de millones de pequeños créditos a la palabra para las microempresas.
Es cierto que no hubo apoyos a las grandes empresas, cuyos beneficios no se traducen en mejoría para la población.
El país no se endeudó, tal vez sea el único que no cayó en ese consabido garlito. Hoy la recuperación se manifiesta de manera acelerada pero la gritería sigue pidiendo la cabeza del Presidente.
Es una pena que la democracia se degenere con tales actitudes golpistas e hipócritas.
Otro gallo nos cantara si la honestidad e integridad de la que es baluarte Andrés Manuel López Obrador, nutriera el discurso opositor y dejaran de lado el oprobio de la mendacidad y la mala leche.
Es muy molesto y con ella, querido Sancho, tendremos que cabalgar.
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