Por César Montes / Desde la cárcel en Guatemala*
Hace 27 años se levantaron esperanzas de terminar con la espiral de violencia que caracterizó los 36 años de enfrentamiento armado interno en Guatemala. Años que dejaron como saldo 600 aldeas arrasadas hasta sus cimientos. Así como 200 mil muertos comprobados con nombre y apellido, de los cuales más de la mitad eran mujeres, desde niñas a ancianas, la mayoría de ellas violadas, mutiladas. Y en algunos casos cremados sus cadáveres y enterrados sus restos en tumbas clandestinas.
Aún este año en el área de las comunidades de la etnia Ixil de Guatemala exhumaron 59 osamentas de maya-ixiles que murieron de hambre, enfermedades o bombardeos por haber huido de la destrucción de sus aldeas en la estrategia de tierra arrasada que impulsaron los diferentes gobiernos de la contra insurgencia.
Ello con asesoría norteamericana e incluso de militares argentinos y chilenos que trajeron sus experiencias en la tortura y eliminación física del enemigo interno. Así se dio en llamar a la población civil no combatiente, desarmados que huían de la salvaje represión en su contra.
En Guatemala, cada generación es de 15 años, y ya pasaron 27 años, es decir, casi dos generaciones. Entramos a la tercera generación y los textos de historia de la primaria, ni la gente en general saben nada de los 12 Acuerdos de Paz. Porque los diferentes gobiernos posteriores a la firma de los Acuerdos de Paz Firme y Duradera se encargaron de echarle un velo de olvido al episodio trágico de violencia fratricida que vivió este país.
Por eso aún todos los más educados del país no saben ni que comprenden ni porqué se firmaron y qué debieron significar aquellos acuerdos. Hubo incluso el consenso de explicar el orígen del enfrentamiento armado interno y su resolución con los Acuerdos que debían ser de obligatorio estudio desde la secundaria y en todas las universidades.
Nunca se cumplió. Sorprendentemente para mi persona fui invitado muchas veces a disertar sobre ese tema en instituciones de educación primaria y secundaria privadas. Ni en la universidad nacional se respetó ese acuerdo. Mucho menos en las universidades privadas.
Actualmente no es tema que interese a la juventud de Guatemala que está más dedicada al consumismo, a la diversión cibernética, a los placeres y no a la recordación de un episodio trágico de muertes, torturas y tumbas clandestinas recién exhumadas. Ni siquiera se trate de las vecindades a su comunidad como algunas cercanas a la ciudad capital.
Oficialmente alguna celebración se hizo en el 2005-2007 (solo dos años). El gobierno de Guatemala autoproclamado como social demócrata de Álvaro Colón lo celebraron solamente el Primer año de su gobierno, en 2008.
Nadie más. ¿Y que ahora digan que Giammattei lo celebraría en 2023 no es acaso sorprendente? Es una muestra más del cinismo y la doble moral del presidente más corrupto e inmoral de la historia de este sufrido país.
Algunas de las organizaciones de los pueblos originarios, sus autoridades ancestrales toman como un insulto que el actual gobernante presida el festejo ya olvidado por gobernantes anteriores y pretenda colgarse el reconocimiento a los mártires. Sobre todo cuando él acordó pagos a los victimarios y excarcelación reciente a muchos de los detenidos y acusados por crímenes de lesa humanidad.
Es una bofetada en pleno rostro y como revolucionario verdadero me ofende cualquier bofetada en rostro ajeno, lo siento como en carne propia.
A pesar del autoritarismo y de la corrupción e inmoralidad del actual gobierno no se han rebelado violentamente las actuales generaciones de jóvenes. Sin embargo, fueron esas nuevas generaciones las que votaron por una nueva opción, que cancelara para siempre las prácticas actuales y reiniciaran una nueva primavera en el país de la eterna dictadura.
Son otras las formas de lucha. Seguramente a esta celebración no asistirán los jóvenes comprometidos con el cambio, ni representantes de las comunidades originarias víctimas de genocidio. Por ese delito enjuiciaron al ex general Efraín Ríos Montt y lo condenaron, aunque posteriormente revocaron su sentencia argumentando errores procesales.
Precisamente a la etnia Ixil la represión genocida la condenó al exterminio masivo que no pudo finalmente realizar por la resistencia y heroísmo de sus integrantes. Aún hoy existen sobrevivientes de aquellas masacres, que son constantemente hostigados por los victimarios que en sus propias aldeas conviven con ellos.
Mi amigo muy solidario Luis Escobedo Gowans afirmaba en una entrevista reciente lo siguiente:
Las protestas de este momento, que en apariencia buscan la renuncia de algunos funcionarios y respeto de un resultado electoral, esconde algo mayor… El anhelo es de la Refundación del Estado… Acaso una Asamblea Nacional Constituyente, y el paso a otro sistema de gobierno, el Federado y Parlamentario, por ejemplo, y la destrucción del “poder presidencial”, podrían darnos una mayor representación.
Siendo que somos una sociedad multiétnica, valdría la pena plantearse representaciones numéricas, por la cuantía de votos, y otra por orden nominal derivada de la representación étnica.
Y voy más adelante, cabría que hubiese representación de los sectores: campesinos, sindicales, magisteriales, artístico-culturales, por ejemplo. Un equilibrio entre hombres y mujeres en la representatividad.
Acaso, en el orden penal, una normativa que castigue con penas muy altas a quienes en el ejercicio de los cargos públicos incurrieren en abusos de poder, peculado, estafa política y más…
Comparto esas propuestas para terminar por fin con los odios aún remanentes del feroz enfrentamiento armado interno que someten a cárcel a luchadores sociales de origen maya y aún a luchadores sociales como mi persona que sufro ya tres años como preso político por una cruel venganza que materializó este hipócrita que ahora pretende encabezar esa celebración.
Lo hace cuando ya está a punto de ser perseguido judicialmente para encarcelarlo por toda la corrupción que engendró y llevó a su más elevada expresión insultante. Ninguna indulgencia recibirá por ese gesto descarado y aberrante.
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*César Montes es uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) de Guatemala, la primera organización guerrillera. Fue el líder en 1966 de esta organización, pero después se desvinculó de la guerrilla. Actualmente se encuentra detenido en Guatemala por su presunta participación en el asesinato de tres soldados del Ejército guatemalteco, ocurridos en 2019. Está condenado a más de 100 años de prisión. El presidente López Obrador ha reclamado el indulto.