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diciembre 6, 2025La prensa aleja a la gente
Postigo
Por: José García Sánchez
Cuando el gobierno paga, pierde claridad
El problema de un gobierno que subsidia a la prensa es que, tarde o temprano, pierde la capacidad de medir con precisión la aceptación real del pueblo hacia sus funcionarios, obras, estrategias y objetivos.
La manera más rápida de separarse de la población en los tres niveles de gobierno es pagarle a una prensa acostumbrada a proteger a quien la financia, incluso con mentiras. Si un medio recibe dinero por publicar una convocatoria de licitación, queda impedido para cuestionar acciones negativas, pues teme perder el ingreso de la siguiente convocatoria.
La información convertida en mercancía
Los medios en México son empresas que deben generar ingresos para sus inversionistas. Esto convierte la información en una mercancía cuya veracidad depende del público, un público que ya no se deja engañar con la misma facilidad que antes.
Esta es una explicación más profunda de la caída de los medios convencionales, mucho más sólida que el discurso que ellos mismos difunden: que la tecnología desplazó al papel. La verdad es que la gente simplemente dejó de creerles.
El costo de perder la brújula social
En el momento en que el gobierno paga a los medios, pierde la noción de su aprobación. No puede distinguir dónde empieza la alabanza genuina y dónde comienza la ovación comprada.
Ante este panorama, medir la popularidad se vuelve casi imposible, salvo que se financien encuestas periódicas con metodologías sólidas, cuyos resultados siempre tendrán un amplio margen de error.
Los gobiernos que dependen de la opinión de los medios a través de convenios complican la tarea de los estrategas electorales, quienes ya no pueden identificar dónde inicia y dónde termina la simpatía orgánica.
Una relación que debería terminar
Si se prohibiera definitivamente el pago de espacios a los medios desde el gobierno, la relación entre gobernados y gobernantes sería más directa, auténtica y transparente.
Un gobierno que desconoce su aceptación popular avanza hacia las elecciones con los ojos vendados. Y aun conociendo todos estos riesgos, hay gobiernos que han cedido ante la presión de los medios y continúan otorgando convenios que distorsionan la realidad día con día.
No es un acuerdo de sobrevivencia mutua: es un suicidio colectivo.
El intento de regresar al pasado
La prensa busca volver a la época en la que los presidentes “presidían” el Día de la Libertad de Expresión, aun cuando todos sabían que esa libertad no existía.
La relación entre gobierno y prensa convencional nunca debió ser tan estrecha. La historia reclama el espacio vulnerado por una sociedad que jamás debió establecerse.
Un ejemplo reciente: el Senado
Un caso revelador ocurrió cuando los medios ordenaron a los reporteros de la fuente del Senado no asistir a cubrir la sesión. Estos reporteros, conocidos como los más corruptos del gremio —porque recibían dinero de la Cámara, del partido, de la bancada o directamente de los legisladores— alegaron indignación por declaraciones del senador Gerardo Fernández Noroña, quien llamó oportunista a la viuda del alcalde de Uruapan.
En realidad, la ausencia de los medios fue un acto para mostrar músculo ante los legisladores: una manera de presionar para que regresen los millonarios subsidios legislativos de años anteriores.
Quienes aún creen en los medios convencionales se tragaron la narrativa de una defensa noble hacia la viuda, cuya dignidad pública se deteriora cada día y cuya ambición se comenta más que cualquier otra cosa.
Una relación que debe desaparecer
Esta relación enfermiza entre gobierno y medios convencionales debe desaparecer de la historia. Pero aún en algunos lugares, ni unos ni otros parecen haber aprendido a caminar solos.


