Como dijo Renato Leduc, “Sabia virtud de conocer el tiempo”. Vivimos tiempos de confrontación pero no de ahora; es de siempre y además universal, con momentos álgidos y periodos de paz simulada.
Se confrontan los poderosos y los débiles; la opulencia y la indigencia, respecto de la que Morelos llamaba a reducir en sus Sentimientos de la Nación.
El actual es uno de los momentos álgidos iniciados en los años ochenta del siglo pasado, cuando el régimen priísta abandonó por completo su contenido revolucionario y se entregó al poder de la reacción.
El movimiento popular encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas obedeció a la necesidad de combatir el proyecto neoliberal de Carlos Salinas apoyado por el gran capital nacional e internacional.
Tuvo que ser el fraude el instrumento empleado por los poderosos para consolidar su posición de fuerza.
Luego fue el engaño de la supuesta transición democrática con Vicente Fox, que no fue más que el cambio de piel de la misma serpiente.
En el desengaño el pueblo se volvió a organizar para respaldar el proyecto de nación encabezado por Andrés Manuel López Obrador y, nuevamente, el fraude y el cinismo se volvieron a imponer.
Tuvieron que transcurrir 12 largos años para que, en 2018, la voluntad popular impusiera su papel soberano en magnitud tal que imposibilitó el fraude.
En todo el tiempo fue la confrontación del proyecto de país y sigue siendo.
Durante 36 años de régimen neoliberal, en el que los poderosos incrementaron sin límite sus privilegios y en los que la indigencia alcanzó niveles insoportables, se construyó todo un entramado de intereses y de instrumentos legales que garantizaran la prevalencia de los intereses creados, independientemente de cual fuese el resultado electoral.
El nuevo régimen popular tendría que enfrentar al poder económico y demoler las estructuras de todo tipo que lo protegen.
La denostación contra AMLO y el cerco de silencio que lo trataba de invisibilizar tomaron nuevos bríos en cuanto comenzó a gobernar.
Ya no era posible ocultarlo, entonces habría que exhibirlo y atacarlo frontalmente, para ello son los dueños de la prensa y de las instituciones transexenales, los órganos autónomos (bajo su férula) y el poder judicial a su servicio.
Gobiernos estatales elegidos bajo la lógica del viejo régimen han sido contribuyentes eficaces en la confrontación, por fortuna minimizados después de las elecciones de 2021.
Carretonadas de dinero han invertido para tratar de destroncar al régimen popular y han sido brutalmente infructuosas.
El Presidente gana en el respaldo popular y se refleja en elecciones en que triunfan sus apoyadores, en las gubernaturas y en las diputaciones. Fracasan sus intentos golpistas y el régimen se fortalece.
La desesperación y el coraje –ambas malas consejeras- los llevan a redoblar su apuesta y, dejando a un lado escrúpulos y formas civilizadas, redoblan sus intrigas y denuestos. Sabedores de su debilidad.
Desperdician la oportunidad ofrecida por iniciativa del actual gobierno, para revocar el mandato del Presidente, lo que sería la vía democrática y civilizada de hacer valer su descontento.
Incluso el Instituto Nacional Electoral se suma al ejército de los detractores, abandonando el papel de árbitro para convertirse en actor.
Están tan obnubilados que atacan baluartes inatacables y dejan pasar errores que realmente se cometen.
Lanzan investigaciones periodísticas que intentan menguar la autoridad moral y política del Presidente, pero asuntos merecedores de una sana crítica pasan desapercibidos.
No seré yo quien se los entregue, no por un afán de ocultarlos sino por no agregar elementos a una confrontación viciada.
He sido y seré un convencido combatiente a favor de la transformación en curso, aunque me llegue la inquina de sus muy enanos detractores.
____
M21