Por José García Sánchez
El 13 de julio Gustavo Sainz hubiera cumplido 85 años. Un escritor no sólo rebelde sino que irrumpiendo con el lenguaje en las viejas costumbres y atacando el convencionalismo aporta en sus novelas la mejor manera de transformar el mundo.
Hay quienes piensan que la rebeldía es propia de la juventud, otros, la minoría, por desgracia, saben que ser rebelde significa ser siempre joven. La historia no la hicieron los obedientes y Gustavo Sainz, rompió los moldes de la novela de los 60. Escribió casi 30 novelas, todas extraordinarias.
Su primera novela Gazapo, es el retrato de un joven de su época inconforme con lo que para muchos era siempre el camino a seguir. Saturado de giros lingüísticos poco comunes en la literatura de esos años, violentaba al mundo, de por sí rebelde, de la literatura mexicana.
En lo personal la novela Gazapo, es inolvidable. Su lectura me era tan placentera que no desaprovechaba momento alguno para terminarla y un día, en ese placentero viaje que era su forma de escribir y describir, el libro cayó en manos de la maestra de inglés de segundo año de secundaria, que yo leía mientras daba su clase. Fue un escándalo en toda la secundaria 28.
En esa escuela ocurría algo bastante desagradable que consistía en que por sus aulas habían pasado deportistas, como Enrique Borja, quien periódicamente asistía a la secundaria a darnos consejos a la hora de la formación, quien representaba para directora y maestros un gran orgullo. Bastante distantes estaban de la literatura, y más aún de la que se producía dentro de México.
Llamaron a mi madre y como su explicación fue poco satisfactoria para los maestros, llamaron a mi padre, de quien adopté el hábito de la lectura, y asiduo lector de la literatura de todos los tiempos, de todo el mundo. La sorpresa de los maestros ya no fue un libro que para ellos sólo decía malas palabras sino la actitud de mis padres que no veían nada de malo en que una novela fuera leída por un adolescente de 13 años, donde el protagonista era un adolescente de esa edad. Porque para las autoridades escolares la falta menor era que leyera en la aburrida clase de inglés. Su problema era moral.
Si la novela escandalizaba en los círculos literarios más aún en una escuela donde los grandes ejemplos a seguir eran los futbolistas.
No sólo era lo nuevo en los textos de Gustavo Sainz, también la forma de plantear lo viejo, señalado como la derrota sin lucha, la anunciada de toda muerte de quien nace viejo.
Como esas anécdotas encontré en el camino todos y cada uno de los libros de Gustavo Saínz, a quien conocí en el palacio de Minería cuando presentó su gran novela La Princesa del Palacio de Hierro, que le valdría el premio Xavier Villaurrutia en 1974.
Dicha publicación lo internacionalizó y convirtió en uno de los escritores más destacados de los años 70, principalmente en los países de habla hispana. Porque era un experto en el manejo del lenguaje y tenía en cada vocablo la descripción exacta de lo que quería decir. En 2003 recibió el premio de Bellas Artes por Literatura por toda su obra publicada. Ese mismo año es reconocido por el premio Narrativa Colima.
Gustavo Sainz, escribió novelas, impartió cátedra dentro y fuera de México, fue titular de Bellas Artes. A principios de 1980, fue a trabajar a la Universidad Estatal de Nuevo México, en Albuquerque, donde creó autores de renombre en la frontera y que incursionaron en una narrativa propia de los mexicanos en Estados Unidos, que, hasta la fecha, permanece en México por problemas políticos y la eterna censura que existe en el vecino país del norte, donde se combate todavía todo lo que tenga que ver con la verdad, el arte y la literatura.
Posteriormente, impartió cátedra en el Middlebury College, de Vermont, en la Universidad Washington de San Luis y en la Universidad de Indiana Bloomington, donde fue profesor emérito. Aunque siempre regresaba por temporadas, a la Universidad Estatal de Nuevo México, donde había creado, talleres de literatura, instituido una escuela con su estilo, y muchos amigos.
Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de las fundaciones Ford, Tinker, Guggenheim y National Endowment for the Arts.
Hoy a los 85 años de Gustavo Sainz sigue deambulando por las páginas de la literatura de la onda. Sigue siendo un personaje de otras novelas y en el mundo infinito del reconocimiento a la rebeldía y transformadora que le caracterizó también su amigo y colega José Agustín, a quien conocí en Cuautla, en un encuentro de escritores que se celebraba cada año y su final se conmemoraba en su casa con una comida de larga duración, lo inmortalizó como uno de los personajes principales de su novela Ciudades Desiertas, también fue un personaje vivo en la novela de Roberto Bolaño, Los detectives salvajes.
Gustavo Saínz es más leído actualmente en cualquier otro país más que en México. Fue muy censurado por la política del neoliberalismo y castigado prohibiendo sus obras, condenándolo al exilio, por hacer de las páginas de los libros alas de libertad.