Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Mi esposa y yo fuimos oportunamente vacunados contra el Covid-19; nos sentimos orgullosos de vivir en un país en que la salud pública es una prioridad.
Sin duda la vacuna nos la damos todos los mexicanos con nuestras contribuciones, la única variante es que hoy esas nuestras contribuciones operan en nuestro servicio y no se esfuman en servicio de otros, muy pocos por cierto.
Simple pero profundo cambio: el país se transforma por cuarta vez en la historia atento a la convocatoria del gobierno que elegimos la mayoría en 2018, encabezado por el Presidente López Obrador.
Quiero subrayar que la transformación y sus resultados favorables al pueblo de México la está realizando el mismo pueblo de México; que Andrés Manuel sólo ha sido el ejecutor de su voluntad aunque -también debe reconocerse- haya sido su principal promotor y director.
Pero hay que advertir que ya sólo nos quedan tres años y pico de Andrés Manuel y que, por congruencia, no quiere reelegirse.
En cambio el pueblo es eterno y tendrá que asumir plenamente su papel de soberano para continuar la transformación apenas iniciada en este sexenio.
Así las cosas, la más importante tarea política consiste en darle organicidad al sabio pueblo que ya despertó, para que no lo vuelvan a marear (ni a madrear), como la historia nos dice que suele suceder.
La caída de buenos gobiernos progresistas en Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Bolivia, fuese por golpes blandos o por militares, sólo se explica por la insuficiente organización de sus pueblos que, habiendo recibido grandes beneficios, no se apropiaron de su poder.
La contrapartida muestra que Cuba y Venezuela han podido resistir toda suerte de ataques gracias a la fuerza de sus respectivos pueblos, capaces de asumir severos sacrificios para mantenerse libres y dignos.
El general Lázaro Cárdenas hizo historia con dos grandes hazañas: el reparto agrario y la expropiación petrolera.
Pero hay una tercera contribución de la que poco se habla: la organización social del proletariado mediante la promoción y constitución de la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), ambas adheridas al Partido de la Revolución Mexicana.
Esta acción consolidó al sistema político de manera de garantizar la fortaleza del estado y la continuidad de la obra revolucionaria que, con altas y bajas, llegó hasta los años ochenta del siglo pasado.
Vista la historia con ojos actuales pudiera decirse que entonces (1934-1940) se gestó la anti democracia mexicana, pero si la mirada se coloca en los respectivos momentos históricos yo afirmo que entonces se fundó la muy sui generis democracia autóctona que, incluso en sus más aciagos momentos, se alimentó del nacionalismo revolucionario y de una característica incluyente.
Cuya ruptura por la imposición neoliberal derivó en todo lo contrario: el entreguismo apátrida y la exclusión concentradora de la riqueza.
Lamento diferir de la concepción democrática maderista de Andrés Manuel López Obrador por disfuncional.
Concuerdo con la idea de un estado fuerte capaz de conducir el progreso conforme a los intereses del pueblo de México, pero creo que el pueblo avispado que despertó en 2018 requiere de la intervención del estado para estructurarse como pueblo organizado y así garantizar la continuidad de la transformación.
Así como necesitamos un sistema económico propio, igual hace falta un sistema democrático idóneo con la realidad nacional.
Hoy transitamos por caminos ya caminados por otros pueblos, principalmente los hermanos de Nuestra América, la de la piel del color de la tierra.
La oligarquía mexicana actúa exactamente igual en todas nuestras naciones; igual controlan la prensa escrita y las telecomunicaciones; propalan los mismos infundios y destrozan proyectos emancipadores; hacen chantaje con el retiro de divisas; disponen vastos recursos para quintacolumnas en los partidos de la izquierda, y claman por la intervención del Tío Sam para que venga a enmendar el rumbo.
La democracia simple electoral y representativa jamás podrá sustentar un proyecto transformador.
Sólo el pueblo puede salvar al pueblo, pero no solo; requiere la intervención decidida de un estado fuerte.
Por lo pronto, aseguraremos que el liderazgo de AMLO nos alcance para llegar fuertes a 2024, pasando por un 2021 arrollador.
____