Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
¿Estupidez natural u orgánica? El mundo entero está enloquecido por el temor a los alcances de lo que se ha dado en llamar “inteligencia artificial” (IA).
La alarma suena ante la posibilidad de que las máquinas lleguen a dominar a la humanidad. Para mi fortuna y comodidad no he seguido los procesos tecnológicos y me quedé en el correo electrónico, como quien dice: me anclé en la estupidez natural u orgánica (ENO) y, a mi edad, mejor aquí me quedo.
Sólo me doy por enterado de que tengo muchos compañeros en lo que yo supuse tremenda soledad, aunque muchos no se reconocen como yo lo hago. Los hay que erogan cantidades ingentes de dinero a empresas que venden la famosa IA para alterar la conversación política en favor de su ingenuo cliente, pero no se percatan de que el manejador de esa poderosa tecnología pueda ser un reverendo burro en ortografía e introduzca errores en esta simple materia, de manera de multiplicar por millones el estúpido error. ¿Estupidez natural u orgánica o simple IA? Afortunada comprobación de que lo artificial siempre dependerá de lo natural, por lo menos en materia de inteligencia; el engaño será siempre engaño.
Me siento menos estúpido si me encuentro con quienes me superan en esta virtud. Me supera alguien que piensa que va a ser socialmente creíble que tres publicaciones, independientes entre sí, den una información falsa e indocumentada.
Se quedan desnudos los firmantes de la dicha información y, en grado superlativo, quien la filtró. Es una pena que así enloden su prestigio o confirmen su desprestigio. La Agencia de Combate a las Drogas de los Estados Unidos (DEA) que se evidenció como infiltrador y los tres periodistas que al unísono y simultáneo reprodujeron lo infiltrado.
Ya entrado en eso de la estulticia -elegante sinónimo de la estupidez- en menos de lo que canta un gallo se produce una tormenta multimillonaria de repeticiones (incluida la de los errores ortográficos) relativas a los infundios difundidos por el trío de periodistas antes mencionados y a su distinguido filtrador. Queda de manifiesto, sin lugar a dudas, la trama infamatoria dirigida al Presidente López Obrador y a la candidata Claudia Sheimbaum.
Una carretonada de millones de dólares puesta a la vista de todo el mundo, mostrando sin la menor comprobación, una supuesta contribución de dos millones de dólares para la campaña presidencial del 2006, la del fabuloso fraude que impuso a Felipe Calderón. ¡Vaya negocio!
Vienen tiempos tormentosos, por lo general así son los electorales, pero en esta ocasión está significada como una conjura internacional.
La derecha se asocia a la derecha y suma recursos para detener la ola popular democrática. En su muy cuestionable o dudosa ética echa mano de la IA, sin deshacerse de su ENO, para desatar campañas de odio contra sus adversarios.
Por ejemplo, hacen mofa del postulado “abrazos no balazos” de AMLO, sin considerar que los abrazos han sacado de la pobreza a varios millones de habitantes y que se reparte una parte sustancial del presupuesto público en apoyo directo a los más necesitados.
La información de que la población percibe, según el INEGI, una menor inseguridad. Cuando se evitan la tortura y las masacres; los homicidios dolosos se ubican en las guerras entre grupos criminales y no por matanzas a cargo del estado. Finalmente, el amor va ganando espacio en esta nuestra sociedad tan asediada anteriormente por la codicia individualista.
López Obrador nos dice ¡Gracias! En su más reciente libro. Sólo me queda responderle: ¡Gracias a Usted! Me regresó la dignidad como gran tesoro. Vamos a seguir su ejemplo.