Disculpe usted las molestias que ocasiona esta obra en su beneficio. Así rezaban los letreros que se colocaban (o colocan) en sitios en que se ejecutaba alguna obra pública.
Ahora lo coloco en todo el país para todo lo que está significando la transformación de la vida pública. Gobernar a un país debe ser entendido como su conducción hacia una finalidad mandada por la población con su voto, generalmente identificada con su bienestar.
El pueblo soberano manda al gobernante –mandatario- operar y aplicar toda la capacidad del estado para alcanzar y consolidar el bienestar de toda la sociedad.
Obviamente no es sencillo el trabajo mandado; menos aún, cuando el soberano se ha visto engañado, agraviado y frustrado en casi toda su historia.
Quienes se vieron beneficiados por ese estado de cosas reaccionarán y opondrán todas sus fuerzas para evitar la transformación, y son muy poderosos, son los dueños de la riqueza acumulada y de todos los instrumentos del poder real, entre ellos la gran prensa.
Su objetivo es claro: hacer fracasar al mandatario transformador para que, nunca más, el pueblo se arrogue la osadía de ser soberano, incluso que se rebele en su contra por el sufrimiento que provoca un mal gobierno.
Transformar por la vía democrática es asaz difícil, aún después de una votación cuantiosa que, para lograrla, hubo necesidad de armar una amplia coalición de grupos de todo símbolo.
Obliga a llevar las cosas con mesura, eligiendo entre inconvenientes con lo que algunos comienzan a retirar el apoyo inicial; tomar medidas drásticas siempre conlleva un costo y es preciso irlo midiendo para no perder demasiado pero sin cancelar la ruta. Es asunto de mesura pero de perseverancia, mientras la base de apoyo popular se consolida.
En el caso de México, López Obrador mandó por delante los programas sociales para beneficio de adultos mayores y, de manera especial y abundante, a los jóvenes; no sólo por compromiso ético, sino también como estrategia política en la procuración de apoyos ciertos.
Conocedor de la historia, el Presidente priorizó el mantener el vínculo con la población, para informarle la razón de los actos de gobierno y para responder a las críticas de los opositores agraviados.
Así pudo cancelarse el proyecto de construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en el Lago de Texcoco, aberrante negocio de la oligarquía, y obtener el apoyo legislativo para prohibir la condonación de impuestos y, también, calificar como grave el delito de corrupción.
La austeridad aplicada en la estructura gubernamental y no en el pueblo, como era sólito, junto con el cobro de impuestos a quienes tenían como privilegio su exención, generó un gran volumen de recursos para la inversión pública que, sin corrupción, pudo multiplicarse para generar riqueza pública y empleos.
De ahí el Aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya, la Refinería Olmeca en Dos Bocas, el Corredor Transístmico, las obras hidráulicas para crear 100 mil has de riego y suficiencia de agua para Monterrey y Guadalajara, entre muchas otras obras emprendidas por la actual administración sin atender, por cierto, a las restricciones del Fondo Monetario Internacional porque no se ha hecho con endeudamiento.
El manejo de las finanzas públicas ha sido responsable y observante de la ortodoxia capitalista neoliberal, en términos de mantener la estabilidad de la moneda, aumentar las reservas del Banco de México y cumplir los compromisos crediticios existentes, incluido el oneroso cuan ominoso FOBAPROA. Todo lo anterior a contracorriente de lo que la mayoría quisiéramos, pero que ha producido estabilidad y atractivo para el mayor incremento de la inversión extranjera en el país.
Es claro que hay muchos pendientes, el campo principalmente. La salud y la educación que están en proceso de satisfacción y muchos más.
Tocará a la siguiente administración gubernamental consolidar el apoyo popular al régimen, completar los procesos vigentes y, desde luego, avanzar en la procuración del bienestar social tan anhelado.
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M21