Por Marco I. Dávila | Email: [email protected] | Facebook: Ixtli Amoxtli | Instagram: @xmiraza | X: @pormiraza1
Deportar a todos no es posible, una reforma migratoria sí. Hablar de un proceso de deportación masiva y al mismo tiempo ignorar la necesidad de arreglar el estatus de millones de personas que ya se encuentran dentro de Estados Unidos desde hace décadas, y algunos de ellos desde que eran bebés o niños pequeños, es intentar arreglar un problema solo a medias y de la forma más reaccionaria e inhumana posible.
Suponiendo que ganase Donald John Trump la presidencia en el otoño de 2024 y se iniciara un proceso de deportación masiva como se promete que ocurrirá. Esto en todo caso sólo podría tener éxito aplicando una táctica fascista. Lo que implicaría pasar por encima de todo y de todos sin miramientos de ningún tipo, teniendo como único objetivo el de, precisamente, “deportarlos a todos”.
Simplemente no hay forma de que un eventual gobierno encabezado por Trump pudiese materializar tal amenaza, a menos que se instalara un gobierno verdaderamente fascistoide, no solo en los dichos sino en los hechos.
Estamos hablando de millones de personas que ya están establecidas, que ya tienen uno o más hijos estadounidenses; que están casados con estadounidenses; que tienen todo tipo de conexiones sociales y muchas veces una vida hecha más en Estados Unidos que en sus respectivos países de nacimiento.
Trump, con uno que otro agregado, en esencia, propone lo mismo de siempre. En concreto, busca la implementación de una política xenófoba, racista y antiinmigrante.
Deportar a todos y cada uno de los indocumentados simplemente no es viable. Lo correcto sería llevar a cabo lo que los políticos no han querido hacer por décadas: proponer, discutir y aprobar una amplia reforma migratoria. Obviamente, una reforma que iría acompañada de la regularización del estatus de millones de personas, el aseguramiento de la frontera y la posibilidad real de emigrar a Estados Unidos de manera legal y ordenada.