Por César Montes / Desde la cárcel en Guatemala*
Estando en casa del comandante Fidel Castro, entró por el teletipo que tenía en su propia oficina, cortó la noticia que envió una agencia y me leyó:
“Lo que parecen los últimos días del mítico comandante Ernesto che Guevara parecen transcurrir en una yerma quebrada llamada del Yuro, rodeado por tropas del gobierno boliviano”. “¿Usted qué opina de ese presagio comandante?”, pregunté. –“No me preocupa. Lo que sí temo es a la temeridad del Che”–. Me tranquilizó. Horas más tarde ya fuera de la entrevista con el comandante en jefe, radio Australia daba la noticia que había sido capturado vivo.
Al día siguiente que teníamos programado un nuevo encuentro con Fidel, recibí la explicación que estaría muy atareado y que cancelaba la reunión. No lo volví a ver hasta la velada solemne que fue el gran homenaje al creador de la consigna: Crear dos, tres, muchos Vietnam.
Fue un acto majestuoso de reconocimiento del papel que jugó el médico argentino internacionalista que viajó a Guatemala atraído por la Revolución democrática del coronel Jacobo Árbenz Guzmán derrocado por la primera operación encubierta de la CIA en contra de un gobierno legalmente electo. Al que acusó de avanzada del comunismo internacional y un peligro para el continente, lo que lo obligó a solicitar asilo en México. Donde conoció a Fidel Castro, en ese momento exilado político cubano, preparando el inicio de la experiencia victoriosa de la Sierra Maestra. Ese hecho, convirtió al Che en gran estratega militar y valeroso combatiente, Ministro de Industrias en el nuevo gobierno revolucionario y un gran referente latinoamericano con su intervención brillante en la ONU en 1964.
Luego recordé que, a partir de su despedida de sus cargos de comandante y ministro para ir a hacer la revolución en otros países, desapareciendo del escenario político y manteniendo absoluto secreto de donde se encontraba, en esos momentos el ex jugador de fútbol argentino, Homero Cristali –llamado también Juan Posada- convertido en dirigente de una grandilocuente Cuarta Internacional trotskista publicó un artero ataque a la Revolución cubana acusándola de haber asesinado al comandante Ernesto Guevara porque tenía coincidencias ideológicas con el trotskismo o que era trotskista.
Esa cuarta internacional Posadista tenía en su historia el haber incidido en la división de la unidad interna del Movimiento Revolucionario 13 de noviembre en Guatemala. Y haber desfalcado económicamente a la organización del comandante Marco Antonio Yon Sosa quien los expulsó para siempre de su movimiento guerrillero.
Posteriormente a esa decisión histórica, siendo Comandante en jefe de las FAR en la Sierra de las Minas me dirigí a visitar a Yon Sosa y brindarle apoyo moral y económico porque la principal virtud revolucionaria es la solidaridad entre combatientes que habíamos sido fundadores del inicial esfuerzo guerrillero.
En esa visita le solicité con humildad que mantuviéramos relaciones que condujeran a la reunificación del movimiento guerrillero. Lo consideró como una meta a lograr pero que debía ser fruto de un proceso que consideró más o menos prolongado pero seguro que lo haríamos. Me permití invitarlo a viajar juntos a la Habana Cuba para la conferencia constitutiva de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Declinó ir a Cuba: dijo que la experiencia con los posadistas los había afectado internamente y no podía perder tiempo que debía dedicar a la reconstitución de su movimiento armado.
Por esa razón viajé a la reunión de OLAS, acompañado de Néstor Valle, joven dirigente clandestino urbano que jugó el papel público y me dediqué a reuniones clandestinas ya relatadas con Fidel.
Visité la embajada de Corea del Norte y fui invitado a visitar su país y allí concretar ayuda militar en armas y municiones para el programado crecimiento exponencial que había dejado señalado en su documento póstumo el comandante Luis Augusto Turcios Lima, quien trazaba esa línea de desarrollo para la organización FAR que me tocó dirigir al morir él.
Visité la embajada de Vietnam, país aún en una lucha feroz contra los contingentes más numerosos de soldados norteamericanos de la historia. También fui invitado a visitarlos y recibir las grandes lecciones de la lucha anti yanki por la Salvación Nacional.
También nos ofrecieron municiones, armas norteamericanas y capacitación para combatientes nuestros en el terreno. Ya el comandante Turcios Lima había adelantado peticiones a los vietnamitas cuando estuvo como copresidente de la Conferencia Tri Continental realizada en la Habana entre el 6 y el 15 de enero de 1966, evento en el que se leyó la carta del comandante Che Guevara donde traza la línea de crear “dos, tres vietnams”.
Esa consigna bullía en mi cabeza. Algo había sembrado en esa línea sin haberlo sintetizado como lo hizo el Che. Yo recordaba haber entrenado combatientes sandinistas nicaragüenses en la Sierra de las Minas, con ellos bajamos armados y uniformados a ciudad Guatemala al día siguiente de la muerte de Turcios Lima.
En consecuencia, a pesar de que los cubanos no acostumbraban a dar capacitación a combatientes de diferentes países y diferentes organizaciones, propuse y logré que se capacitaran juntos a guatemaltecos y nicaragüenses al mismo tiempo, incluimos al poeta salvadoreño Roque Dalton para que se conocieran e iniciaran la coordinación guerrillera internacionalista.
Sin hacer mucho ruido iniciamos la idea de crear en la región centroamericana el segundo Vietnam. Tenía la esperanza que se abriera otro Vietnam en Sudamérica. Nunca pensé que el Che Guevara muriera en ese empeño.
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