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diciembre 21, 2025La ruta para que la oposición gane la Presidencia… y el oficialista que ya les ganó la carrera sin que se dieran cuenta
Columna de opinión: Ingeniería Política
Por: Aldo San Pedro
Una ruta que existe, pero que nadie quiere ver
El punto de partida de esta historia es una ironía incómoda: la oposición sí podría ganar la Presidencia. La ruta existe, es viable y no requiere genialidades, solo entender el momento político que vive el país. Sin embargo, una y otra vez decide no verla.
Sigue leyendo la realidad como si se tratara de un debate de ideas, cuando millones de mexicanas y mexicanos la experimentan como una vivencia cotidiana marcada por inseguridad, desgaste y sensación de pérdida. Ahí comienza el desfase que explica por qué, incluso con malestar social, la alternancia no termina de materializarse.
Cuando el desorden deja de ser noticia
Con el paso del tiempo, el desorden deja de ser escándalo y se vuelve paisaje. La inseguridad ya no se discute: se padece. En ese tránsito, la política cambia de lógica.
Dos conceptos ayudan a entenderlo:
- Autoritarismo reactivo: cuando el entorno se percibe fuera de control, amplios sectores priorizan el orden inmediato sobre la deliberación.
- Aversión a la pérdida: cuando se siente que ya se perdió demasiado, se deja de apostar y se comienza a defender lo poco que queda.
Desde esta lógica, el voto se vuelve defensivo y el horizonte se acorta. La pregunta deja de ser qué proyecto convence más y pasa a ser quién puede evitar que las cosas empeoren.
El error central de la oposición
En ese escenario, insistir en diagnósticos complejos o promesas de largo plazo no persuade: aleja. El problema de la oposición no es la falta de ideas, sino su obsesión por hablarle a la razón cuando el país está decidiendo desde el reflejo.
Confunde inconformidad con disposición a arriesgar. Confunde crítica con alternativa. Actúa como si el debate siguiera abierto, cuando en realidad la decisión ya se está cerrando por otro lado.
Los regresos sí son posibles
Asumir que la oposición está condenada sería un error. En América Latina, el péndulo político ha demostrado que los regresos ocurren:
- Chile, desde el agotamiento del ciclo previo.
- Argentina, desde la crisis económica.
- El Salvador, desde la seguridad.
- Ecuador, desde el colapso institucional.
No fue una ola ideológica homogénea, sino oposiciones que supieron leer las ansiedades concretas de su sociedad y ocupar el espacio que el miedo, la frustración o la pérdida dejaron abierto.
En México, buena parte de la oposición sigue hablándose a sí misma.
Orden discursivo vs. orden creíble
Aquí aparece una diferencia que define elecciones: orden discursivo frente a orden creíble.
El primero se promete.
El segundo se percibe.
En contextos de miedo y pérdida no gana quien explica mejor, sino quien transmite capacidad de contención. No se evalúan programas detallados, sino señales de control, coordinación y ejecución. Los resultados visibles pesan más que cualquier narrativa sofisticada.
El gobierno como proceso, no como ruptura
Mientras la oposición compite en el terreno del argumento, el país ha sido narrado desde el gobierno como proceso, no como salto al vacío.
La administración actual no se construyó desde el miedo, sino desde la recuperación de capacidades del Estado y la presencia institucional. Esa continuidad importa, porque en escenarios de pérdida el electorado valora conducción, no giros abruptos.
En ese trayecto, algunas figuras quedan asociadas a la crítica, otras al debate, y unas pocas a la tarea concreta de contener el problema que hoy organiza el voto.
El desenlace que ya está ocurriendo
Ahí aparece el punto de inflexión. Sin discursos estridentes ni campañas adelantadas, desde la función y los resultados asociados a seguridad, coordinación y control, un perfil ha ido ocupando ese lugar mental clave.
No como consigna ni candidatura explícita, sino como consecuencia lógica del momento político.
Ahí aparece Omar García Harfuch: no como promesa, sino como desenlace narrativo de una dinámica que el país ya está procesando.
La explicación final
La oposición no entiende el momento. Sigue actuando como si el país estuviera comparando opciones, cuando en realidad está buscando contención.
Mientras intenta regresar desde el discurso, el presente se está ordenando desde la acción. Y en ese terreno, sin anuncios ni atajos, una figura avanza cumpliendo una función que hoy pesa más que cualquier promesa.
No se adelanta por ambición, sino por consistencia.
No irrumpe, responde.
Y así, casi sin decirlo, va tomando distancia frente a propios y extraños.
De mí se acuerdan.
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