
La oposición mata
diciembre 1, 2025COP30: la cumbre que cambió el clima… sin cambiar el rumbo del planeta
Columna de opinión: Ingeniería Política
Por: Aldo San Pedro
Un parteaguas que nunca llegó
En noviembre de 2025, mientras el planeta rompía récords de temperatura y los incendios forestales devoraban hectáreas de vida, se celebró la COP30 en el corazón de la Amazonía brasileña. Lo que debía ser un parteaguas global terminó convertido en símbolo de un estancamiento diplomático incapaz de ir al ritmo del calentamiento.
La cita en Belém fracasó en sus grandes promesas: combustibles fósiles, deforestación y cumplimiento del límite de 1.5 °C. También reflejó una crisis de legitimidad en las conferencias climáticas, marcadas por ausencias clave, posiciones irreconciliables y una desconexión creciente entre acuerdos multilaterales y vida cotidiana.
Si algo cambió tras la COP30, fue el estado de ánimo. La expectativa se transformó en decepción. Pero encendió una alerta ineludible: la política climática ya no ocurre solo en las cumbres, sino en el comercio, las ciudades, los bosques y la vida diaria de mexicanas y mexicanos.
Las COP y sus límites estructurales
Desde Kioto hasta París, las COP se construyeron como un sistema jurídico internacional para convertir la ciencia en decisiones políticas. En ese trayecto surgieron mecanismos como las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), fondos para adaptación y metas globales vinculantes.
Sin embargo, diez años después del Acuerdo de París, Belém exhibió los límites de ese marco. Solo una parte de los países presentó sus NDC. Y aun si todos los compromisos se cumplieran, el planeta se calentaría entre 2.3 y 2.6 °C este siglo.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el objetivo de 1.5 °C ya no se sostiene sin recortes de emisiones sin precedentes en los próximos cinco años. Ante este escenario, las decisiones diluidas de la COP30 confirman que el multilateralismo climático necesita más que acuerdos voluntarios. Requiere voluntad política real, cooperación asimétrica y acciones vinculantes desde los grandes centros económicos del mundo.
Lo que quedó fuera de la agenda
La frustración en Belém vino también de lo que no se logró. La hoja de ruta para eliminar progresivamente los combustibles fósiles fue bloqueada por países productores como Arabia Saudita.
A pesar del respaldo de más de 80 países, el documento final evitó cualquier mención explícita al petróleo, gas o carbón. También excluyó una hoja de ruta concreta para frenar la deforestación, a pesar de celebrarse en la Amazonía y contar con el apoyo de más de 90 países.
El Mutirão Global, nombre oficial del acuerdo final, relegó estas omisiones con la promesa de hojas de ruta futuras, sin garantizar implementación ni financiamiento.
Avances acotados
En contraste, sí hubo avances, aunque limitados:
- Financiación para adaptación: se acordó triplicarla hasta 120 mil millones de dólares anuales en 2035, sin nuevos fondos ni compromisos sólidos.
- Plan de Acción de Género: establece cinco áreas prioritarias para incorporar igualdad en las políticas climáticas.
- Mecanismo de Transición Justa: busca proteger a trabajadores frente al cambio económico global, sin recursos específicos.
- Componente comercial inédito: por primera vez, una COP incluyó un mecanismo para tres diálogos anuales que eviten que las medidas climáticas funcionen como barreras comerciales, una demanda histórica del Sur Global ante el CBAM europeo.
Belém y el regreso de la sociedad civil
Uno de los elementos más disruptivos fue su dimensión ciudadana. A diferencia de otras sedes restrictivas, la COP estuvo acompañada por la Cumbre de los Pueblos, que reunió a 25 mil personas. A esto se sumaron 70 mil asistentes a la marcha por la justicia climática.
Manifestantes indígenas irrumpieron en espacios oficiales y la presión social fue tan alta que incluso el presidente de la COP, André Corrêa do Lago, se comprometió a impulsar hojas de ruta presidenciales para los temas ausentes.
Las calles de Belém recordaron que la crisis climática no es solo una abstracción científica. Es una injusticia acumulada con rostros, nombres y consecuencias visibles.
México ya vive la crisis
Para quienes creen que la crisis climática es un problema lejano, conviene recordar que sus efectos ya están aquí: escasez de agua, cosechas arruinadas, enfermedades respiratorias y alimentos más caros.
Cada tormenta que inunda calles, cada sequía que arruina la milpa y cada incendio forestal que consume cerros no son episodios aislados. Son síntomas de un sistema global que se recalienta sin freno.
Si no actuamos desde lo local —en ciudades, escuelas, trabajos y hogares— dependeremos de cumbres distantes que negocian sin urgencia, mientras millones pierden bienestar y futuro. La pregunta ya no es si el cambio climático afectará a México, sino cuánto más toleraremos sin exigir cambios estructurales.
El mensaje de fondo: el clima avanza, la diplomacia se estanca
La COP30 dejó claro que el mundo ya no puede esperar a que los grandes acuerdos lleguen desde arriba. Mientras la diplomacia se estanca, el clima avanza.
Lo que Belém no resolvió —transición energética, protección de bosques, financiamiento para adaptación— no desaparece. Se traslada al precio de la comida, al agua que falta, al calor que enferma y a la desigualdad que crece.
Ese es el verdadero mensaje de la cumbre: la política climática ya no es tema de especialistas, sino de ciudadanía informada. Hoy necesitamos preguntarnos quién toma las decisiones que definirán nuestro futuro y por qué tantos decidieron no estar en Belém cuando más se les necesitaba.
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