El PAN y sus legisladores andan envalentonados contra la 4T, se lanzan contra el presupuesto destinado al pueblo y caen en el absurdo de decir que se está construyendo una dictadura.
En el debate público que rodea las políticas de la Cuarta Transformación, las posturas de ciertos legisladores del Partido Acción Nacional (PAN) han estado marcadas por una narrativa alarmista que, al ser analizada, resulta carente de sustento y anclada en clichés políticos.
Dos ejemplos recientes ilustran esta tendencia: las declaraciones de la diputada del PAN Kenia López contra los programas sociales y los señalamientos del senador también del PAN Marko Cortés sobre una supuesta intención dictatorial del movimiento encabezado por Morena.
El pasado 25 de noviembre, la Comisión de Hacienda y Crédito Público aprobó la Ley de Ingresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2025, con un presupuesto histórico de 9.3 billones de pesos, en el que se priorizan programas sociales clave para combatir la pobreza y la desigualdad.
Este dictamen no fue bien recibido por Kenia López, diputada federal del PAN, quien no solo votó en contra, sino que lanzó duras críticas que denotan más una postura ideológica que un análisis técnico.
Kenia López desestimó el impacto positivo de los programas sociales y los calificó como un mecanismo populista para encubrir las fallas del gobierno.
Según Kenia, el PAN y sus aliados trasnochados , dichos programas se pagan únicamente gracias a los impuestos de los ciudadanos, una afirmación que, aunque parcialmente cierta, ignora el principio básico de redistribución fiscal en cualquier democracia moderna.
La diputada no ofreció alternativas viables para atender a los sectores vulnerables, dejando entrever que su principal preocupación no es el bienestar de las mayorías, sino la defensa de intereses que históricamente han favorecido a las élites económicas.
Más preocupante aún fue su comentario al acusar al gobierno de “endeudar al país” sin aportar datos que respalden su argumento.
Los informes económicos muestran que la deuda pública mexicana se mantiene dentro de parámetros manejables, y los programas sociales han sido reconocidos incluso por organismos internacionales como un instrumento eficaz para reducir desigualdades.
Por otro lado, en el Senado, Marko Cortés intensificó la retórica del miedo al señalar que Morena busca eliminar los contrapesos democráticos para instaurar una dictadura encabezada por Claudia Sheinbaum.
Durante la discusión sobre la desaparición de organismos autónomos, el senador panista afirmó:
“Ahora ustedes imagínense si resulta que va a ser el propio Ejecutivo federal el que dé la información pública, ¿cómo se llama eso, ser juez y parte?”.
Estas palabras, además de imprecisas, ignoran el contexto de las reformas planteadas, cuyo objetivo es reducir la duplicidad de funciones, garantizar transparencia y optimizar recursos.
Cortés y su partido parecen más interesados en perpetuar estructuras burocráticas que en fortalecer instituciones que realmente sirvan a la ciudadanía.
La acusación de Cortés de que Morena busca “darle todo el poder” a Claudia Sheinbaum para instalar un régimen autoritario carece de fundamento.
México sigue siendo una democracia consolidada con poderes independientes, elecciones libres y una sociedad civil activa. Insinuar lo contrario no solo es irresponsable, sino que alimenta una polarización dañina que obstaculiza los debates genuinos sobre las políticas públicas necesarias para el país.
En ambos casos, los argumentos de los legisladores del PAN reflejan una estrategia política basada en la desinformación y el alarmismo.
Criticar los programas sociales sin proponer alternativas o recurrir al fantasma de la dictadura sin evidencia concreta no contribuye al fortalecimiento de la democracia, sino que debilita la credibilidad de quienes se dicen defensores de ella.
Al final, queda claro que, para el PAN, todo lo que hace la Cuarta Transformación es visto como una amenaza. Desde esta perspectiva, cualquier acción gubernamental, por benéfica que sea, es considerada un paso hacia la dictadura.
Este tipo de retórica, además de absurda, subestima la inteligencia de los ciudadanos, quienes pueden distinguir entre la crítica legítima y los intentos desesperados por desacreditar un proyecto de nación que sigue contando con amplio respaldo popular.