Por Gerardo Fernández Casanova / [email protected]
Confirmo lo dicho por el Presidente López Obrador en el sentido del alto grado de politización del pueblo de México. Lo compruebo al ver la guerra de estiércol que se registra en las alturas de la gran prensa y su efecto respecto de la aprobación a su gobierno y, en general, al Movimiento de Regeneración Nacional.
Es un verdadero escándalo la carretonada de millones invertidos por la burguesía y sus partidos, pero mayor es su profundo fracaso: el estiércol como instrumento político. Creo firmemente que así se hará patente el próximo domingo en el acto electoral.
El odio, su estiércol, es un pésimo consejero que anula a la inteligencia, incluso a la mejor pagada, cuando se dirige a un pueblo políticamente despierto como es el mexicano. Aunque debo reconocer que es útil ante sociedades agotadas ante hartazgos por los malos gobiernos.
El caso Milei en Argentina no puede entenderse de otra forma: el estiércol como instrumento político. Europa misma, con su cultura milenaria, padece similares efectos que, incluso la traen nuevamente al escenario de la guerra y la estupidez colectiva.
Debo advertir que en México sucede lo mismo, pero a la inversa. El hartazgo se registró en 2018, después de que los gobiernos del régimen neoliberal destrozaron al país y empobrecieron al pueblo, fincados en fraudes electorales e imposiciones aberrantes.
El hartazgo fue dando lugar a la protesta pacífica y organizada, bajo la conducción de un líder debidamente incrustado e inmerso en la realidad insoportable. Se dio un proceso histórico que trastocó los valores de la Revolución Mexicana y divorció al Estado de la masa popular.
El año 1968 marcó un parteaguas con el Gran Movimiento Estudiantil y su sangrienta represión. Continuó con el asqueroso fraude que le robó la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas e impuso a Carlo Salinas y con él al más abyecto neoliberalismo.
En el 2000 tuvo que ser aceptada, incluso prohijada, la alternancia con el viejo contrincante de derecha, el PAN, que sólo sirvió para dar oxígeno de sobrevivencia al régimen neoliberal durante dos pésimos gobiernos: Fox y Calderón que, una vez desgastados, volvieron a alternar con un supuesto nuevo PRI.
Durante todos estos años de neoliberalismo se formaron las grandes fortunas derivadas de las privatizaciones y se incrementó la miseria de la mayoría, derivando en el 2018 de la liberación por la insurrección popular pacífica, que pudo no serlo sino mediante el atinado liderazgo de AMLO y por el temor del imperio de afrontar un conflicto mayor en su frontera sur.
López Obrador tuvo el tino para ir gestando un gobierno popular respondiendo a las demandas de la base y contrarrestando los embates de la oligarquía mediante una respuesta didáctica a pecho descubierto en sus conferencias mañaneras.
Ahí se acabó de construir cultura política popular. Sin aspavientos sacó del país al Fondo monetario Internacional y al Banco Mundial, así como a las otras agencias del gobierno gringo, dotándolo de mayores grados de libertad para gobernar conforme al Proyecto Alternativo de Nación.
Así asumió un gobierno austero reduciendo privilegios y gastos burocráticos excesivos; apretó la fiscalidad a los poderosos, sin aumentar impuestos; destinó enormes recursos a los programas de bienestar y realizó obra pública de gran envergadura. Justamente todo lo prohibido por las recetas neoliberales. Y tuvo enormes rendimientos sociales, políticos y económicos.
La solidez del poder presidencial le ha permitido procesar exitosamente su sucesión, primero por rechazar el canto de las sirenas de la reelección. El relevo está asegurado en la persona de Claudia Sheimbaum, quien garantiza la continuidad del proceso de transformación, con su propio sello y con las sólidas bases creadas.
Depende mucho del respaldo popular en las urnas y en las calles que Sheimbaum resista la guerra que se pronostica, tanto de parte de la burguesía autóctona, como de la poderosa Internacional Conservadora. Para ellos es un pésimo ejemplo a destruir.
De ahí la importancia de salir todos a votar el próximo domingo y respaldar a todos los candidatos de la transformación. Se necesita contar con la fuerza necesaria para hacer reformas que eliminen las trancas que limitaron a López Obrador. Ya aprendimos que ese es el camino y que es bueno.