“Mi pecho no es bodega” es una de las frases que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) puso en el lenguaje cotidiano. No es nueva ni tampoco, digamos, es de su autoría.
Y es que AMLO no solo lidera desde el Palacio Nacional, sino que también deja su impronta en el tejido lingüístico del país, revitalizando refranes ancestrales que ahora resuenan con una nueva relevancia.
“Mi pecho no es bodega” es una de esas expresiones, que aunque puede sonar a la descripción pintoresca de un problema de espacio en una conversación trivial, adquiere un significado más profundo en el contexto político actual.
“Miren, a lo mejor no les va a gustar, pero, lo quieran o no lo quieran, ya saben que yo siempre digo lo que pienso y que mi pecho no es bodega. No podemos pensar todos de la misma manera, ni en la familia, nada. Somos plurales y eso es la democracia, no hay pensamiento único, cada quien piensa libremente”.
Esa declaración fue una de las tantas veces que el presidente López Obrador expuso la frase, seguida, como en todos los casos de una fuerte declaración que no a pocos pone a temblar.
Este refrán, que caracteriza a aquellos que no pueden mantener un secreto sin revelarlo, ha encontrado nueva vida bajo el mandato de AMLO.
La política, tradicionalmente un terreno minado por intrigas y secretos, se ha vuelto un escenario donde la transparencia y la comunicación directa son valores primordiales. Esto en el caso del gobierno de López Obrador, quien no ha encontrado límites a su forma de expresarse. Y ante todo decir verdades incómodas para sus adversarios.
En este nuevo panorama, “mi pecho no es bodega” es una especie de lema, un recordatorio de que en un gobierno donde la información fluye libremente, la transparencia es un bien preciado.
Pero, ¿de dónde vienen estos refranes que ahora cobran nueva relevancia? Los refranes son como reliquias del pasado, fragmentos de sabiduría transmitidos de generación en generación. Su origen se pierde en la bruma del tiempo, y muchos de ellos se remontan a tiempos inmemoriales, cuando el lenguaje mismo estaba en gestación.
Algunos sostienen que los refranes surgieron al mismo tiempo que el hombre adquirió la facultad del habla, como si fueran el eco de la sabiduría ancestral resonando en el corazón de la humanidad.
La definición que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes es: “La palabra refrán procede del francés refrain y significa dicho agudo y sentencioso de uso común”
Pero más allá de su antigüedad, los refranes persisten porque encapsulan verdades universales en formas concisas y memorables. Son pequeñas cápsulas de sabiduría que condensan siglos de experiencia humana en unas pocas palabras.
Y en la era de la comunicación instantánea y la sobreabundancia de información, estas máximas tienen un valor aún mayor, sirviendo como anclas de sabiduría en un mar de ruido y distracción.
Así, “mi pecho no es bodega” se convierte en mucho más que una simple frase. Es un recordatorio de la importancia de la transparencia. Sobre todo, del ejercicio de comunicación que ejerce todos los días el presidente López Obrador.
A la vez de ese ejercicio de comunicación, se vuelven un tributo a la sabiduría popular que sigue resonando, incluso en los pasillos del poder.
Mi pecho no es bodega es un testimonio del poder perdurable de los refranes para capturar la esencia de la experiencia humana, incluso en los tiempos más tumultuosos y cambiantes. En la era de AMLO, estos antiguos adagios encuentran un nuevo hogar, recordándonos que, aunque el mundo cambie a nuestro alrededor, algunas verdades son eternas.