Por Gerardo Fernández Casanova / Correo electrónico: [email protected]
El humanismo de Vasco de Quiroga. Interesante fecha. Cuatro patos avanzan hacia la izquierda arrastrando un cuatro, representante de la 4T. Enhorabuena.
Al igual que todas las ideas revolucionarias, el Humanismo Mexicano es un pensamiento en vías de gestación y desarrollo. Recorrido el panteón de las ideologías se encuentran aportes de gran valor para entender a la humanidad en relación consigo misma y con su entorno. Así como con importantes aportaciones de los filósofos tanto de la antigüedad griega como de los europeos más cercanos en el tiempo.
Pero las sociedades son distintas. Sus respectivas historias y su entorno natural son distintos: no pueden aplicarse razonamientos iguales a condiciones diferentes. De ahí la necesidad y la importancia de desarrollar una ideología autóctona y auténtica que, basada en la universalidad del ser humano, se identifique con la realidad nacional. El Humanismo Mexicano.
Es preciso incorporar la cosmovisión de los pueblos originarios y su capacidad de resistencia con la ideología de los conquistadores, atados a la contrarreforma cristiana y dominados por el afán de riqueza y poder.
La crueldad del proceso de conquista y exterminio no debe ignorar su impronta en la cultura vigente, buena o mala pero real. Con valores y contravalores verdaderos. Todos están presentes en el crisol o en el metate de la cultura mexicana, que no acaban de molerse o acrisolarse suficientemente. Prevalecen el racismo y la indolencia, el privilegio y la humillación, la riqueza y la pobreza. Tal condición resulta inaceptable, sea en lo moral, lo político, lo económico y, en suma, en lo cultural.
Proponer y propugnar por un Humanismo Mexicano es una decisión política de gran visión. Sin inmediateces, pero sin complacencias. Ya no es aceptable buscarnos en espejos ajenos. Nuestro espejo tendremos que crearlo con autenticidad y con orgullo de identidad. La Nueva Escuela Mexicana habrá de ser cuidada con esmero y patriotismo: ese es el crisol y el metate, sin excluir lo aplicable de la cultura universal.
Es en este concepto que destaca la figura indeleble de Vasco de Quiroga -Tata Vasco- cuyo humanismo se nutre de la lectura de Tomás Moro y de Erasmo de Rotterdam, pero que se consolida en la vivencia del pueblo Purépecha y del Mexica.
Jurista de profesión, vino a México para combatir la corrupción colonial y predicó con el ejemplo personal. Entendió como ninguno -según mi criterio- el conflicto cultural de la conquista y se aplicó a perseguir la utopía del humanismo de la igualdad y el buen vivir.
Fundó los llamados hospitales de Santa Fe en México-Tenochtitlan y en Pátzcuaro, Michoacán. Eran pueblos nuevos en los que privaba la solidaridad social y no existía la propiedad privada (aportación autóctona). Cada pueblo se dotaba de los servicios y los servidores necesarios, pero se adoptaban especialidades de trabajo según la vocación y la dotación de recursos naturales. Convivían los originarios y los europeos en santa paz y colaboración. La tierra era comunal y se destinaba a la producción del consumo de la comunidad, al igual que la pesca. El sincretismo religioso produjo un arte excepcional y una educación inclusiva y enfocada a la procuración del bienestar por el trabajo.
Aún persiste su huella, particularmente en torno al Lago de Pátzcuaro, con su gran riqueza artesanal. Creo que es una importante lección de mestizaje afirmativo y de un humanismo genuino. Vale mucho estudiarlo y hacerlo in situ visitando sus lugares en Michoacán.
Hoy también se reconoce su historia con la restauración de la Ermita de Santa Fe, ubicada en la ampliación del Parque de Chapultepec y la estación del tren México-Toluca. Ojo. También fue acusado de socialista por la alta jerarquía católica, aunque él fue obispo de Michoacán.