El Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) marcó un punto crucial en la historia de Cuba, siendo la respuesta radical a más de 30 años de represión y desesperanza que culminaron con el colapso de la república.
Liderado por el joven Fidel Castro, quien forjó su visión en 22 meses de prisión, el MR-26-7 se convirtió en el centro funcional para la insurrección armada popular en Cuba.
Tras salir de prisión el 15 de mayo de 1955, Fidel Castro y sus compañeros iniciaron una cadena de acciones trascendentales para reorganizar el movimiento. Conscientes de que la lucha política pacífica para Cuba era inútil, centraron sus esfuerzos en demostrar la ilegitimidad de la dictadura batistiana y la necesidad revolucionaria.
La contienda pública y la clandestinidad formaron parte de un mismo plan para promover el derrocamiento del régimen y el desarrollo de una revolución. Fidel dirigió sus actividades hacia la captación y concienciación de los elementos radicales y decididos en la población, preparando el terreno para la futura guerra.
El MR-26-7 nació de una concepción histórica y práctica ideológica arraigada en las tradiciones de combate del siglo XIX, como el legado de Céspedes y Martí. Fortalecido por la impronta de Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras. Además, incorporó las ideas marxistas y leninistas y se nutrió de las luchas populares durante más de 50 años de república neocolonial.
La historia del MR-26-7 está ligada al golpe militar del 10 de marzo de 1952 y al Grito del Moncada del 26 de julio de 1953. Estos eventos desencadenaron una serie de situaciones que maduraron y perfeccionaron el proyecto revolucionario de Fidel para la insurrección armada en Cuba.
Con el MR-26-7 en marcha, Fidel Castro y sus compañeros se enfrentaron a la tiranía descabezada y a un camino sin retorno. El movimiento se convirtió en el símbolo de la lucha por la libertad y la justicia social en Cuba, demostrando que de las grandes crisis surgen soluciones radicales capaces de cambiar la historia de una nación.