De antemano expreso mi deseo de pronto restablecimiento de la salud del querido Presidente Andrés Manuel López Obrador y mi más profundo repudio a quienes han querido mermarla a base de infundios y amarillismos propios de zopilotes y demás especies carroñeras: que con su PAN se lo coman.
También aprovecho para hacer un modesto homenaje a un hombre grande, Pablo González Casanova, sabio comprometido con la búsqueda de un mejor mundo y un mejor México posibles.
Hay todo un mundo de noticias por comentar. Tan basto es que se me hace complicado decidir el tema. En tal virtud, dejo de lado lo importante por referirme a la banalidad anecdótica en cuestiones de mi nombre. Según reza mi acta de nacimiento soy Gerardo Higinio Fernández Y Casanova.
Fui el segundo y último hijo de mis padres y creo haber puesto algunas trabas para decidirme a nacer, con dos abortos involuntarios previos que, afortunadamente, sucedieron sin la atención de algún retrógrada que penalizara a mi madre por ello; por tal motivo mi madre, muy católica y muy devota, rezó a un tal san Gerardo de Mayela, a la sazón muy famoso en eso de ayudar en caso de las gestaciones difíciles; en contraprestación a sus efectivos servicios mis padres dispusieron ponerme su nombre, junto al de mi abuelo materno.
Higinio, producto de la ilustración grecoromana de mis bisabuelos. Pero regresando al Gerardo, cabe mencionar que la fama ginecológica del santo era bastante extendida, al grado de encontrarme tocayos de mi rodada etaria que me confirman haber sido así bautizados por la misma razón; luego vinieron las novelas rosas estilo Corín Tellado y otras, que le vieron u oyeron atractivo romántico al susodicho nombre y le dieron mayor popularidad, de la cual hoy sigo gozando.
Por lo que toca a la Y entre los apellidos paterno y materno, que siempre quise ocultar por parecerme insulsa y aristocratizante, hoy la considero un adelantado y, tal vez, desconocido ejercicio de la paridad de género. En efecto, uno es hijo de un padre y de una madre, ésta con derechos plenos al reconocimiento, incluso mayores a los del varón engendrador por ser quien lleva a su cargo la gestación, el parto, la nutrición y, en general, la atención del producto del amor.
No obstante, no fueron menores mis conflictos administrativos y burocráticos por la famosa Y de mis apellidos, hasta que gestioné una resolución judicial en el sentido de ser la misma persona con o sin la Y.
Otra anécdota, muy penosa por cierto, ocurrió cuando siendo diputado a la LIII Legislatura Federal, encuentro mi fotografía y mi nombre, en un periódico exhibido como faltista redomado.
La nota provenía de la oficina del Oficial Mayor de la Cámara, José Murat, a quien expresé airada protesta. La revisión de las listas de asistencia confirmó mi ausencia, aunque, después de buscar las razones, apareció que el difunto diputado Hernández Casanova, víctima del terremoto de septiembre de 1985, tres meses antes de la infamante publicación, cumplía con la asistencia a todas las sesiones del pleno camaral.
En esa remota época la lista de asistencia tomaba más de una hora y la mayoría de diputados llegábamos hasta el final, cuando el secretario preguntaba: ¿Falta algún diputado por anotar? Cientos de manos se levantaban gritando su nombre para ser anotados. Así el finado Hernández Casanova era anotado por el secretario y Fernández Casanova quedaba como vulgar aviador.
Otra anécdota sucedió en La Habana, en ocasión del Encuentro Hemisférico contra el ALCA, presidido por el mismísimo Comandante Fidel Castro, quien en algún momento preguntó respecto de la situación de los campesinos productores de maíz en México. Casualmente yo acudí a dicho encuentro con la acreditación de la Federación de
Productores de Maíz del Estado de México, razón por la que, de inmediato pedí me incluyeran en la lista de oradores. Pasados dos o tres de estos, el moderador dio la palabra a Gerardo Fernández y, para mi sorpresa, al momento de subir al podio, me encuentro con Gerardo Fernández Noroña que también había solicitado la palabra, produciéndose la consiguiente confusión resuelta por la generosidad de mi dos veces tocayo que me cedió el turno. Creo que mi intervención no desmereció ante la posterior y magnífica oratoria del hoy aspirante a la Presidencia de México.
M21